[Un fragmento de El salvaje, de Antoni García Llorca, premio Gran Angular 2009, editorial SM. Dedicado al Grup de Lectura en Veu Alta. Ellos sabrán por qué...]
Y fue a tumbarse al sol con un libro que sacó de su zurrón.
- ¡Un libro! - interrumpe el doctor-. ¿Y tú sabes qué libro era?
- Algo recuerdo -contesto-, porque Nadie empezó a leerlo para mí, cada día un poquito...
Cada día Nadie leía para mí, y yo me tumbaba a su lado, y a veces se tumbaban con nosotros los lobos. Los pobres ya no estaban para muchos trotes. Cada vez más, la educación de los lobatos los agotaba, y en sus ratos de paz andaban rendidos, jadeando como dos perros apaleados. También se dejaban caer las águilas. Con la edad, se les habían ablandado el pico y las garras. Yo les troceaba los conejos y las perdices con el cuchillo y las despachaba rapidito. Tenía prisa por dejarme arrullar por la voz de Nadie. Su voz de paloma era lo que más me importaba, me la bebía como si fuera agua, por eso no siempre atendía a lo que decía el libro.
- Pues haz un esfuerzo por recordar, Bernabé.
- A ver si puedo...
Recuerdo que era la historia de un héroe antiguo, un héroe de verdad, no como el celador Baltasar. Andaba perdido en el mar con sus compañeros y las pasaban canutas. Se las tenían con toda clase de monstruos e iban muriendo todos menos él, que era más listo que el zorro de mi valle.
- ¡Madre mía, lo sabía! - el doctor me interrumpe otra vez, se lleva las manos a la cabeza-. ¡Sabía que este libro se escondía en algún momento de tu pasado!
- ¿Lo conoce?
- Claro que lo conozco. Es un libro muy famoso. Contesta, ¿te gustó? Estoy convencido de que te impresionó, que dejó una huella profunda en tu cerebro...
Reconozco que el libro me gustó. En los momentos en que no estaba embobado con la voz de Nadie, me tenía en vilo. Aunque el héroe no me era simpático porque siempre andaba engatusando a los demás para salirse con la suya. Pero a Nadie le gustaba muchísimo. Según ella, el héroe era un luchador capaz de cualquier cosa, incluso de hacer teatro, con tal de alcanzar su objetivo, que era reunirse con sus seres queridos.
- Yo te diré cómo se llamaba vuestro héroe - dice el doctor. Se llamaba Odiseo. Y el libro se llama la Odisea.
¡Hay que ver qué memoria tiene el doctor! Odiseo y la Odisea, ¡ahora lo recuerdo! Y también recuerdo...
Recuerdo como si fuera ayer la tarde en que Nadie me leyó la aventura de Odiseo con las sirenas. Hacía calor. Nos habíamos bañado en el río y estábamos sentados en la orilla, con el libro abierto, muy juntos los dos, y desnudos...
[Lo que sigue, que ya es otro capítulo, es uno de los encuentros eróticos más bellos que he leído en los últimos meses, junto con - tomen nota - L'estiu dels papafigues, de Eglal Errera, del que no tengo constancia que haya aparecido en castellano, pero sí en catalán. Ambos libros, El salvaje y L'estiu dels papafigues, se han publicado en colecciones infantiles/juveniles. Ambos pasarán desapercibidos para muchos de los que ya casi ni nos acordamos de la adolescencia. Ambos han dejado una huella profunda en mí. Ambos merecen un rinconcito en Librosfera...]
01 julio 2009
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2 comentarios:
ui, el busco avui mateix!
Una gran recomanació. Que n´és de bonic i pur l'amor adolescent!!!
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