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05 junio 2013

Lo llamamos crítico

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Ando estos días leyendo unos cuantos cómics. Algunos pasan por la sección "Lo que estoy leyendo ahora" de la columna de la derecha, pero no todos. Moowiloo Woomiloo es uno de los que me ha durado un suspiro y no le ha dado tiempo de aparecer allí, pero estoy impactada. Hacía tiempo que no leía un cómic tan enfermo, pero al mismo tiempo que me haya arrancado semejantes carcajadas. Es muy bestia... y el ejemplo de aquí arriba, les aviso, no es nada (NADA) comparado con el resto. Cropofagia y pederastia; mutilaciones y deformaciones; odios, envidias y venganzas; y sobre todo, el mundillo del cómic.

No respondo si se lo leen y les ofende.

PS: Berta, amor... como discrepemos en la próxima crítica de Llibres al replà, ya puedes ir entrenándote con la navaja suiza!

20 mayo 2013

Un buen libro

Hay más literatura en la vida de cualquier lector que en las lecturas de cualquier vida.
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Uno no lee poemas: se entiende con ellos.
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A veces leer es demasiado fértil.
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Todas las novelas son históricas.
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"Pellízcame para saber si es cierto": ese pellizco vendría a ser, exactamente, la poesía.
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Los escritores fingimos leer; en realidad reescribimos.
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Un buen crítico ayuda al autor a comprender qué ha escrito. 
Un mal crítico le muestra para quién no escribe.
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Los editores tienden a elegir entre admirar a sus autores o pagarles.
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La poesía es inevitable: lo difícil sería mirar literalmente.
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Leer como si, dentro de un minuto, nos fueran a apagar la luz.
*
La gratitud luminosa de cerrar un buen libro.

***

Algunos aforismos de Andrés Neuman en El equilibrista.

21 noviembre 2012

Si una mañana de otoño un crítico...

Una vez al año, desde hace aproximadamente cuatro o cinco años (¡cómo pasa el tiempo!), tengo el inmenso placer de asistir a la jornada de formación que el Consell Català del Llibre Infantil i Juvenil organiza para el equipo de críticos de la revista Faristol. Estas jornadas giran entorno a diferentes temas siempre relacionados con la literatura infantil y juvenil y con la crítica (y la crítica de la crítica), y nos sirven a los que participamos en ellas, que escribimos críticas/reseñas en la revista, para reflexionar sobre nuestra labor, para proponer mejoras en los textos que publicamos, y en general para vernos las caras (una vez al año no hace daño) y poder intercambiar opiniones y salir de la cáscara en la que durante el resto del tiempo realizamos nuestra silenciosa (y silenciada) labor de "opinadores" sobre literatura infantil y juvenil.

Repasando el archivo de Librosfera relacionado con la crítica, me sorprende a mí misma darme cuenta de que es la primera vez que me pongo a hacer una crónica de estas jornadas... No me pregunten por qué no lo he hecho antes, dada como soy a ir contando a los cuatro vientos todo lo que me pasa y que está relacionado con los libros. La cuestión es que esta vez sí les voy a contar algunas de las cosas que se pudieron oír y comentar durante la jornada de este año. Se avecina una entrada de esas largas que solo se leen unos pocos frikis. ¿Son ustedes uno de ellos?

Empezamos la sesión con Oblit Baseiria (propietaria de la mítica librería Casa Anita de Barcelona), Sònia Gómez (una de las dos propietarias de la librería Pati de Llibres de Sant Cugat del Vallès), y Marià Marin (secretario técnico del Gremi de Llibreters de Catalunya) hablando sobre librerías, novedades, edición, crítica y Faristol. Les dejo con algunas de los comentarios que hicieron cada uno de ellos:

Oblit Baseiria: en Casa Anita, el 80% de los libros que vendemos no son novedades, sino libros de fondo; libros que llevan un año o más en la librería. Esto se debe, entre otras cosas, a la elevada especialización de la librería, pero demuestra que las novedades no son lo más importante. Para mí lo más importante es la formación y el conocimiento previo que la persona que trabaja en una librería tiene sobre las editoriales, su catálogo, lo que publican y lo que podemos esperar de cada una de ellas. La industria del libro es más rápida que la crítica, pero para mí no es importante. Además, los comerciales realizan una labor muy importante de información sobre las novedades en las librerías: la figura del comercial, para nosotros, es básica. Lo que sí creo es que la crítica no debería hacer ni caso de los libros que se realizan como encargo editorial, de los que no nacen como obra de creación de un autor, sino como un estudio de mercado para comercializar con ellos.

Sònia Gómez: para nosotras sería muy positivo que la crítica pudiera llegar cuanto antes mejor, y si no puede ser en papel en digital [la revista Faristol se edita - a día de hoy - al mismo tiempo tanto en papel como en digital]. Y también consideramos que se debería dar más importancia a los libros imprescindibles (a través de listas, selecciones, destacados) y obviar los que son prescindibles. Nos gustaría que existieran más espacios en los que los mediadores (libreros, maestros, bibliotecarios) y otros agentes de la industria del libro pudiéramos formarnos de manera continuada en los criterios de selección y de recomendación de literatura infantil y juvenil. Creemos que el Consell sería un buen eje vertebrador de los diferentes sectores, que a veces nos sentimos desconectados los unos de los otros cuando todos llevamos a cabo tareas similares.

Marià Marin: la crítica es algo que queda "entre nosotros". Es muy irrelevante. Nos quejamos de que ya no hay espacios para hacer crítica de LIJ en los medios generalistas [para quien no se haya dado cuenta, la crítica de LIJ ha desaparecido de El Periódico, El País, El Punt - Avui, y seguro que alguno más que me olvido], pero es que solo un 30% de la población lee esos medios. Las familias que leen el Faristol son marginales. Lo mayoritario es no leer, porque un 45% de la población no lee, y la mayoría de los que sí leen, leen un libro al año, probablemente el best seller de turno que les regalaron por Sant Jordi. La lectura, no nos engañemos, está desprestigiada. Y lo que debemos preguntarnos es como recuperar nuestro papel central en la sociedad. Y para ello, debemos criticar no solo los libros, sino también la sociedad, la industria, la comercialización y las nuevas maneras de leer.

