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Cuando estoy angustiada, me recluyo en el refugio. No hace falta viajar; me basta ir a las esferas de mi memoria literaria. Pues ¿qué distracción hay más noble, qué compañía más distraída, qué contemplación más deliciosa que la de la literatura?
[El último fragmento con el que intento, subliminalmente, empujarles a leer La elegancia del erizo, de Muriel Barbery, esta vez acompañado de una imagen de John Nyberg.]
No hace falta viajar, pero una servidora lo estará haciendo durante la próxima semana. Voy a visitar la cuna de Tintín, la capital europea, la ciudad del chocolate y la cerveza. Podría excusarme y decirles que voy a la feria del libro (a conseguir una firma de Amélie Nothomb, de Tahar Ben Jelloun o de François Schuiten), pero no sería cierto... Aun así, no faltará alguna anécdota librosférica que volveré para contarles. Además, tendrán el resultado de la encuesta de febrero, nuevas lecturas, bellas ilustraciones y, como siempre, pequeños placeres lectores.
Volvemos el 10 de marzo. ¡Sean buenos!