16 agosto 2006

Troballes (I)

El ser humano es curioso por naturaleza. Si no fuera así, seguramente no estaríamos ahora donde estamos (si es para bien o para mal queda a la interpretación de cada uno). En el mundo de los libros, la curiosidad puede llevar a los lectores compulsivos como yo hasta extremos insospechados, y lo que espera al otro lado de ese interrogante que se nos dibuja sobre la cabeza puede ser una grata sorpresa o un gran chasco. Leemos por encima del hombro de la gente que se nos sienta al lado en el metro, chafardeamos entre las estanterías de los amigos (para encontrar el qué eso ya no lo sé), nos paramos a leer contraportadas de libros solo porque hay algo que nos llama desde la portada... a veces incluso hacemos todo lo contrario y, por curiosidad, compramos libros (o, menos arriesgado económicamente, los sacamos en préstamo de la biblioteca) sin saber nada ni sobre el autor ni sobre el título, solo por... eso, por simple y pura curiosidad.

Trabajando en una biblioteca la curiosidad por los libros y lo que les rodea crece de manera exponencial. Yo, por ejemplo, no puedo resistir el mirar dentro de los libros cuando "veo" que hay algo entre sus páginas. Ya sabéis, según qué libro hasta el más ínfimo trozo de papel deja una marca entre las páginas, un espacio más grande allí donde se encuentra el objeto en cuestión, que entre el resto de las páginas del libro. La mayoría de las veces, el objeto en cuestión es uno de los aburridos puntos de libro en los que las bibliotecas marcamos la fecha de devolución. Pero otras, encuentras otro tipo de cosas... y es la curiosidad por ver qué cosa puede ser la que me empuja a sacar el libro de su sitio y abrirlo, esperando sorprenderme. No sucede muy a menudo, pero cuando encuentro algo curioso (quan faig una de les meves troballes), me lo quedo.

Hace poco que he empezado a coleccionar estas "troballes", pero mi pequeño tesoro ya tiene cinco joyas. Y no es que hoy haya encontrado alguna nueva y tan feliz ocasión haya provocado esta entrada. No. Hoy he provocado una "troballa". He dejado dentro de un libro una curiosidad para que alguien la encuentre.

Y, para quien sienta curiosidad por el resto de objetos de papel encontrados en los libros, aquí os dejo todas mis "troballes" (hay una escondida detrás de cada palabra). Algunas son más misteriosas (¿cómo sonará esa composición musical? ¿taxidermista?) que otras, pero me alegro de haberlas encontrado a todas. Ojalá sean las primeras de una larga lista de encuentros bienaventurados.

La próxima vez que saquéis un libro en préstamo de la biblioteca, al ir a devolverlo pensad en dejar algo para los bibliotecarios curiosos. Estas "troballes" verdaderamente nos alegran el día :-)

21 comentarios:

Ferran Moreno dijo...

Marcapáginas, tatjetas multiviaje, billetes de metro, recetas, currículums, postales, cartas... lo único que me quedo son los marcapáginas, para mi colección. En una biblioteca donde trabajé, dentro de los libros del fondo retrospectivo encontramos un montón de cosas (desde tarjetas de visita a dietas!) que están guardadas en un sobre, a la espera de que alguien decida aceptar mi sugerencia de organizar una pequeña exposición con todo ese material...

Ferran

Danae dijo...

Pues el próximo que coja el último libro que tomé prestado en la biblioteca se va a encontrar algo realmente interesante. Me gustaría decir que lo deje ahí con esta intención, pero lo cierto es que fue un descuido (que lamento...).

sfer dijo...

un que passava: oh, sí! una exposición!! si lo propones puedes decir que pulula gente por ahí a quien le parece una idea estupenda (no sería tu biblioteca la que hizo la exposición de material destrozado por los usuarios? porque esa también me parece una idea estupenda).

danae: ¿has probado a volver a la biblioteca y mirar dentro? no todos son tan curiosos como yo, y no siempre hay tiempo para revisar que no se haya quedado nada dentro... además, intuyo que el último libro que cogiste prestado no fue uno de Dan Brown, con lo cual es muy posible que no se haya movido de su sitio desde que lo sacaste. La esperanza es lo último que se pierde.

Jorge: si me encuentro un billete chino, lo enmarco directamente. Encontrarme cosas curiosas dentro de los libros no me molesta, todo lo contrario. Arena de la playa, manchas de café (o de alguna otra sustancia no reconocible), migas de pan... eso sí molesta, pero... ¿billetes extranjeros? ¡Vuelve a tus antiguas costumbres, hombre de dios!

Danae dijo...

Es que están de vacaciones, Sfer... Pero gracias por el consejo.