[La verdad, la intervención de Marin fue un palo de los que de vez en cuando nos hacen falta.]

De la segunda parte de la sesión se encargó Alfred Mondria (lean esta entrevista con él, por ejemplo), crítico que ha publicado en diarios como Avui, La Vanguardia, El País o Levante. Mondria nos cogió a todos de la mano y nos llevó a dar un paseo por las figuras más importantes de la crítica desde el principio de los tiempos. Los bolis (sí, íbamos todos con libreta, incluso yo!) echaban humo, y quien no salió de allí con ganas de leer a Robertson Davies, Las ilusiones perdidas de Balzac, a Saint-Beuve, las conversaciones de Borges con Bioy Casares, a Ciryl Connolly, a Edmund Wilson, a Lampedusa, las críticas breves de Joan Ferrater o de Carlos Pujol, o los textos de Enrique Lynch, es que en lugar de sangre tenía horchata corriéndole por las venas.

Entre todos ellos (y alguno más que seguro se me escapó), nos pintaron a un crítico con carácter, capaz de conversar de manera informal sobre sus lecturas, apasionado, que amplía la imaginación de lector, que tiene un estilo personal, que no finge que se dirige a un público que todo lo sabe, capaz de afirmar que un libro es bueno "si me gusta", que equilibra furia con reflexión, divulgación con erudición, análisis con descripción, y que es capaz de contagiar el entusiamo y el deseo de leer. 

Y la negrita es para mí, porque me veo todavía muy lejos del ideal, pero no me va a faltar tiempo para intentar ponerme a ello.

[Y no quiero acabar sin lo que sigue: si no me queréis pagar las críticas/reseñas que publico en Faristol, no me las paguéis. Las seguiré haciendo de todos modos. Para mí es un privilegio poder romperme los cuernos tres veces al año intentando opinar sobre libros infantiles en menos de 1000 caracteres e intentar estar a la altura de expertos como Pep Molist, Teresa Duran, o Berta Bocado. Pero por favor, por favor, por favor... seguid organizando una vez al año esta jornada de formación... Mil gracias Marga por seguir al pie del cañón. El día que me pidas la luna, te juro que subo ahí arriba y te la bajo. Y mil gracias y muchos ánimos también a todos los que trabajan en el Consell Català del Llibre Infantil i Juvenil... por muchos años.]

06 julio 2012

Dejarlos sueltos

Cuando uno rastrea información sobre la crítica en la LIJ, encuentra que hay voces que se levantan porque “hay poca crítica en la LIJ”, porque pocos medios les dedican un espacio de relevancia. Pero es que, en realidad, no es relevante.

¿Con qué derecho un crítico es capaz de persuadir a un padre o a un profesor para que éste a su vez persuada (o, más bien, obligue) a su hijo o alumno a leer un libro en concreto? ¿No hemos sido todos niños (niños todos con la misma escuela de clásicos de la LIJ) y sabemos ya que la crítica de la LIJ es algo que «nos importa un pepino»?

A un niño o a un joven sólo hay que dejarle suelto en la sección de LIJ o en la de cómics (que forma parte ya de nuestra formación cultural y de nuestra personalidad diferenciadora respecto a otros siglos anteriores) para que encuentre lo que necesita leer en ese momento, al margen de la crítica, al margen de la imposición de los medios.

[...]

Si bien toda crítica responde a argumentos filosóficos y analíticos, a exégesis o a una variante de aquellos comentarios tan necesarios en la Edad Media para llegar a comprender mejor los textos antiguos que llegaban vía escuela de traductores de Bagdad o Toledo, la crítica de la LIJ se nos antoja como algo más parecido a esas cucharadas que nos hacían tragar de pequeño, esas cucharadas a rebosar de cualquier alimento que nos llenaba la boca y sólo deseábamos escupir porque, sencillamente, no nos gustaba. Y si, ya de mayores, aprendimos a tragarnos las cosas (incluso a disfrutar de cucharas rebosantes) sin necesidad de lucha, eso no significa que determinadas lecturas tengan que ser impuestas ni obligadas. Si tienen que ser leídas, ya se leerán en su momento. Porque forzar y persuadir lecturas a un niño o a un joven sólo produce malos lectores.

***

A través del blog Literatura infantil y juvenil actual llego al artículo de Jorge de Barnola "La crítica en la literatura infantil y juvenil", que pueden leer íntegramente en la revista online Factor Crítico, pero cuyo final, aquí reproducido, resume bastante bien el conjunto.

No sé qué pensarán ustedes. A mí me ha hecho bastante gracia (igual que me la hacen todos los que intentan épater le bourgeois), quizá porque es bastante evidente que parte de un error de base: si no existiera la crítica de LIJ, los niños y los mediadores estarían, efectivamente, "al margen de la crítica", pero bajo ningún concepto "al margen de la imposición de los medios". De hecho, estarían totalmente sujetos a la imposición de los medios, y sometidos al poder del más fuerte, el más listo, el más mentiroso o el más rico, según el caso. Por eso me río. Mi conciencia de crítica de LIJ está tranquila: yo no intento persuadir a nadie de que lea ni de que obligue a leer nada... yo leo y opino y si alguien se fía de mis opiniones más que de las mesas de novedades de El Corte Inglés, que actúe en consecuencia...

29 febrero 2012

¡Escuchad, críticos!

