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10 mayo 2017

Waterlogged

[Este artículo es una traducción del de Aline Smithson en Lenscratch, que podéis leer en inglés aquí. Hay en ese artículo, además, algunas fotografías más de la serie "Waterlogged" de Stacy Platt, así que os recomiendo que visitéis el original. Además, la visita es un gesto de cortesía con la autora del reportaje. Gracias.]

A veces, acontecimientos desafortunados de nuestras vidas nos brindan la oportunidad de ver las cosas de una nueva manera, permitiendo diferentes encarnaciones y consideraciones. Cuando la fotógrafa Stacy Platt descubrió que toda una vida de diarios personales había sido destrozada por el agua, se le presentó la oportunidad de considerar la transitoriedad de los objetos, la idea de la memoria, y crear una examinación artística de lo que permanece.

Stacy usa la fotografía para hablar de la vulnerabilidad, la memoria, la pérdida y la práctica de la vida de cada día. Influenciada por la escritura de Marguerite Duras, las películas de Wong Kar-Wai y el arte polivalente de William Kentridge, el trabajo de Stacy se caracteriza por un interés en explorar las múltiples - y a veces poco fiables - versiones del yo y de la historia personal que todos contenemos, así como la sinfonía de identidades colectivas incoherentes y a veces contradictorias que sirven tanto para constreñirnos como para conectarnos los unos a los otros.

Licenciada en Humanidades por la University of Tennessee en Chatanooga, y con un Máster en Fotografía por el Columbia College of Art en Chicago. Su trabajo ha sido expuesto en el Houston Center for Photography, el Midwest Center for Photography, la exposición "Memory, Bone and Myth" de la University of North Dakota, así como numerosos proyectos y exposiciones online. Fue la finalista de Critical Mass en 2015, y en la actualidad es profesora de fotografía en la University of Colorado en Colorado Springs, así como la editora de la revista de la Society for Photographic Education's Exposure. Mantiene un portfolio online con su trabajo, y desde 2004 escribe ensayos sobre fotografía que publica en the space in between.


¿Cómo te explicas a ti a ti mismo?
¿Cuál es tu proceso para recordar, para mediar con la experiencia, para archivar tu propio yo?
Soy una persona que cree en la sincronicidad y las señales. Cuando una sigue a la otra, o cuando una se repite lo suficiente en un corto periodo de tiempo, me veo obligada a prestar atención. La serie "Waterlogged" [anegado, inundado, empapado] empezó de esta manera.

En el momento de su realización me encontraba en una de esas épocas serias y agotadoras de la vida: haber perdido un trabajo, la muerte de un familiar, un hijo que nació dos meses antes de esa muerte. Así me encontraba: con todo llegando de todas partes al mismo tiempo. Cualquiera de esos acontecimientos es una oportunidad para reflexionar y transformarse. Todos a la vez tienen la capacidad de quitarte cualquier punto de referencia y dejarte tambaleándote. Es una de esas situaciones en las que, parafraseando a Rilke, "Uno debe cambiar su vida o morir."

Tras una noche de lluvias torrenciales, abrí el armario donde guardaba todos mis diarios personales. Estaban todos - veinte años de diarios - empapados en agua de lluvia. Apilados ordenadamente unos encima de otros, inflados y pegajosos con restos de cola y tinta corrida. Destrozados. O en proceso de estarlo. Simultáneamente maravillada y mortificada al presenciar mi pasado desangrarse en olvido, empecé a fotografiarlos.

Primeros amores. Amores fallidos. Malas elecciones. Viajes transformadores. Cosas que me inspiraron. Mi futuro no escrito, desconocido, escrito y reflexionado por mi yo pasado. En parte todavía legible. Mucho con la apariencia de otra lengua, o pentimenti, o un código secreto.

Sincronicidad y señales. Parecía especialmente desfavorable que de todas mis pertenencias, únicamente estos objetos personales hubiesen sido los afectados. Lo que más me impresionó es la revelación que es la letra manuscrita, que se ha convertido casi en un anacronismo, el recuerdo de una manera ineficiente y sentimental de hacer las cosas y de comunicarlas. ¿Quién escribe a mano hoy en día? Cuando eras capaz de reconocer a alguien por la voz, en persona y por su letra, ¿qué lo ha sustituido? ¿Su dirección de correo electrónico? ¿Cómo maneja las redes sociales? ¿Su identificador de llamada?