De todas formas no era algo irremplazable, nada grave. De hecho, en realidad está muy bien que me lo dejara allí. A la persona que coja ese libro le interesará tanto como a mí.

Bienvenida del puente, por cierto.

Raxa Kakulhan dijo...

Que curioso, es una idea que no había tenido eso de dejar cosas dentro de los libros... y que decir de buscarlas, me parece sumamente interesante, comenzaré a practicarlo sin duda.

Y quiero que sepas que yo estoy de acuerdo contigo a cerca de los lectores compulsivos ya que yo creo que soy igual.

pieldivina dijo...

¿Y cuando encuentras alguna nota escrita en un libro viejo que has comprado en el Mercat de Sant Antoni? La de cosas que he imaginado por una simple nota escrita con pluma y caligrafía antigua. Yo suelo dejar con satisfacción alguna cosa dentro de un libro que he sacado de la biblioteca: un folleto, un billete de tren..., y en realidad no sé por qué lo hago.
Otra de mis librerías de viejo preferidas es la del Carrer Canuda, y cuando llego a casa con algún libro comprado allí siempre miro si hay alguna nota o ticket viejo, o lo que sea.

César dijo...

¿Y las cosas que escribe la gente en los libros? No en los de las bibliotecas, claro, pero muchas veces, al comprar un libro de segunda mano, he encontrado comentarios escritos por su anterior propietario. Con frecuencia, sólo es un nombre, quizá seguido por una fecha, pero eso basta para que uno se pregunte quién era esa persona, en qué circunstancias leyó el libro, por qué lo compró... De pronto, un objeto habitual cobra una nueva dimensión, ya no se trata sólo de una relación entre el escritor y yo, sino que aparece un tercero por en medio.
Hace tiempo, se me ocurrió una idea para un relato: un hombre compra un libro en una librería de viejo. El anterior propietario del libro, una mujer, puso en él su nombre y escribió en los márgenes una serie de comentarios. El hombre se enamora de esa mujer que no conoce a través de esos breves textos manuscritos y comienza a buscarla. Finalmente, la encuentra (y me reservo el final, por si algún día me decido a escribirlo). En fin, el caso es que, en efecto, tiene algo de mágico encontrar rastros de otras personas en lugares insospechados. Es como recoger del mar una botella con un mensaje dentro.

Joaquín dijo...

Me ha encantado tu blog. Yo no saco libros de las bibliotecas (soy comprador de libros compulsivo), aunque me he divertido con los hallazgos en los libros viejos, como comentan otros visitantes.

Cordiales saludos desde Sevilla

sfer dijo...

Creo que lo mejor de todo este tinglado del blog es leeros a los que pasáis por aquí :-)

pieldivina y dsdmona: la próxima vez que entre en la librería de la calle Canuda miraré a mi alrededor con aire de sospecha... :)

césar: DEBES escribir ese cuento (y por supuesto, colgarlo en tu blog después). Por cierto, ¿has visto Serendipity? Lo sé: es una comedia romántica y ñoña y hollywoodiense... pero entre que pasa en Nueva York, en Navidad, y tiene una historia con libro por medio... era inevitable que me gustara :-)

solodelibros: por supuesto, si es algo importante no me lo quedo así como así... (ejem). Aunque cuántas veces no me habré parado a quitarle el forro a un libro para sacarle toda la arena que lleva dentro :-/

Jorge: qué lástima no vivir en Madrid :-(. La próxima vez que vuelva a pasar por allí me pondré en contacto contigo para que me dejes alguno de tus billetes escondido, así que no los malgastes!

Joaquín: bienvenido, y me alegro de que te guste este rincón :-)

Fer dijo...

En mi caso, lo único que dejo entre las páginas de un libro es uno de los múltiples marcapáginas de mi colección (manía primera: el marcapáginas tiene que ver con la temática del libro).
Al devolver el libro, lógicamente, no dejo nada dentro. Pero sí es cierto que alguna aportación a mi causa ha venido de forma inesperada, escondido en cualquier capítulo y obviado por bibliotecarias menos cuidadosas que Sfer.
Curiosidad, aparte: un amigo se encontró un condón en un manual universitario (¡!).

César dijo...

No, sfer, no he visto Serendipity; la buscaré en mi videoclub :-)

Por cierto, fer, espero que el producto que encontró tu amigo en un manual universitario no estuviese usado... :-S

sfer dijo...

Bravo, César, por atreverte a poner por escrito la pregunta que todos nos estábamos haciendo XD.

Claro que, si venía con envoltorio incluído... ¿no sería un manual sobre métodos anticonceptivos o sobre enfermedades venéreas? Quizá en ese caso se trataba de algún tipo de "material d'acompanyament", que lo llamamos por estos lares, je je...