P. 14 - He pretendido abordar la crítica como una actitud y como una posición. La actitud de quien se pregunta por las razones y causas de sus gustos, de sus prejuicios y de su ideología. La posición de combate de quien no está conforme con la narración dominante en la vida social ni con las narraciones dominantes en los medios culturales, ni, menos aún, con la presunción de que lo literario sea un aval estético que funcione como distinguida patente de corso. Un aval que no admite más interlocución que la proveniente de aquellas instancias que se definen tautológicamente por ser dueñas de ese concepto, la literatura, donde se presume su legitimación. Me he acercado a la figura del crítico como generador de discursos públicos y como interlocutor que, de igual a igual, interroga en voz alta los textos que una sociedad se oferta a sí misma a través de unos mecanismos concretos de producción y consumo que son elaboración y expresión del sistema social sobre el que la sociedad se asienta y en el que la crítica interviene. El crítico como el que lee su lectura y sabe que las circunstancias de toda clase en las que esa lectura tiene lugar son parte de ella.


P. 98 - El lector privado puede hacer con su lectura lo que quiera. Allá él y su responsabilidad. Pero el crítico, y éste es el rasgo pertinente que separa al crítico del lector común, no puede hacer con su responsabilidad lo que quiera, puesto que su discurso es un discurso público sobre textos públicos, publicados, y tiene, quiera o no quiera, una responsabilidad pública, pues al crítico este hecho lo convierte en custodio de las palabras, de las historias, de los relatos, en el aduanero que controla la circulación de los discursos colectivos. El crítico es un lector que se vigila, que vigila la lectura que está haciendo, o mejor, que se siente vigilado por lo público, por el bien común, pues sólo él legitima en última instancia el tomar la palabra frente al público. Se vigila porque se asume como responsable, es decir, acepta que alguien le puede pedir responsabilidades por el uso que haga del espacio público que la comunidad le deja ocupar.


P. 101 - La lectura del crítico no debe ser una lectura imparcial o neutra, sino tan radicalmente personal y parcial que ponga en evidencia y transparente los materiales culturales, biográficos e ideológicos sobre los que se asienta lo personal, el hardware y el software de su personalidad lectora. Como ciudadano común que es, tendrá sus propios intereses y prejuicios, pero como crítico está obligado, primero, a conocerlos y, segundo, a controlarlos. Si por los motivos que sean esos intereses intervienen en su proceso de lectura sin ser reconocidos como tal, su lectura será fraudulenta. Toda lectura es una lectura interesada, pero en la del crítico sus intereses propios - ideológicos, literarios, autodescriptivos, profesionales, crematísticos -, a los que, al menos en principio, ni tiene ni debe ni puede renunciar, tendrán que estar integrados en el interior del mecanismo de lectura, sin que sirva como escape pretender su ocultamiento bajo el manto de una previa declaración expresa que pretenda así neutralizarlos en su proceso de lectura.


P. 178 - Desde mi punto de vista, hoy, la única crítica que merecería seguir llamándose así sería aquélla capaz de enfrentarse a este poder que hoy llamamos mercado. Lo curioso es que este poder parece no tener cara, y esta ausencia aparente de responsables dificulta extraordinariamente el enfrentamiento. Además, su fuerza expansiva es tal que hoy todo es mercado. Para decirlo de otro modo: hasta negar la legitimidad del mercado puede convertirse en un acto mercantil, del mismo modo que, dentro del campo literario estudiado por Bordieu, el rechazo a la literatura mercantil puede acabar convirtiéndose en una forma de incrementar el capital simbólico. El mercado deviene así el único amo y custodio de las palabras. Frente a este poder, ¿qué puede hacer el crítico literario? [...] Creo que el crítico literario hoy, si quiere disputar el control de las palabras al mercado, necesita llevar a cabo distintas tareas. La primera sería cuestionar ese poder haciendo ver que no es suficiente una actitud de resistencia. Es necesaria una actitud de combate, y para que ese combate sea posible, el crítico necesita encontrar una legitimidad fuera del mercado. Si no la encuentra, el mercado lo engullirá inevitablemente. Esa nueva legitimidad supone construir y proponer una nueva comunidad, es decir, una escala de valores radicalmente distinta, un proyecto de bien común diferente. ¿Cómo construir esa comunidad? La respuesta es complicada y creo que pasa por el establecimiento de una estrategia política (y digo política, y no necesariamente militante). En cualquier caso, esa estrategia requiere el reconocimiento previo de que hay que recuperar la idea de comunidad como única forma de escapar a la actual hegemonía de la multitud, de la cantidad. Esa recuperación es necesaria para lo que Musil llamaba "la salvación del espíritu", es decir, del espíritu de la comunidad. Toda crítica que no parte de estos postulados, quizá no suficientes pero sí necesarios, está renunciando a ser crítica, a cuestionar el poder hegemónico.


P. 202 - Contra lo que generalmente se piensa, la crítica no es una instancia mediadora entre el escritor y los lectores. Ese papel corresponde a los editores, cuyo trabajo consiste en proponer a la comunidad o mercado aquellas lecturas que en su opinión - criterio editorial - pueden satisfacer sus necesidades. El crítico analiza y valora esas propuestas y, por tanto, su trabajo le sitúa entre la edición y los lectores. La práctica es engañosa y tiende a hacernos pensar que los críticos hablan de escritores, cuando en realidad están hablando de propuestas editoriales. Esta reflexión debería aliviar algunos tradicionales resquemores que agitan de cuando en cuando las, en general, autosatisfechas aguas literarias. Sería bueno que los escritores entendiesen que la crítica no tiene como objeto sus obras en cuanto pertenecientes a su privacidad sino, y solo, en tanto pasan por la decisión editorial de hacerlas públicas. Y sería especialmente conveniente que los críticos también entendiesen que su trabajo empieza y acaba en la instancia de lo público.