Cuando mi madre murió el año pasado, inmediatamente me puse a buscar cosas que ella me hubiera escrito. Algo en su escritura era evocador de un modo que pocas cosas más lo eran. A lo largo de su prolongada enfermedad, fui testigo del deterioro de su escritura a medida que empeoraba su salud de manera devastadora, recordándome incluso cuando todavía estaba viva que todo cambia y tendrá un final. La propia vida y el concepto de uno mismo, como entendemos el tiempo, y la gente, lo que valoramos y lo que denigramos, lo que podíamos y no podíamos decir, lo que sabíamos y lo que no nos importaba ignorar, todo termina con nuestro final. Lo que queda son las interpretaciones de los demás. Sus conjeturas sobre la vida vivida por otro. Hay momentos en la vida en los que te enfrentas a la realidad de la insignificancia de tu propia especificidad. Estas imágenes son la evidencia visual de mi rendición ante esa realidad.




07 septiembre 2015

Los postulados de Patricio Pron

1. Que un escritor debe por fuerza escribir, a ser posible día y noche, existan o no sus lectores, y que cuando estos existan deberá hacerlo aún con mayor responsabilidad.

2. Que un escritor puede elegir entre explorar nuevos caminos y renovarse con cada libro para aumentar el número de posibilidades, o bien dedicarse a escribir una y otra vez el mismo libro y que esa vía también arroja resultados interesantes.

3. Que un escritor puede decidir controlar y agotar los efectos de su narrativa, o bien permitir que ésta establezca lazos insospechados y que escapan a la voluntad del autor generando con ello nuevas reflexiones con cada nueva lectura.

4. Que toda escritura, como sabía Borges, es autobiográfica, no sólo en relación a los hechos sino en tanto en cuanto ha formado parte de la vida del escritor.

5. Que los premios literarios son el producto de una lógica viciada porque es un sinsentido decidir entre dos textos de gran calidad pero pertenecientes a géneros distintos cuál de ellos es mejor; aunque su existencia es necesaria porque descubren a nuevos a autores, como Julián Herbert, o como fue su caso tras ganar el Premio Jaén.

6. Que la finalidad de la crítica literaria consiste en poner en duda nuestro propio juicio crítico haciéndolo más complejo y devolviéndonos una visión renovada de la literatura que enriquezca la discusión sobre libros en la sociedad.

7. Que en España tenemos una abierta propensión a juzgar a los autores y no a sus libros (sic), y que la antipatía o amistad con el autor debe quedar fuera del análisis de los textos (sic again).


9. Que el impulso de la escritura puede nacer de la falsa ilusión de que los libros que leemos hubieran sido mejores si los hubiéramos escrito nosotros, y que eso es culpa de nuestras falencias como lectores, que serán subsanadas con el tiempo mediante la lectura de más y mejores libros.

10. Que en demasiadas ocasiones un escritor está tan implicado emocionalmente en su propia obra que le resulta difícil decir algo objetivo sobre ella y que por ese motivo los escritores son los peores críticos de sus obras y que no deberíamos preguntarles sobre ellas.

11. Que cualquier escritor, sea profesional o aspirante, se encuentra en el mismo lugar a la hora de comenzar un libro, y que la diferencia entre ambos estriba en que escribir más libros posibilita descubrir más errores y escribir más horas permite llegar a ser mejor.

12. Que un escritor joven como él que en su día recibió ánimos, consejos y ayuda literaria de otros escritores debe ser honesto con ese legado y ofrecer a los escritores que vienen detrás ánimos, consejos y ayuda.

13. Que la verdadera enseñanza de un escritor está en sus libros y no en su personalidad o en sus vivencias, lo cual forma parte de la mitomanía o morbosidad, que por otro lado resulta inevitable, y que la resolución de algunos misterios literarios siempre es menos interesante que el misterio propiamente dicho.

14. Que Cheever tenía razón al decir que la literatura podía salvar el mundo pero que probablemente se refería al mundo interior, ya que amplía el repertorio de posibilidades y nos lleva a preguntarnos acerca de nosotros mismos y nuestras condiciones de vida.

Y 15. Que la lectura, y por tanto la literatura, es una especie de religión laica que exige mucho pero garantiza a cambio una forma de salvación, o al menos un consuelo, y que tal vez ésa es la razón por la que no podamos dejar nunca de leer, de escribir y por tanto de amar la literatura.

***

Esto forma parte de una especie de "reportaje" sobre Patricio Pron que pueden leer completo aquí.

De Patricio Pron de momento sólo he leído los cuentos de La vida interior de las plantas de interior, que me gustó mucho y me dejó con ganas de más.

