18 octubre 2007

De niños y libros

Como podrán comprobar si le dan un vistazo a la sección “Lo que estoy leyendo ahora”, estoy dándome un buen atracón de libros que hablan sobre la importancia de la lectura, especialmente durante la infancia. Libros que buscan enseñar cómo “contagiar” a los niños con el placer de leer, libros que hablan de la importancia de la oralidad, libros que hablan de los distintos tipos de libros para pequeños que existen en el mercado, libros con consejos, recetas, anécdotas de la vida real, dirigidos sobre todo a padres, maestros y bibliotecarios (o quizá debería más acertadamente decir madres, maestras y bibliotecarias, dado el mayor peso que el sector femenino tiene, todavía, en esas tres “profesiones”). Así que no se extrañen si en los próximos días abundan por este rincón fragmentos que hablen de esos temas y que dejen una estela de ideas sobre las que reflexionar, ya sea en voz alta o en voz baja.

No nos demoremos más:

Y nada, nada me ha resultado tan gratificante como profesora, como maestra – así me llamaban los niños en México – que enseñar a leer. Porque es, realmente, algo mágico. No es comparable, ni mucho menos a cuando el niño aprende a hablar. En primer lugar porque hablar es un proceso muy lento y del cual el niño no es consciente, aunque le guste mucho aprender palabras. Cuando el niño – y aún más el adulto, que no esperaba ya poder hacerlo – aprende a leer, es literalmente como un milagro. Un mundo entero que antes le estaba vedado se abre ante sus ojos, se les revela. Y ambos, niño y maestro, viven juntos esa alegría intensa y sobrecogedora. Y si ese momento se pudiera prolongar, si se le “jaleara” al niño suficientemente su “hazaña”, no dudamos que, a pesar de la televisión y otros pesares, a todos los niños les gustaría leer.

Lo dice María de la Válgoma, coautora de La magia de leer junto a José Antonio Marina.

La imagen, "Niños mirando el aparador de una librería. París, 1943" (Anónimo), apareció en el suplemento Culturas de La Vanguardia, núm. 262 (27.06.2007).

9 comentarios:

wraitlito dijo...

Gracias por la recomendación, algunos estamos particularmente interesados en el tema - porque luego, leyendo, se llega a todas partes -
Saludos.

Apolonio-de-Rodas dijo...

Hace un par de dias que uno de mis hijos leyó una palabra por si mismo, el solo se sorprendio de lo que ponia en el papel, a-ma-po-la, y yo me senti muy pero que muy orgullosa. Es algo unico ver como de repente unos palotes en un papel se pueden convertir en algo, entendible para un niño. Y el sentimiento de felicidad de su carita, es toda una experiencia.
Un beso

sfer dijo...

Esta entrada iba a titularse algo así como "envidia", porque es una experiencia que, no siendo ni maestra ni madre, todavía no he experimentado...

Anónimo dijo...

Creo que uno de los momentos más emocionantes, junto al del primer beso que aprenden a dar conscientemente, la primera palabra y los primeros pasos es oír leer a un niño por primera vez. Personalmente he sido testigo de ellos con mis dos hijos y aunque cada experiencia es un paso más en su aprendizaje, he de reconocer que lo de leer es algo que ellos mismos también reconocen como un triunfo de su inteligencia y de su voluntad.
Es una idiotez, pero en ese momento pensé "ya se pueden defender en este mundo" y tenían sólo cinco añitos..., ays, que me emociono.
Gracias Sfer por recordarme ese momento.

Anónimo dijo...

Me imagino que será un despiste, pero no puedo dejar de decirtelo, has puesto comprovar y es con "b" :).

Un chat botté dijo...

jo no he vist encara el meu fill aprenent a llegir però aprenent a parlar, també et puc perjurar que és de les coses més màgiques que hi ha. Com ells sols fan tot un procés per aprendre a conjugar els verbs, a posar els pronoms, els plurals, etc. és màgic de veritat.

sfer dijo...

Gracias por la corrección anónimo. Es mi mitad catalana, que se ha colado en el texto.

Lo que más gracia de hacía de cuando mis sobrinos empezaban a hablar era oírlos aplicar la norma a palabras irregulares. "No es diu obrit, es diu obert..."

Fernando García Pañeda dijo...

Yo me estoy curando de esa envidia.
Y me tomo prestada la imagen para algo parecido.
Un saludo.

Anónimo dijo...

Pues es uno de los tesoros ocultos que se revelan cuando se tienen hijos: ese irles descubrendo el mundo y las lecturas... Saludos desde Tökland