P. 210 - Mientras la literatura mantuvo su relativa autonomía dentro del sistema económico, el mercado, como modo de regulación del intercambio social formaba parte de su entorno, y, por tanto, aunque reaccionara a sus estímulos, no estaba determinada por él. Mercado y literatura son instancias que conviven con mayores o menores tensiones desde tiempos muy lejanos. Lo novedoso es que la autonomía de la mercancía literaria se está diluyendo de manera acelerada y la literatura se integra sin demasiados problemas en las industrias del ocio y el entretenimiento. Y, evidentemente, esta tendencia del sistema literario a desvanecerse en el interior del sistema mercado acabará suponiendo, si no supone ya, un desplazamiento del lugar de la crítica hacia posiciones cercanas a las que ocupa la publicidad. Un camino que se publicita como imparable.


P. 248 - El desarrollo del capitalismo en esta fase de expansión y acumulación acelerada está provocando, entre otros fenómenos, que las empresas, llevadas por la inevitable lógica de la competencia y la reproducción, necesiten controlar no sólo la producción sino la circulación, la distribución y el consumo, lo que puede dar lugar a episodios de sinergias negativas, como es el caso. Sucede que la burguesía, cuya razón de ser es vender y vender con beneficio, está obligada a acabar con toda excepción, ya sea cultural ya sea laboral, y si tiene que morderse a sí misma, se muerde. Asistimos a una historia empresarial que pone en evidencia que en caso de conflicto entre beneficio y legitimidad, por mucho que nos desgarremos las ropas en aras de la cultura, la solución del sistema consiste en hacer del beneficio la única fuente de legitimidad. El tribuno que no existe, mientras llega al ágora, piensa que con estas condiciones objetivas poco espacio parece quedar para el criterio y las libertades individuales del crítico. Poco, muy poco, pero sin duda el suficiente para que unos pierdan la dignidad y otros la defiendan y mantengan.


***


La cena de los notables ha resultado ser una lectura apasionante. A ratos ardua, no se lo voy a negar (sé que volveré a ella para intentar comprender algunos conceptos e ideas que no me han quedado claros); en ocasiones muy entretenida (me lo he pasado mejor leyendo a Bértolo leer Madame Bovary que cuando la leí yo misma); incluso, llegando al final, de lectura compulsiva (terminé de leerlo una noche pasadas las doce, cuando normalmente sobre las once ya estoy más que frita). Una buena dosis de reflexión sobre la crítica, un tema al que ya saben que soy especialmente sensible... Aunque crea que la visión de Bértolo es quizá un tanto utópica, no por eso la considero menos necesaria. Hacen falta idealistas que nos saquen un poco del estercolero en el que estamos metidos para que la mierda no nos llegue al cuello sino a los tobillos. Desde aquí, mi más sincero agradecimiento al escritor que compuso el llamamiento a las armas, al editor que lo publicó, al crítico que, con su discurso público, me lo dio a conocer, y al bibliotecario que adquirió el ejemplar para que todos (no solo yo...) lo tuvieran a su disposición. 

14 diciembre 2011

Golpear

Si piensas que no hay por dónde agarrar el libro y no tienes nada ni interesante ni positivo que decir, ¿por qué hacer una crítica? Todas las reseñas proporcionan al libro una publicidad que le viene muy bien y es una pena desperdiciar espacio con un libro pretencioso o deshonesto cuando podrías estar diciendo algo de valor sobre una lectura que lo merece. La excepción a esta regla serían las obras de escritores consagrados que se aguardan con expectación, cuando todo el mundo espera el veredicto de los grandes críticos.


P. D. James, visto en esta entrada del blog Bienvenidos a la fiesta.


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Cuando se trata de literatura infantil, es dificilísimo encontrar una crítica mala de un texto, a quien no le ha satisfecho simplente no habla de él. Por lo tanto los lectores tenemos que escoger entre obras de las que nadie opina, no se sabe si por desconocimiento o porque no suscitan interés y otras que cuentan con opiniones siempre positivas y tratar de distinguir entre estas últimas la verdadera admiración por un cuento o unas ilustraciones, del mero peloteo a la editorial por otros intereses.


Comentario de Iona en esta entrada del blog de Darabuc.


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La crítica debería hacerse fuerte en dos funciones concretas: 1. Señalar los libros que, puntualmente, reflejan el espíritu de su tiempo y que ningún lector debería perderse. 2. Contrarrestar el éxito de otras novelas que, menos puntualmente - de hecho, de forma habitual -, embrutecen el acto mismo de leer y abaratan el arte literario. Esta segunda función es la que la crítica literaria actual en España ha dejado por completo de satisfacer, ya sea por esnobismo, ya por presiones empresariales, ya por cobardía.


Alberto Olmos, en el Babelia del pasado 26 de noviembre, dedicado a la crítica.


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Estos días ha coincidido la jornada de formación de críticos de la revista Faristol con reflexiones en varios medios sobre el tema. ¿Críticas negativas, sí o no? Personalmente, ya saben que no las encontrarán por aquí (me niego a embrutecer este espacio con los libros que no valen la pena - al silencio con ellos), y en general me da bastante rabia perder el tiempo reseñando libros negativamente (últimamente solo lo hago para Faristol y por obligación profesional - si me encargan la reseña, me la pagan - algo que por desgracia parece ser poco común - y el libro me ha parecido horroroso tengo pocas alternativas, ¿no?). En un mundo en el que el marketing tiene tanta fuerza me pregunto si sirve de algo la crítica negativa... ¿Qué puedo hacer yo contra la maquinaria de Gerónimo Stilton - por ejemplo?


Son de esos temas a los que vuelvo de vez en cuando, especialmente por estas fechas, para los que no tengo respuesta, pero sobre los que me gusta reflexionar e intentar tomar alguna decisión que dé sentido a mi yo crítico/reseñista.

