21 abril 2008

Sólo dos días para...

... ya saben, el gran día.

Una es un poco como una hormiguita, así que durante el año voy recogiendo semillas que guardo para cuando llegue el momento de plantarlas. Hace unos meses encontré un artículo de Javier Cercas, titulado "Apología y petición", que empezaba con esta bonita anécdota sobre el día de Sant Jordi, y creo que ha llegado su momento:
o la planto ahora, o tendrá que esperar al año que viene, y no vamos a tentar a la suerte.

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Señoras, señores, como ustedes saben, después de la fiesta de Sant Jordi el único invento catalán indispensable es el pan con tomate. ¿Lo saben? La fiesta de Sant Jordi es la mejor fiesta del mundo; en consecuencia, es una orgía perpetua: pese a ser un día laborable, nadie trabaja; las calles de todos los pueblos y ciudades de Cataluña se llenan de puestos de rosas y de libros; todo el mundo regala un libro y todas las mujeres, además del libro, reciben una rosa; los libreros dejan de perder dinero por unas horas; los escritores somos reinas por un día. Si uno le cuenta todo esto a cualquier forastero culto, la reacción es de incredulidad; si cualquier forastero culto acude el día de Sant Jordi a Cataluña para comprobar si ese disparate es cierto, entonces a la incredulidad se le añade una envidia enferma: contra lo que creen algunos resabiados, Sant Jordi no es hija del comercio, sino de la civilización, y por eso no hubiera podido crearla ni el mayor genio de la historia, ni puede implantarse por decreto ni ser transplantada a ninguna otra parte. Por lo demás, ese día los periodistas tienen la obligación de coleccionar anécdotas relativas a escritores y lectores, y cualquier periodista vendería su madre a la mafia rusa sin dudarlo a cambio de la anécdota de la jornada. Están de suerte: yo les voy a contar ahora mismo la que, a menos que alguien me desmienta de inmediato -y aunque me desmienta-, considero la mejor anécdota de la historia de Sant Jordi, y la demostración fehaciente de que es la mejor fiesta del mundo. Juzguen ustedes. El hecho le ocurrió a un amigo escritor hace unos años; omito su nombre porque me tengo prohibido hablar bien de mis colegas, no vaya a ser que me hagan sombra. Mi amigo es un escritor con muchos lectores, pero aquel día de Sant Jordi decidió no salir a firmar libros y se encerró en su despacho a escribir como cada mañana. Al mediodía, después de estrujarse en vano el cerebro durante cinco horas sin descanso, deprimido y harto y seguro de que se había equivocado de oficio se fue a comer a un restaurante. Pidió el primer plato, pidió el segundo; cuando iba a pedir el postre, la camarera se le acercó. "Esto sólo pasa en las películas", le dijo. "¿Qué cosa?", preguntó mi amigo. "Dos tipos que acaban de marcharse le han pagado la comida". Perplejo, mi amigo preguntó si los dos tipos habían dejado sus nombres; la camarera dijo que no y preguntó: "¿Usted lo entiende?". Fue entonces cuando mi amigo recordó que era el día de Sant Jordi y entendió: esos dos desconocidos a los que no volvió a ver nunca le habían dicho sin una sola palabra que, aunque estuviera deprimido y harto y creyera que se había equivocado de oficio, ellos querían seguir leyendo libros suyos. "No", le dijo mi amigo a la camarera. Pero volvió a su despacho sin tomar el postre.

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El artículo apareció en el suplemento "La Cataluña que viene", de El País, que apareció el 7 de octubre de 2007. No lo he encontrado en línea, así que no puedo facilitarles el enlace para que lean el artículo completo. Por otra parte, la imagen es de Linhart para el libro Poemes i cançons de les quatre estacions.

5 comentarios:

Noemi Risco Mateo dijo...

Aún no acabo de entender por qué no es fiesta cuando Sant Jordi es nuestro patrón :S
Saludos,
Tanakil.

Té blanco dijo...

Muy bueno el texto, y mmmmmm ¡que rico el pan con tomate! jajaja.
Me encantaría pasar el 23 de abril en tierras catalanas, debe ser un gustazo increíble. Pero de momento, me pasearé por calles madrileñas durante "La noche de los libros", (con clase de catalán incluida) y a ver que más me depara la tarde-noche.

dsdmona dijo...

Yo creo que si fuera fiesta perdería parte del encanto. Así es más interesante escaparte un ratito a media mañana o a la hora de comer para buscar aquel libro que nos hace ilusió o simplemente pasear entre el olor de las rosas y las páginas mecidas por el viento en, sin duda, el mejor día del año.

D.

El veí de dalt dijo...

Una historia digna de Paul Auster! No era el filòsof Francesc Pujols que deia: "Hi haurà un dia, que els catalans, en viatjar, ho tindrem tot pagat". Tu amigo escritor empezó en un bar...

sfer dijo...

Festivo o no festivo, gratis o pagando, en Madrid o en Barcelona, disfruten todos de esta semana en la que nos invaden los libros :-)