Por cierto: me encanta lo de los puntos relacionados con el libro. Lástima que casi no tengo tiempo para hacerlos, pero me encanta que me los regalen, ¿verdad, enhac?
:-***

Ferran Moreno dijo...

No fue mi biblioteca, sfer, aunque querían hacer una igual, de libros destrozados por los estudiantes. La otra biblioteca se adelantó, y la cosa quedó en agua de borrajas. De todas maneras, hace tiempo que no estoy en esa biblioteca ;-)

Fer dijo...

Aclaro: el preservativo estaba aún en su envoltorio, inmaculado éste, sin desvirgar. Por si acaso surge una segunda pregunta (veo que el tema lo posibilita), diré que el destino de dicho condón fue el cubo de la basura.
No recuerdo la temática del libro en cuestión, pero sí sé de qué biblioteca (universitaria, para más señas) procedía, sin ser ni uno ni otra de índole sexual.
Espero haber saciado vuestro curioso apetito, muchachada.

Anónimo dijo...

Leo a diario y con mucho gusto el blog de Sfer. Su texto sobre las "troballes" que ha ido encontrando en los libros me hizo sonreír y pensar. Pero leyendo luego los comentarios tengo la imprensión de que ha podido empezar a estropearse un material magnífico. Cuando la sorpresa se convierte en rutina, la fascinación desaparece. ¿No creéis que puede falsearse el azar si los lectores se dedican en adelante a dejar adrede cosas en los libros para que otros lectores las vayan encontrando? Es como si alguien interpretara un papel y luego pretendiera que es un documental espontáneo. A lo mejor este asunto tan sugerente requiere discreción más que algarabía. ¿No os parece?

Queso y aceitunas dijo...

Una vez me encontré una foto de unos compañeros de clase dentro de un libro que saqué de la biblioteca. Uno de ellos lo sacó en préstamo y se la dejó olvidada dentro. Lo curioso fue la cara que pusieron cuando se la devolví.

No sabían que la habían perdido.

Capto la indirecta de los puntos.
:D

Anónimo dijo...

Impresionante lo de tus "troballes", Sfer. Me asombra lo que todos ustedes comentan, de que encuentran sorpresas en los libros de las bibliotecas. ¿Será algo que tiene que ver con los españoles, los latinos, los europeos?... Me encanta.

Encontré este sitio por pura casualidad y quedé enganchada. Aquí dinde vivo, en una pequeña ciudad universitaria del sur de los EEUU, la biblioteca pública es el lugar más "cool" que hay. Es decir, TODO EL MUNDO va a la biblioteca a leerse todo. En los cinco años que he vivido en esta ciudad he sacado cientos de libros, para mí y para mis hijos, y nunca, pero nunca he encontrado "troballes". ¿ Será que a este pueblo sureño le falta el "swing" necesario?

Alicia Liddell dijo...

Preciosos hallazgos. Desde la entrañable Mafalda hasta ese beso fotocopiado.

sfer dijo...

jma tiene, en mi opinión, parte de razón. Pasaría con esto como con el bookcrossing, que seguramente empezó con la alegría de alguien al encontrarse un libro olvidado y ahora, al convertirse en una actividad masificada, ha perdido quizá parte de su encanto.

De todos modos no creo que sea una actividad que de aquí vaya a saltar al estrellato y que a partir de ahora todos los libros vayan a aparecer llenos de entradas a museos, recortes de periódico o mementos del último lector.

Y, sinceramente, no me importará mucho si el objeto ha sido olvidado allí por azar (con lo cual la casualidad es doble: que el propietario lo olvidara y que yo lo encontrara) o adrede (con lo cual perdemos el azar del olvido, pero no el del encuentro). Seguirá siendo una cadena que une personas que han pasado por las páginas del mismo libro.

sfer dijo...

Qué envidia, devisita, esas bibliotecas estadounidenses... El día menos pensado encontrarás, ya lo verás. Las bibliotecas públicas son lugares mágicos ;-)

Anónimo dijo...

Son sensatas tus palabras, sfer. Las asumo. Pero para que ocurra ese diálogo intencionado y a distancia, para que lo olvidado a propósito se convierta en un hallazgo casual, es necesario un poco de sutileza y un mucho de discreción. El ejemplo que pones de los libros "olvidados" en lugares públicos es muy oportuno. Creo que en un ámbito tan literario como este blog debería hacerse siempre una defensa de la incertidumbre, de la casualidad, del misterio, de la ambigüedad..., es decir, de la literatura. Convertir las "troballes" en algo previsible y trivial es convertir la ficción en puro pasatiempo. Habría que evitar ese riesgo. Y que el diálogo anónimo que se iniciara entre lectores fuese entonces inteligente, risueño, sutil, emocionante...