30 septiembre 2011

Sobre la crítica

En cuanto a la crítica, pienso que es una de las formas modernas de la autobiografía. Alguien escribe su vida cuando cree escribir sus lecturas. ¿No es la inversa del Quijote? El crítico es aquel que reconstruye su vida en el interior de los textos que lee. La crítica es una forma posfreudiana de la autobiografía. Una autobiografía ideológica, teórica, política, cultural. Y digo autobiografía porque toda crítica se escribe desde un lugar preciso y desde una posición concreta. El sujeto de la crítica suele estar enmascarado por el método (a veces el sujeto es el método) pero siempre está presente, y reconstruir su historia y su lugar es el mejor modo de leer crítica. ¿Desde dónde se critica? ¿Desde qué concepción de la literatura? La crítica siempre habla de eso.

Ricardo Piglia en Crítica y ficción (ed. Anagrama)
(vía Crítica de la crítica)

***

El crítico debe opinar sin destripar, dejar que sea el público el que deguste y dicte el último veredicto. El crítico debe conocer antes que los demás, pero tiene la obligación de emitir su fallo con el adelanto de tiempo justo para que su profesión esté justificada, pero no tanto como para que el mortal olvide el objeto de la crítica en el intermedio. El crítico no puede pensar en el autor, pero se debe a las normas de respeto comunes al resto.
Al final, si la crítica es un arte, lo es independientemente de lo que critica. Los genios siguen siéndolo ya sean admirados, vapuleados o sumidos en el olvido, y sólo los más inteligentes y humildes saben extraer el oro de entre el lodazal. Mientras tanto, los críticos desinflan cada campaña de marketing que se cruza con su dominical. Entre el entusiasmo de unos y el espanto de otros, a nosotros nos queda decidir cuánto hay de verdad. Y en último término, ser críticos con quienes critican, en el mismo ejercicio de la opinión.

Pablo C. Reyna en La piel que critico: sobre el arte de opinar.
(Un artículo de Crónicas salemitas).

***

Cuando encuentro reflexiones sobre la crítica me emociono.
La semana pasada, lo hice por partida doble...

30 mayo 2011

Puños

Es curioso constatar que las estadísticas sólo ahondan en una sola vía, la culpación del sujeto que no lee, que supuestamente no lee lo que hay que leer, según las autoridades, la mayoría de ellas iletradas. Un sujeto no lector al que, para más inri, se medicaliza por estar en posesión de las mayores perversidades existentes. Las cifras de los no lectores pretenden convencernos de una necesidad individual y social, como es la afición a la lectura, pero lo único que consiguen es provocar estupor. En parte, porque si eler es un acto lilbre, personal e intransferible, nada tan opuesto a dicho acto como el discurso autoritario, a veces teñido de demagógica persuasión, como es el discurso del poder institucional - de cualquier naturaleza - en relación con la cultura.
[...]
El 60% de la población adulta no lee un libro nunca. ¿Y? ¿Qué sucede en una sociedad en la que el 60% de la población no lee un libro? ¿Sucede algo peligroso para la supervivencia y salud de la especie? Nadie que se sepa, y de forma individual, se ha responsabilizado jamás de que sus actos criminales se deban a no haber leído, o sí, un libro de Corín Tellado o de Javier Marías.
[...]
Que el 60% de la sociedad no lea es un hecho que no le quita el sueño a ningún ministro de Eduación, ni que éste lo tome como un signo de su fracaso tras su paso por dicho ministerio. Porque, ¿qué ha hecho un ministro de Educación que, tras serlo durante cuatro años, no ha conseguido rebajar las estadísticas de los no lectores de la sociedad?
[...]
La mayoría de los lectores, pésimos lectores, reducen el acto lector a un conjunto de posibles efectos orgánicos, didácticos, morales, políticos o psicológicos. Si me lo he pasado bien, es una buena novela. Si me ha hecho revivir una época, se trata de una maravillosa narración. Si las ideas del libro coinciden con las mías, como hace de forma inevitable e infantil el crítico Félix Romeo, entonces, el libro y el autor me gustan y son formidables, si no, no.
[...]
Estoy convencido de que mis amigos lectores, que devoran best sellers de todo tipo, son incapaces de leer a Turguéniev, Chéjov, Borges, Dickinson, Shakespeare, Cervantes, Austen, Proust, Mann o Faulkner. Y ya no digamos a Espronceda, Larra, Valle Inclán y, por romper la linealidad ideológica del discurso, a Agustín de Foxá. ¿Por qué? Porque el modo de leer de mis amigos "bestsellerianos" es distinto al modo literario de leer. Siempre que los oigo justificar la bondad de los libros que leen jamás hacen referencia a que sus autores escriben bien. Y cuando lo dicen y les pregunto qué quieren decir por tal expresión, es, entonces, cuando remolonean y se excusan con cualquier frase hecha. No tienen aproximada idea de lo que significa escribir bien.
[...]
El sistema social y cultura, representado por ciertos críticos que legitiman qué es la literatura y qué lo literario en los medios de comunicación, tendría que ser más valiente, o más honrado, y denunciar la mercantilización de la literatura que conlleva un modo de leer establecido de forma férrea por el mercado en connivencia con ciertas editoriales y con ciertos autores, algunos de postín, a los que se les presenta emparentados con la estirpe de Cervantes. No es la política editorial la encargada de elevar ese nivel formativo literario del lector, por ejemplo, publicando obras que sólo leen cuatro. Porque eso ya se está haciendo. Acaba de reeditarse, por ejemplo, La muerte de Virgilio, de Hermann Broch (Alianza), que releerán dos personas, el que ha vigilado las erratas y su traductor. La culpa no es de los editores, ni de los escritores. La culpa es del sistema educativo que no forma a nuestros lectores en una competencia lectora que facilita el acceso, sin sufrir embolias mentales, a cualquier tipo de otra, de hoy, de ayer y de siempre.
[...]
La crítica literaria debería ser exponente de un modo de leer distinto. Y tampoco lo es. Inmersa en una inconsciencia, analizable siguiendo su pésima plasmación lingüística, es difícil que se decida a poner los puntos sobre las íes y reconozca públicamente que lo literario es hoy día un terreno vedado a muchas obras que ella presenta como tales. Mientras tanto, hasta bien podríamos pasar sin crítica literaria. No notaríamos su ausencia. ¿O quizás sí? Seguro, pero para bien.

