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26 abril 2006

V – DE VALENTINO A VOLTAIRE


El autor francés Bernard de la Ville (RIP 1852) tenía sobre su lecho de muerte un montón de manuscritos inacabados y rogó a su hijo: “Charles, escribe en las últimas páginas, con grandes letras, la palabra FIN.”

(De Diccionario de últimas palabras, de Werner Fuld; Editorial Seix Barral, 2004)

08 abril 2006

R – DE RAABE A RUBINSTEIN

El último amigo, encargado de la gestión de su obra póstuma y heredero de las deudas de Oscar Wilde, fue Robert Ross (RIP 1918), que murió víctima de la gripe española. Varió, para sí mismo, en broma, el célebre epitafio de Keats – “Aquí yace uno cuyo nombre se escribió en el agua” –, añadiendo una sola palabra: “Aquí yace uno cuyo nombre se escribió en el agua caliente.”

(De Diccionario de últimas palabras, de Werner Fuld; Editorial Seix Barral, 2004)

29 marzo 2006

J - DE JACKSON A JOYCE

James Joyce (RIP 1941) estuvo escribiendo durante siete años la novela Ulises, dedicándose a continuación a la creación de un mundo propio, que, casi veinte años después, regaló al público. Aquella monstruosidad lingüística llamada Finnegans Wake redujo considerablemente el número de sus lectores, ya que nadie entendía la obra, e incluso los amigos más íntimos de Joyce se negaban a pasar el resto de su vida descifrando aquella novela crípticamente codificada. Joyce murió poco después consciente de haber creado una obra maestra que sólo él podía leer: “¿Es que nadie la entiende?”

(De Diccionario de últimas palabras, de Werner Fuld; Editorial Seix Barral, 2004)

13 marzo 2006

H - DE HALL A HUS

El neurótico poeta Jakob Haringer (RIP 1948), que afirmaba de sí mismo: "Soy y seguiré siendo el mayor escritor del siglo", nos quedó debiendo, por desgracia, una prueba de su grandeza. Crispó los nervios del mundo circundante suministrándole poemas que nadie le había pedido. Vivió de donaciones y murió con estas palabras: "¡Me cago en el mundo!"

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Al poeta de campesinos escocés James Hogg (RIP 1835) le aguardaba una muerte por hipo, y esta muerte fue tan poco común como había sido su vida. Hogg era, igual que su padre, pastor; había tenido que aprender él solo a leer y a escribir. Las canciones, sagas y leyendas de su patria las sabía él de memoria. Walter Scott se fijó, por casualidad, en él, cuando él mismo andaba coleccionando viejas canciones populares. Scott fomentó el talento poético de Hogg y lo introdujo en la sociedad literaria de Edimburgo, donde también conoció a Byron. El duque de Buccleuch regaló a Hogg una granja (1816), en la que pasó el resto de sus días. Pese a una vida como la suya, rica en circunstancias felices encadenadas, Hogg murió con una comprensible amargura. "¡Es una vergüenza para la Facultad que todos ellos no puedan hacer nada contra este hipo!"

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(De Diccionario de últimas palabras, de Werner Fuld; Editorial Seix Barral, 2004)

28 febrero 2006

G - DE GADDIS A GUSENBERG

A Johann Wolfgang von Goethe (RIP 1832) le sorprendió la muerte a la edad de ochenta y tres años, sin haberla presentido y sin lucha. Había vivido a tope una existencia proteica, cuya riqueza de metamorfosis y capacidad de renovación no pudo por menos de producir la mayor admiración ya entre sus contemporáneos. Pretender a todo trance que incluso sus últimas palabras tuvieran que encerrar algo tan sublime forma parte también de ese culto tributado a Goethe. En consecuencia, éste habría dicho, llegado el trance, una expresión susceptible de ser interpretada simbólicamente: "¡Más luz!" Pero ahora ya sabemos que el 22 de marzo, hacia las nueve de la mañana, Goethe, sentado en el sillón que tenía junto a su cama, pidió un vaso de vino, al tiempo que mandaba abrir las contraventanas. Luego preguntó a su secretario John qué fecha era, comentando con satisfacción: "De modo que ha empezado la primavera, tanto más fácil será nuestra recuperación." A su lado estaba sentada su nuera Ottilie, en la habitación contigua estaban sus nietos Walther y Wolf, y en otra Eckermann y algunos amigos. A las once y media el moribundo se acomodó en la parte izquierda del sillón y dirigiéndose a Ottilie le dijo tiernamente: "¡Mujercita, mujercita, dame tu querida patita!" El sirviente Friedrich Krause insistirá, en cambio, fundándose en sus propios recuerdos, en una versión completamente distinta, donde se pidió algo que, por razones comprensibles, no pudo llevarse ya a buen término: "Es verdad que lo último que dijo fue mi nombre, pero no para que abriera las contraventanas, sino que lo que él pidió al final fue el Botschamper (pot de chambre) - el orinal -, que tomó él mismo y lo mantuvo pegado a su cuerpo hasta el momento de fallecer."

(De Diccionario de últimas palabras, de Werner Fuld; Editorial Seix Barral, 2004)

06 febrero 2006

F - DE FEDERICO II A FROHMAN

El escritor francés Bernard de Fontenelle (RIP 1757), cuyas obras excesivamente numerosas han sido hoy día, en conjunto, y con razón, olvidadas, fue famoso entre sus contemporáneos por su estilo elegante. No se nos han transmitido ideas suyas que sean originales, aunque Fontenelle alcanzó la avanzada edad, inhabitual en aquel entonces, de cien años. La única frase que le sobrevivió y que resulta característica de la cortesía de que hizo gala toda su vida es la última que pronunció: "No siento nada, salvo una cierta dificultad de seguir existiendo."

(De Diccionario de últimas palabras, de Werner Fuld; Editorial Seix Barral, 2004)

02 febrero 2006

C - DE CALDERÓN A CUVIER

Los amigos del poeta británico Thomas Campbell (RIP 1884) no sabían exactamente si él ya había muerto o bien se obstinaba en hacerse el muerto. Con la esperanza de que dijera algo iniciaron una provocadora discusión sobre quién era el autor de un determinado poema, el cual, en realidad, había sido escrito, naturalmente, por su amigo. Y entonces quedó patente que Campbell, de hecho, todavía vivía, si bien por breves momentos, pues cuando fue mencionado, aposta, un nombre de autor falso, Campbell consiguió aún decir: "¡No, el poema es mío!"

(De Diccionario de últimas palabras, de Werner Fuld; Editorial Seix Barral, 2004)

Post-it: ¡Felicitadme! Hoy he estado un buen rato paseándome por La Casa del Libro y he conseguido salir sin comprarme nada. Eso sí, hay un par que ya están en la lista "seguro que caen por Sant Jordi".