06 febrero 2008

Troballes (IV)

Nuevos visitantes de Librosfera, deben saber que soy aficionada a recoger todo tipo de objetos (normalmente elaborados con papel, aunque hay excepciones) encontrados dentro de libros. Poco a poco, voy compartiendo con ustedes los objetos más preciados de mi colección, y si quieren pueden visitar las entregas número uno, dos y tres de esta serie de afortunados olvidos y encuentros.

Hacía tiempo que no les mostraba mis nuevas adquisiciones (por las que debo agradecer a mi red de colaboradores, porque últimamente yo no tengo demasiada suerte), pero la semana pasada sucedió algo extraordinario: ¡el encuentro de un objeto que voy a poder devolver a su legítimo dueño! Quien trabaje en una biblioteca me dirá que no calificarían este hecho como extraordinario... Siempre hay despistados que se dejan la nómina, la factura de teléfono, la targeta rosa de los transportes metropolitanos o incluso la citación judicial dentro de un libro, y nosotros, bibliotecarios bienhechores, intentamos por todos los medios comunicar a la persona en cuestión que su preciado documento se encuentra a buen recaudo en la biblioteca hasta que tenga a bien pasar a recogerlo. Pero este caso es distinto. Se trata de una postal. Una postal enviada desde Ronda a una persona que vive en mi barrio, en una calle muy cercana... ¿Se me ven las intenciones?

No puedo dejar de pensar en ello. ¿Qué cara pondrá el sujeto en cuestión cuando se encuentre (por segunda vez) con la postal en el buzón? ¿Se acordará de que la había perdido? ¿Se arrepintió del despiste de haberla dejado dentro del libro que devolvió a la biblioteca? Quizá incluso volvió a la biblioteca a mirar si por casualidad nadie se hubiera molestado en sacar la postal del libro en el que la había olvidado, pero no la encontró. ¿Se dará cuenta, cuando abra el buzón, de lo extraordinario del hecho de que esa postal vuelva a su propietario? ¿Intentará desvelar el misterio? La tentación de darle una explicación que acabe con el desconcierto es muy grande, pero creo la vida sin misterios no tendría ningún aliciente...

No voy a mostrarles la postal en cuestión. Este verano pasado viví la casualidad del millón (Dinamarca es pequeño, pero... ¿tanto?) y no me extrañaría nada que volviera a ocurrir. Pero sí tengo otros mensajes secretos para ustedes. Anónimos en su mayoría, encontrados entre las páginas de los libros. A saber...

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Limpiar nevera con agua y bicarbonato.
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Alegre de Dalt 182.
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Quiero dos kilos de jamón.
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He llamado a La Vanguardia.
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Para que siempre me lleves cerca del corazón.
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Trinidad, 6 de Sep. 2007.

Quien sea capaz de resistirse al click, es que no es humano...


Sfer, difundiendo la costumbre de olvidar algo entre las páginas de los libros que sacamos en préstamo de la biblioteca...

4 comentarios:

Palimp dijo...

Me encantan... tiernas, inquietantes, misteriosas :)

Anónimo dijo...

¡Qué curioso! La verdad es que no me he podido resistir a hacer un click.

Un saludo.

Anónimo dijo...

Yo soy una de esas despistadas que se deja algún papel o nota en los libros de la biblioteca.
El año pasado saqué de la biblio un libro de Derecho Procesal Laboral en Junio y aunque era muy bueno suspendí. Asique en Septiembre volví a por el libro y me llevé una grata sorpresa al descubrir el resguardo necesario para recoger las fotos de la graduación entre las páginas de aquel libro. No me habia dado cuenta ni de que lo habia perdido!!!
Me ha gustado mucho este post.
Un saludo.

Anónimo dijo...

M'ha agradat molt aquest post. No sé si ja us ho vaig dir una vegada, però jo a la biblio vaig trobar-me un sobre amb 40.000 ptes de les d'abans. Us ho prometo. la sort [ o la desgràcia] és que el sobre portava un nom i era d'una usuària molt coneguda. la vam trucar i ens va portar cava i pastes.
la resta solen ser tiquets de compra, etc. però mai tan originals com aquests del jamón!!!