***

Así termina el artículo "Por un modo de leer literario si es posible" de Víctor Moreno (escritor y maestro) en el número 238 de la revista CLIJ. Hacía tiempo que había dejado de leerla, pero en vistas de un nuevo "subidón" en mis ganas de acercarme a publicaciones y estudios sobre LIJ y lectura en general, me llevé a casa en préstamo un par de números relativamente recientes de esta publicación. Éste fue el primer artículo con el que me topé. Polémico, como poco... Habrá quien piense que dice verdades como puños, y quien piense que usa los puños para defender algunos argumentos bastante discutibles. Acérquense a su biblioteca más cercana para leer el artículo entero y ver de qué lado están ustedes.

(Y por cierto, que no es la primera polémica del autor que citamos por aquí, y esperemos que tampoco sea la última. ¡Despierten, neuronas!)

17 diciembre 2010

Nunca los libros habían podido ser tan libres

El futuro que ¿podría? ser.
Una buena lectura previa al fin de semana.
(¡Y no se olviden los comentarios!)

11 octubre 2010

Prensa, crítica y edición

El pasado lunes 4 de octubre estuve en la mesa redonda “La prensa, la crítica y la edición. ¿Información cultural o promoción editorial?” en el ciclo “El oficio de editar: de Carlos Barral a nuestros días” del Caixaforum de Barcelona.

A la mesa, moderada por Malcolm Otero Barral, se sentaron cuatro pesos pesados de la crítica literaria de nuestro país: Ignacio Vidal Folch (escritor, crítico y periodista), Winston Manrique (responsable de la sección literaria de Babelia), Ignacio Echevarría (crítico y editor) y Félix Romeo (escritor, crítico y periodista).

Dentro de los estudios culturales, y más concretamente literarios, el tema de la crítica es quizá uno de los que me parecen más interesantes, probablemente porque es una actividad que realizo con bastante asiduidad (especialmente la crítica de literatura infantil, tanto en el blog de la librería Al·lots – El petit príncep como, desde hace un par de años, en la revista de LIJ catalana Faristol). Saber cómo otros críticos enfocan su trabajo es algo que de vez en cuando siento la necesidad de conocer, sobre todo porque personalmente tengo muchas dudas sobre “tot plegat” y necesito saber si son compartidas, si debería preocuparme por alguna otra cuestión, si debería cambiar radicalmente de postura y realizar mi labor crítica desde otro ángulo... Digamos que escuchar (o leer) las reflexiones de otros críticos sobre su trabajo me remueve un poco las entrañas para no quedarme estancada, volver a motivarme, y refrescar mi acercamiento a esta actividad (la crítica puede convertirse en una labor bastante tediosa; es muy fácil dejarse llevar por la inercia, especialmente cuando haces crítica por escrito de manera habitual, a un libro o dos por semana). Por eso disfruté tanto de la sesión en el Caixaforum del otro día, o de las jornadas anuales de formación de críticos que organiza la revista Faristol y por las que estoy infinitamente agradecida.

La charla del lunes fue sumamente interesante. La combinación de personalidades sentadas a la mesa prometía ser sino explosiva al menos sí polémica (y lo fue, claro); la verdad es que no paré de tomar notas de algunas de las “sentencias” que me parecieron dignas de ser titular de los suplementos culturales de la semana:

“No se pueden hacer críticas arriesgadas en 15 líneas de texto” (Vidal Folch)
“El periodismo cultural se limita a hacer de altavoz de la industria editorial” (Echevarría)
“Si no sales en Babelia no existes” (Romeo)
“Da igual lo que digas: la crítica es totalmente irrelevante” (Romeo)
“En España sólo se puede criticar el fútbol, la televisión y, un poco, la política” (Romeo)
“El que gana, sale; el segundo no” (Romeo, refiriéndose a la masiva presencia de best-sellers en los suplementos culturales).
“La búsqueda del lector es una farsa” (Echevarría, refiriéndose a la supuesta motivación de la prensa cultural de fomentar la lectura).

"¿Por qué es mejor leer que ver la tele? Hay mucho más talento en según qué series de televisión que en la mayoría de la literatura que se publica hoy en día" (Echevarría)
“Los que ejercen la crítica en Internet aspiran a hacerla en los medios escritos” (Romeo)
“Internet no está generando nada diferente a lo que ya existe en papel; nadie está dispuesto a arriesgar nada” (Romeo)
“No puede ser que al mismo crítico le gusten las novelas de Arturo Pérez-Reverte y de Enrique Vila-Matas” (Romeo)