27 noviembre 2014

Ursula

"Ahora mismo creo que necesitamos escritores que sepan cual es la diferencia entre la producción de un producto de mercado y la práctica artística. Desarrollar material escrito que se ajuste a las estrategias de venta con tal de maximizar los beneficios y los ingresos publicitarios no es en realidad lo mismo que ser responsables en la publicación de libros o como autores, y aun así veo como las editoriales ceden su poder ante los departamentos de ventas."

***

Señoras y señores, con todos ustedes, Ursula K. Le Guin.
(El vídeo puede verse subtitulado apretando el botoncito que dice "CC", aunque la traducción de ese fragmento en concreto es propia).

[Vía You Are Here]

04 octubre 2013

La armonía de los libros

Para el escritor no existe reconocimiento mayor que el que le ofrece el lector anónimo; ese lector apartado, sin poder de ningún tipo; ese lector - dicho sea con todos los honores - que no existe. El creador arroja su palabra nueva al océano de la noche y, en orilla apartada, el anónimo lector recoge el mensaje, sintoniza con la palabra revelada. No otro es el fin de la creación: encontrar un espejo claro y anónimo donde reflejar la palabra inspirada.

***

Nuestro entusiasmo y nuestra felicidad parecen estar en relación directa con las lecturas que más amamos. ¿Será, por ello, tan difícil ser plenamente felices como encontrar un buen libro? ¿Está la felicidad en lo que los otros ya pensaron, y sintieron, y escribieron por nosotros? Por la misma razón, el afán de escribir no sería sino una búsqueda - la mayor parte de las veces inconsciente, automática, ignorante - de la felicidad. El libro - leído o escrito - como microcosmo de armonía.

***

La cada día más acusada sensación que nos produce la obra de arte (o la literaria) de que es un "producto"; es decir, algo que se exhibe (o que se lee) y se olvida, que sale de la nada y que a la nada vuelve. Lo contrario del fruto artístico, el cual es el resultado de una siembra interior, de unos cuidados, de un crecimiento y de una maduración en el tiempo. Esta sensación de "producto" acrecienta cada día el número de los que ven cómo sus obras se imponen, brillan y mueren en el fulgor instantáneo de los televisores.

***

[Fragmentos de Tres tratados de armonía, de Antonio Colinas. Tras este inciso, seguimos con la correspondencia de los miércoles... pero quería compartir la primera de las lecturas propiciadas por el intercambio postal.]



06 febrero 2013

Volando

[Pregunta de examen] ¿Por qué se inventó la escritura? ¿Qué ha aportado a los seres humanos el invento de la escritura? ¿Por qué y para qué se inventaron los primeros alfabetos?

[Respuesta de F. M. 15 años. Pakistán. Ortografía corregida.] Porque pues tú hablas que te casarás y no lo escribes pasa unos años y tu mujer te deja y tiene problemas te dirán demuéstralo, si tú tendrías escrito lo demostrarías etc..., y facilita las problemas, para demostrar es como dices una cosa pero esa cosa no se queda se vuela y si tendría escrito no estaría volando.

***

F. M. no sabe que, lo escrito, también puede estar volando...



20 enero 2012

Seis años dejando rastro

Especies de espacios es el título de un librito de Georges Perec que una compañera de trabajo me recomendó un día mientras me encontraba en pleno proceso de llenar cajas de libros y otros trastos. Ella recordaba especialmente los fragmentos titulados "Mudarse" e "Instalarse", una retahíla de verbos asociados a ambas acciones (especialmente agotador es el de instalarse, y realmente estoy comprobando que tarda uno mucho más en estar instalado que en levantar campamento). A mí, en realidad, hay otros fragmentos que me han gustado más, y de los cuales hoy me quedo con esta definición que cierra el volumen:


Escribir: tratar de retener algo meticulosamente, de conseguir que algo sobreviva: arrancar unas migajas precisas al vacío que se excava continuamente, dejar en alguna parte un surco, un rastro, una marca o algunos signos.

Este año no hay más celebración del aniversario de Librosfera que esta entrada. Soplen alguna vela a su salud (la del blog) y deséenle muchos años más...

18 julio 2008

Peeping







Son las habitaciones en las que escriben (o escribían) Virginia Woolf, Alain de Botton, Mark Haddon, Roald Dahl, Lord Byron y Hanif Kureishi. Pero, ¿sabrían decir de cuál de ellos es cada una de las habitaciones?

