Yo te aseguro que cada vez que veo en el New York Times esos anuncios enormes del libro, con las opiniones encomiásticas de gentes de inteligencia, me echo las manos a la cabeza y compadezco al pobre público americano, al que se quiere hacer pasar por obra de primera una cosa así. Esta perturbación de los valores, tan corriente en el periodismo literario, puede ser muy peligrosa para la formación espiritual del americano. Del mismo modo que existe una Consumers Union, para llamar la atención del público sobre las falsedades y exageraciones de los anuncios sobre artículos mercantiles, debía haber otra para los productos del espíritu. Lo grave es que es mucho más difícil demostrar que un libro es malo que probar que la crema X de Elizabeth Arden no es mejor que la del 5 and 10's. Desde el momento que el libro se ha convertido en un artículo comercial, el éxito de una obra cae ya por completo fuera de toda relación con su valor. Y los pobres guinea-pigs del público leen como rebaños. ¿Viste hace un mes o dos los divertidísimos artículos en Profiles, del New Yorker, sobre los editores Simons and Schuster? Leyéndolos tenía yo la sensación de historiador, no de lector contemporáneo. Me parecía estar en una biblioteca, en el siglo XXI (¡qué esperanza!), leyendo documentos sobre la vida literaria hacia 1940. Y este artículo era precioso como prueba de lo absurdo de esa época. Y siguiendo con mi fantasía yo llamaba a este perído "La época del best seller", compendiando en esa frase todo el enorme disparate de nuestros días.
[El último de los fragmentos de las Cartas a Katherine Whitmore, de Pedro Salinas (ed. Tusquets), que quería compartir con ustedes. Si Pedro levantara hoy la cabeza...]
23 abril 2009
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2 comentarios:
Ya tienes razón, si viera como esta hoy día el panorama. Muy buena la selección, dan ganas de leerlo.
Feliz Sant Jordi!
juan
Parece que hablara de Babelia.
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