Leyendo todas estas citas (no todas son textuales; si algún aludido quiere rectificar, adelante) puede uno hacerse a la idea de por donde fueron los tiros a lo largo de las casi dos horas (entre tertulia y preguntas del público) que duró el acto. Por lo general, el tono fue bastante pesimista (y Winston Manrique, que parecía quizá el más optimista del cuarteto, quedó eclipsado por la fuerza de Romeo y Echevarría), y la crítica como conjunto recibió un par de palos también del público en la ronda de preguntas. A la salida y comentando la jugada con mi pareja, que me acompañó al acto, nos preguntamos también si la crítica tiene futuro como mediadora entre lectores y libros en un mundo en el que las recomendaciones de las comunidades de lectores como aNobii (en las que puedes encontrar personas a las que les hayan gustado los mismos libros que a ti y ver qué otros libros han valorado positivamente para buscar nuevas lecturas, con la ventaja además de que ellos no se limitan a las estrictas novedades editoriales) y en el que, como dijeron también en la mesa, los suplementos culturales o son calcos de los catálogos de novedades o proponen unas reseñas tan breves que a duras penas puede uno hacerse a la idea de si el libro vale o no la pena o de su temática (si el crítico hace crítica de verdad, sabremos si el libro le pareció bueno o malo pero no nos enteraremos de su temática; si el crítico es más bien reseñista, nos enteraremos del argumento pero no de su opinión sobre el libro...). Llegamos a la conclusión de que probablemente no, y nosotros (que nos consideramos buenos lectores) somos un buen ejemplo de ello, pues pocas veces recurrimos a la crítica (ya sea en revistas, suplementos literarios o internet) para decidir sobre la lectura (o no) de un determinado libro.

Pero, a pesar de que podría uno haber salido de allá con un “lo dejo” por bandera, el efecto fue más bien el contrario: precisamente porque la situación está tan chunga, hacen falta personas que ejerzan la crítica con rigurosidad e independencia. Quizá los lectores no nos hagan ni puto caso, pero no por eso vamos a dejar de denunciar que se publique según qué basura ni de alabar los esfuerzos de autores, ilustradores y editores por arriesgarse y sacar al mercado productos que realmente valen la pena. Eso sí, que solo nos quedará el derecho a la pataleta como los últimos monos de una industria que sea probablemente la menos apreciada de nuestro país (la cultural), parece casi inevitable...

12 febrero 2010

Dudas profesionales

¿Una semana demasiado visual?
¿Necesitan algunas palabras para hacer frente al fin de semana?
Pasen por acá y lean el artículo de Raquel López.
Especialmente si trabajan en una escuela, en una biblioteca, en una librería, haciendo crítica de libros, seleccionando, recomendando o blogueando sobre literatura.

13 julio 2007

Algunas buenas frases

Antes, en un curso te daban fotocopias para que siguieras las explicaciones del maestro. Hoy, te pasan un Powerpoint en clase y luego te lo envían por correo electrónico.

Estas frases, están sacadas del Powerpoint de uno de los profesores del curso de literatura infantil y juvenil que he terminado hoy. Animación a la lectura, nuevas tecnologías, lectura crítica de LIJ, aprender a mirar ilustraciones... incluso dejarnos llevar por la magia de la narración oral de la mano de una verdadera maestra. Realmente espero poder repetir el verano que viene...

Llavors, mestre què és el pitjor del món? El pitjor del món no és la mort, ni la malaltia, ni la por, sinó la ignorància.
Tahar Ben Jelloun, L’escola buida.

[Entonces, maestro, ¿qué es lo peor del mundo? Lo peor del mundo no es la muerte, ni la enfermedad, ni el miedo, sino la ignorancia.]

Jo sóc allò que he llegit i allò que estic disposat a llegir.
Jaume Cabré.

[Yo soy lo que he leído y lo que estoy dispuesto a leer.]

Benvolgut senyor Sendak: odio la seva obra. Espero que es mori aviat. Atentament.
Un lector anònim.

[Estimado señor Sendak: odio su obra. Espero que se muera pronto. Atentamente.]

L’acte crític es diferencia de la simple lectura en que aquest és un acte de comunicació. A diferència del lector que llegeix per ell mateix, amb les seves fantasies i fantasmes, el crític es troba en una situació de diàleg amb ell mateix, amb l’obra i amb el lector a qui s’adreça.
Anne Maurel.

[El acto crítico se diferencia de la simple lectura en que éste es un acto de comunicación. A diferencia del lector que lee para sí mismo, con sus fantasías y sus fantasmas, el crítico se encuentra en una situación de diálogo con él mismo, con la obra, y con el lector al que se dirige.]

El buen crítico prepara golpes de estado contra sí mismo.
Francisco Patan.

Una obra que deja al lector en la situació que se hallaba y de la que se adivina que no ha modificado en nada a su autor, es una obra inútil.
J.M. Castellet


[Imagen de Sanja Gjenero]

11 abril 2007

Novelistas vs. Historietistas

Lo dice Ray Olson (del que podéis leer algo más aquí) sobre la segunda gran obra de Alex Robinson, Estafados; y los de Astiberri, la editorial, incluyen esta cita en la contraportada de la obra. Pero a mí... no me gusta. Sé que Olson no pretende más que halagar a Robinson por su obra, pero lo que está haciendo es relegando a los cómics/tebeos/historietas a un plano inferior al de la narrativa. "A lo máximo que puede aspirar un historietista es a que se le diga que ha conseguido ser un buen novelista" parece querer decir Olson. Y no. Un buen novelista es un buen novelista, y un buen historietista es un buen historietista. Ni uno está por encima del otro, ni el otro por debajo del uno. "Robinson debería ser novelista" equivale a decir "Robinson tiene demasiado talento para desperdiciarlo en un arte inferior como es la historieta".

Y me hierve la sangre, claro...

11 agosto 2006

Quartet

Un dels pecats més greus en el conreu de la crítica literària neix de la supèrbia i acostuma a passejar-se de bracet amb la pedanteria i la intolerància. No m'entretindré a posar exemples, perquè la Història de la Literatura Universal va plena de disbarats en forma d'afirmacions desballestades, d'esmenes gratuïtes a la totalitat i d'incontinències d'opereta contra obres i autors que després s'han consolidat com a referències cabdals en les lletres de la cultura occidental. El dret d'equivocar-se no reconeix privilegis i els problemes de miopia en el món de l'art són patrimoni de tots els que s'hi dediquen. També els millors artesans fan malbé, ni que sigui de tant en tant, alguna peça de terrissa. De tota manera, el risc acostuma a minvar quan el treball és presidit per la serietat de l'ofici, quan s'estima la feina que es fa dia a dia i quan, després de galopar intensament com a lector pel verí de la literatura, se sent, imperiosa i potent, la necessitat de reflexionar-hi.