No se vale hacer trampa yendo a mirar el reportaje de The Guardian, titulado Writers' Rooms, del que están extraídas las fotos... Aunque pueden hacerlo después, sobre todo si quieren saber cómo eran (o son) las habitaciones de Darwin, Kipling, George Bernard Shaw, Martin Amis, Siri Hustvedt o Jonathan Safran Foer...

La respuesta al enigma, el lunes en los comentarios.

20 mayo 2008

Lleuger / Ligero


"La lleugeresa, en general, està ben valorada en molts aspectes de la vida. La lleugeresa que a vegades cal per poder agafar un autobús. O quan el mag ens enganya amb la lleugeresa de la manipulació. Quan es tracta d'un escrit, la lleugeresa no sempre és ben vista. L'escriptura lleugera pot ser bona o pot ser dolenta, naturalment. Com la feixuga. El que passa és que l'escriptura feixuga pot fer creure que l'autor té alguna cosa important al cap, d'una complexitat no apta per a tothom, però a vegades és una afectació autocomplaent i, altres vegades - potser més - és el resultat del coneixement defectuós de l'ofici d'explicar-se."

[La ligereza, en general, está bien valorada en muhcos aspectos de la vida. La ligereza que a veces hace falta para poder coger un autobús. O cuando el mago nos engaña con la ligereza de la manipulación. Cuando se trata de un escrito, la ligereza no siempre está bien vista. La escritura ligera puede ser buena o mala, naturalmente. Igual que la pesada. Lo que pasa es que la escritura pesada puede hacer creer que el autor tiene alguna cosa importante en mente, de una complejidad no apta para todo el mundo, pero a veces es una afectación autocomplaciente y, otras veces - quizá las más - es el resultado del conocimiento defectuoso del oficio de explicarse.]


Un fragmento del artículo "L'Ofici d'escriptor", publicado por el Avui el 4 de octubre de 2007. No he encontrado el enlace al artículo completo, en el que citan varias reflexiones de Josep Maria Espinàs sobre diferentes aspectos del "oficio de escritor". La traducción es - evidentemente - casera.


[Fotografía de Bonvivant]

01 junio 2007

Escritores sin obra

- Se puede ser escritor sin escribir, pero no se puede ser decorador sin decorar. De hecho, el escritor más puro es el que no escribe.

No supo explicar por qué el escritor más puro era el que no escribía, pero intuyó que era así. Seguramente la historia estaba llena de grandes escritores cuya reputación reposaba en gran medida en el hecho de no haber escrito, o de haber dejado de hacerlo. Pero no imaginó la existencia de grandes decoradores que no hubieran decorado.

[Fragmento de Laura y Julio, de Juan José Millás.]
[La imagen es de sanja gjenero]

02 diciembre 2006

2º SLB (y IV) - Lectura-Escritura-Lectura


El acto, que tuvo lugar el sábado 25 por la tarde, se anunciaba como una “mesa redonda y presentación de tres nuevos talentos literarios del mundo anglosajón, que aparecen en el volumen 14 de la prestigiosa antología “New Writing”, publicada por la editorial Granta, [...] a partir de su relación con la lectura y del paso de lectores a escritores.” Moderado por Sam Abrams, con la presencia de Charles Fernyhough (The Auctioneer), Helon Habila (Waiting for an angel) y Jamie McKendrick (Ink Stone) [todos ellos en la foto, de izquierda a derecha]. Organizado por el propio Salón del Libro y por el British Council.

El escritor como lector. Los inicios de todo escritor en la lectura. ¿Cómo empezaron a leer estos escritores? ¿Cómo ha afectado el hecho de dedicarse a la escritura su forma de leer? Mmmmmm.... (sfer se frotaba las manos y se relamía solo de pensarlo). No siempre tiene una la oportunidad de oír hablar a los escritores sobre su afición por la lectura, ya que suelen centrarse en su afición por la escritura que, al fin y al cabo, es lo que les da de comer. La charla se centró alrededor de tres preguntas. Primero, cómo llegaron a la lectura, cuáles eran sus hábitos de lectura antes de convertirse en escritores; después, cómo afectó el hecho de dedicarse a la escritura su forma de leer; y por último, lo contrario, como afecta la lectura su forma de escribir.

