Lo único abundante en casa eran los libros: había libros de pared a pared, en el pasillo, en la cocina, en la entrada, en los alféizares de las ventanas, en todas partes. Miles de libros en cada rincón de la casa. Se tenía la sensación de que, si las personas iban y venían, nacían y morían, los libros eran inmortales. Cuando era pequeño, quería crecer y ser libro. No escritor, sino libro: a las personas se las puede matar como hormigas. Tampoco es difícil matar a un escritor. Pero un libro, aunque se lo elimine sistemáticamente, tiene la posibilidad de que un ejemplar se salve y siga viviendo eterna y silenciosamente en una estantería olvidada de cualquier biblioteca perdida de Reykjavík, Valladolid o Vancouver.
[Amos Oz en “Una historia de amor y oscuridad”. Vía “Amos Oz y el placer de escribir”, artículo de Rosa Navarro Durán en el número 70 de la revista Clarín. La imagen es de Daniel Wildman.]
[Amos Oz en “Una historia de amor y oscuridad”. Vía “Amos Oz y el placer de escribir”, artículo de Rosa Navarro Durán en el número 70 de la revista Clarín. La imagen es de Daniel Wildman.]
2 comentarios:
Me enamoré de Amos Oz en el CCCB, en una edición de Kosmópolis. Al término de su charla leyó un fragmento de una novela suya escrita en hebreo.
La idea de "querer crecer y ser libro" es extraordinaria. También lo es "De repente en lo profudo del bosque".
Que lo disfrutes.
Este año vuelve a tocar Kosmópolis, y ya tengo ganas de saber a qué escritores podremos disfrutar en persona :-)
En cuanto termine con el erizo me pondré con lo profundo del bosque, así que ya les contaré.
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