[Uno de los pecados más graves en el cultivo de la crítica literaria nace de la soberbia y acostumbra a pasearse del brazo de la pedantería y la intolerancia. No me entretendré en poner ejemplos, porque la Historia de la Literatura Universal está llena de disparates con forma de afirmaciones descabelladas, de enmiendas gratuitas a la totalidad y de incontinencias de opereta contra autores y obras que después se han consolidado como referencias esenciales en las letras de la cultura occidental. El derecho a equivocarse no reconoce privilegios y los problemas de miopía en el mundo del arte son patrimonio de todos los que se dedican. También los mejores artesanos estropean, ni que sea de vez en cuando, alguna pieza de cerámica. De todos modos, el riesgo suele disminuir cuando el trabajo es presidido por la seriedad del oficio, cuando se ama el trabajo que se hace día a día y cuando, después de galopar intensamente como lector por el veneno de la literatura, se siente, imperiosa y potente, la necesidad de reflexionar sobre ella.]

(Isidor Cònsul)

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En primer lloc: una obvietat: el crític no ha de ser vist (ni ell s'ho ha de creure) com una extensió del Papa de Roma, que diuen que quan parla ex cathedra té el do de la infal·libilitat. Vull dir, senzillament, que el crític s'equivoca. Dins i fora de la càtedra. I això ho ha d'entendre tothom. Sobretot ell.

[En primer lugar: una obviedad. El crítico no debe ser visto (ni él debe creerse) como una extensión del Papa de Roma, que dicen que cuando habla ex cátedra tiene el don de la infalibilidad. Quiero decir, simplemente, que el crítico se equivoca. Dentro y fuera de la cátedra. Y esto debe entenderlo todo el mundo. Sobre todo él.]

(Joan Josep Isern)

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El crític no sempre té raó: el crític es pot equivocar, el crític pot caure en errors o pot tenir un dia dolent o pot ser que les circumstàncies que van envoltar la lectura d'un llibre determinat no fossin les més propícies per a captar tot el que hi ha en el text, com si lector i llibre circulessin per espais lleugerament diferents. Al cap i a la fi, la crítica de llibres és un gènere literari radicalment autobiogràfic on la línia fronterera entre la veu narradora i l'autor és molt i molt prima, tant que potser a vegades no es pot ni dir que existeixi. Tothom que es dediqui amb regularitat a la lectura pot entendre amb claredat el que s'afirma aquí: no sempre es té la fortuna d'obrir el llibre més idoni per a l'estat d'ànim del moment, i a tot lector constant li ha passat que una obra que llegida en un cert moment de la seva vida li va semblar una ofrena inútil es transforma, al cap dels anys, en un llibre cabdal i de capçalera. El gust canvia, és cert, però encara ho fan més les circumstàncies personals - o les circumstàncies externes.

[El crítico no siempre tiene razón: el crítico se puede equivocar, el crítico puede caer en errores o puede tener un mal día o puede ser que las circunstancias que rodearon la lectura de un libro determinado no fueran las más propicias para captar todo lo que hay en el texto, como si lector y libro circulasen por espacios ligeramente diferentes. Al fin y al cabo, la crítica de libros es un género literario radicalmente autobiográfico donde la línea fronteriza entre la voz narradora y el autor es muy y muy fina, tanto que quizás a veces no se puede decir ni que exista. Todo el que se dedique con regularidad a la lectura puede entender con claridad lo que aquí se afirma: no siempre se tiene la fortuna de abrir el libro más idóneo para el estado de ánimo del momento, y a todo lector constante le ha pasado que una obra que leída en un determinado momento de su vida le pareció una ofrenda inútil se trasnforma, al cabo de los años, en un libro primordial y de cabecera. Los gustos cambian, es cierto, pero todavía más lo hacen las circunstancias personales – o las circunstancias externas.]

(Ponç Puigdevall)

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Deixem-nos del romanço de sempre. No hi ha cap crític, ni cap ressenyador, independent ni neutral. Pretendre que n'hi pugui haver és una immensa collonada. Com hauríem de ser objectius treballant una matèria com aquesta, la de la literatura? Tot està repartit, els mitjans estan condicionats per tot d'interessos i les plometes que hi deixen la seva signatura, tant o més. Em sembla que és bo que reconeguem el que és, d'altra banda, una obvietat, però que molta gent s'entesta a defensar: que un crític literari, o un ressenyador, puguin ser independents, neutrals, objectius. Quina bestiesa.

[Dejémonos de la historia de siempre. No hay ningún crítico, ni ningún reseñador, independiente ni neutral. Pretender que pueda haberlos es una inmensa gilipollez. ¿Cómo podríamos ser objetivos trabajando una materia como esta, la de la literatura? Todo está repartido, los medios están condicionados por intereses y las plumillas que dejan su firma en ellos, tanto o más. Me parece que es bueno que reconozcamos lo que es, de otro modo, una obviedad, pero que mucha gente se emperra en defender: que un crítico literario, o un reseñador, puedan ser independientes, neutrales, objetivos. Menuda barbaridad.]

(Jordi Llavina)

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Los cuatro fragmentos son transcripciones de la segunda sesión de las II Jornades revista "Serra d'Or", titulada "Parlar de llibres", que se celebró el pasado 4 de abril de 2006 en La Pedrera, Barcelona. Dicha transcripción aparece en el número 559-560 de julio/agosto de 2006 de Serra d'Or. Las traducciones del catalán al español son caseras, así que soy responsable de cualquier catalanada que se haya colado...

PS: Bendito puente de la Asunción... ¡hasta el miércoles!