James Joyce (RIP 1941) estuvo escribiendo durante siete años la novela Ulises, dedicándose a continuación a la creación de un mundo propio, que, casi veinte años después, regaló al público. Aquella monstruosidad lingüística llamada Finnegans Wake redujo considerablemente el número de sus lectores, ya que nadie entendía la obra, e incluso los amigos más íntimos de Joyce se negaban a pasar el resto de su vida descifrando aquella novela crípticamente codificada. Joyce murió poco después consciente de haber creado una obra maestra que sólo él podía leer: “¿Es que nadie la entiende?”
(De Diccionario de últimas palabras, de Werner Fuld; Editorial Seix Barral, 2004)
29 marzo 2006
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