Disfruté como una enana oyendo a Helon explicar como esperaba la llegada de la biblioteca móvil del British Council a su pueblo, que visitaba una vez al mes, y como se encerraba a leer sus “nuevas adquisiciones” (para él la lectura era una manera de escaparse de la realidad que le rodeaba) o a Charles expresar sus miedos a que lo que está leyendo durante el proceso de escritura de un libro se cuele entre sus propias palabras, frases y párrafos y no sea su propia voz, sino la del escritor leído, la que acabe plasmándose en el papel. Jamie, poeta, habló sobre la importancia para él de leer en voz alta para poder captar todo el poder de las palabras, el sonido y el ritmo y la cadencia de las frases, y todos estuvieron de acuerdo pero Charles, en cambio, también aprecia en determinados la intimidad que proporciona la lectura solitaria.

Todos echan de menos la lectura por el puro placer de leer. Para ellos leer se ha convertido en un aspecto fundamental de su trabajo: leer su propia obra, leer para publicar (críticas, reseñas), leer para investigar nuevas formas de narración. Dejar a un lado el “ojo crítico” les resulta imposible y todos lo echan de menos. Sin embargo, puestos en el aprieto de escoger entre dejar de leer o dejar de escribir, y para consuelo de los que nos dedicamos (casi) exclusivamente a la lectura, todos admitieron que antes que dejar de escribir, dejarían de leer...

21 noviembre 2006

Unas manchitas sobre papel...

Sí, quiero escribir lo que viví aquel verano en el Bosque de la Senda como si fuera un cuento. Un cuento ingenuo y limpio, pese a que hubo también dolor y muerte. ¿Lo leerá alguien, algún día? Quién sabe. La palabra escrita, mientras no se destruya el papel, sigue ahí para siempre, esperando unos ojos que la revivan. No hay magia más hermosa y fantástica: unas manchitas sobre un papel blanco que, al ser vistas, hacen que todo cobre vida.
Pienso en un posible lector, solo uno: una niña, quizás, como yo fui. No sé cómo se llama, ni dónde vive, ni si será una de mis alumnas o, si aún no ha nacido, cuándo vivirá. Tampoco sé si le gustarán los pájaros y los bosques como a mí. Pero estoy segura de que le gustará leer, porque de no ser así no llegaría a leer esto nunca. Estaré con ella como la abuela estuvo conmigo aquel verano. La vida se repetirá con todos sus misterios.
¿Qué quiero? ¿Por qué quiero escribir para ella?
Me he levantado, he bebido agua y luego me he tomado un yogur mientras lo pensaba.
Creo que ya lo sé. Quiero que esa lectora vuelva a vivir por mí lo que yo viví entonces, que sea otra persona mientras lee: que sea la niña que yo fui. Aunque yo no lo sepa cuando ella esté leyendo, será un milagro: todo volverá a suceder. Y si soy capaz de hacérselo sentir a ella, es posible que yo también logre sentirlo, borrar la frontera entre la infancia y esta mujer adulta y algo reseca en la que me he convertido.
¿Es esta la respuesta?
Lo pienso.
Escribo para recrear la vida, pero eso no basta porque para eso ya está la vida.
Podría responder: porque me gusta.
Pero no es verdad, o al menos no es toda la verdad. Creo que escribo para hacer mejor la vida, para multiplicarla por diez, por mil, y con esas cifras hacer una vida menos fea.
Sueño y, a través del sueño, llego hasta tus manos, venciendo el tiempo: me estás leyendo, estoy viviendo en ti.
¿Me oyes? Está oscuro, no veo tu rostro, no sé siquiera si eres lectora o lector, pero oigo tu respiración, el latido de tu corazón. A veces lees en voz alta, pero muy queda: palabras susurradas, que son mías pero también tuyas. Estás ahí, estoy contigo, estoy en ti. Y te invito a que estés en mí, a que seas yo.

(Gonzalo Moure, en En un bosque de hoja caduca. III Premio Anaya de Literatura Infantil y Juvenil)

21 agosto 2006

Frialdad + Ironía + Un toque de cinismo

- ¿Y por qué no escribes una novela con esa historia que nos has presentado?
- No sirve para novela. Hace cien años aún podía valer, pero ahora el lector es otro... - él no entendía -. Mira, en el cine se acepta eso, una historia retorcida, terrorífica, que meta miedo o que haga llorar... o incluso que haga reír, una comedia. Si haces una ópera también te lo aceptan. Pero tú no puedes poner eso en un libro.
- ¿Por qué? No lo entiendo... Si está bien contado...
- No puedes, qué va. Eso se ha quedado para el cine, desde que hay cine la novela tiene un lector que le pide al libro algo distinto. Quien lee literatura hoy quiere cosas de buen gusto, no es broma. Cosas que no sean vulgares, o mejor, corrientes. El cine puede satisfacer el gusto más común, pero la literatura no debe hacerlo, sino complacer el de la gente de buen gusto. Y el buen gusto requiere que no haya sentimientos ni estremecimiento, pide frialdad e ironía. Si puede ser, un toque de cinismo. Además, las novelas deben tratar de personajes con psicología y situados en un ambiente social y todo eso, y mi historia trata de una especie de monstruo que vive fuera del tiempo... A esa historia no le queda bien el formato de novela.
- Vaya, has estudiado bien el asunto. Le das muchas vueltas a las cosas...
- Es mi oficio, darle vueltas a la imaginación primero y luego reflexionar sobre cómo contar lo que he imaginado. Tengo que separar lo que escribo para publicar de lo que hago para cine o televisión. Y a lo mejor el público tiene razón porque, ¿sabes?, la literatura, sobre todo la novela, es un arte racional y racionalista. Y el propio lector, cuando lee, hace una lectura racional, va articulando la novela.

(Fragmento de Trece campanadas, de Suso de Toro).
(La imagen la tomé prestada de aquí).

05 julio 2006

Los últimos diez años

"Me siento incapaz de resumir en diez líneas estos diez años de literatura. Ni en diez, ni en cien, ni en doscientas; entre otras cosas porque solo he leído una ínfima parte de lo que se ha publicado. Nadie lo ha leído todo. De hecho, lo obvio es que se publica demasiado, lo que significa que las librerías no pueden digerir todo lo que se publica, y que lo malo y lo regular pueden tapar a lo bueno. Esto, supongo, es inevitable. O no. Lo cual me recuerda una idea de Gabriel Zaid que podría formularse así: en lo que a la cultura se refiere, el problema no estriba en toda esa gente que no sabe leer ni escribir, sino en toda esa gente que no quiere leer y no para de escribir. En fin. Lo cierto es que en estos diez años he leído muchos liros buenos y casi ninguno malo, porque hace tiempo que aprendí a abandonar los libros que no me gustan. Algunos de los buenos estaban escritos por gente bastante joven y otros por gente bastante vieja; alguons de los malos estaban escritos por gente joven que cree que la juventud es un valor en literatura y que en consecuencia escribe cosas de viejos, mientras que otros estaban escritos por gente vieja que cree que la madurez es un inconveniente para escribir y que hacía patéticos esfuerzos por parecer joven y que, en consecuencia, también escribía cosas de viejos. He leído libros escritos con el corazón y con las tripas, y no he terminado de leer libros ornamentales o inanes que parecían escritos para gustar, o para que nadie pudiera reprocharles nada. Esto me lleva a pensar que, como no podía ser de otro modo, en estos diez años ha ocurrido más o menos lo mismo de siempre."

(Javier Cercas en el número 111 de Qué Leer - junio 2006. La caricatura es de Loredano.)

20 abril 2006

To write or not to write

“Los libros de hoy son best seller o no son más que episodios de vida anterior, demasiado silenciosa y solitaria [...]. No se escribe con la aspiración de avanzar en el conocimiento del mundo, sino con el afán de darse a conocer. El libro triunfa y triunfa el escritor en cuanto estrella intercambiable por una actriz o un futbolista”

(Vicente Verdú en Yo y tú, objetos de lujo --> “Qué leer” número 108)

“Yo no sé quién fue el imbécil que dijo por vez primera aquella cretinada de no irse del mundo sin plantar un hijo, escribir un árbol y tener un libro o viceversa o versavice, pero desde luego le hizo un flaco favor a la literatura”.

(Javier Marías en El oficio de oír llover --> Suplemento “Libros”, de El Periódico, 30/03/2006)

11 marzo 2006

Receta para un "best seller"

Escribe José Antonio Marina en el número de febrero de Qué leer:

"Cuando investigaba sobre inteligencia artificial estaban de moda los llamados programas expertos. Se pedía a un especialista en algo que contara cómo trabajaba y se intentaba que un ordenador hiciera lo mismo. En una ocasión, dicen las crónicas, pidió a un escritor de best sellers que contara su fórmula. "Un best seller - contestó - debe tener un ambiente refinado, sexo, intriga y un toque de religión para darle profundidad". Con estas normas, el ordenador escribió la siguiente novela: "¡Ay, Dios mío! - dijo la duquesa -. Estoy embarazada. ¿Quién será el padre?".