En Regaliz, el gato y el conejo de la portada se encuentran para comer golosinas en el bosque. Una golosina de color azul como el cielo provoca la pregunta.
... que allí arriba...
... en el cielo, ¿hay algo?
Me atraen los libros infantiles que tratan el tema de la muerte. Quizá mis favoritos sean este Regaliz, El pato y la muerte (que ya mencionamos ayer), Como todo lo que nace, o El libro triste. Es un tema delicado, y los autores parecen siempre buscar (y en muchos casos encontrar) un fino hilo por el que caminar para abordar el tema. Textos en los que cada palabra está medida. Verdaderas obras de ingeniería. Poetas, eso son. Ni más, ni menos.
PS: No puedo dejar pasar la oportunidad, ahora que nos acompaña Sylvia van Ommen, de recomendarles otra obra suya, La sorpresa. Un álbum sin palabras que consigue crear una intriga que se va desvelando poco a poco... La única pega (que al mismo tiempo se puede considerar su mayor logro) de estas obras es realmente su brevedad: una querría que duraran tanto como alguno de los tostones que ha leído a lo largo de su vida. Pero, maldita sea, ¡consiguen el mismo efecto con tan solo unas pinceladas y unas cuantas palabras!
[Resumen de la serie 6 días 6 álbumes.]
3 comentarios:
Es una fascinación compartida, Sfer. Los cuatro álbumes que comentas son extraordinarios. Todos los años tengo dificultades con mis alumnos para hacerles ver la calidad de esas historias. Sus prejuicios son al principio más fuertes que mis argumentos. ¿La muerte contada a los niños? ¿No los traumatizará? Cada curso la misma duda. ¿Y sabes quiénes transforman sus modos de pensar? Los propios niños. Me gustaría que vieras las caras de asombro con que regresan a clase después de haber tenido la oportunidad de leer alguno de esos álbumes en una escuela. "¡No os lo vais a creer! ¡Cómo discutían sin problemas! !Esto es muy fuerte!", decía a sus compañeros uno de mis alumnos hace unos meses después de leer "El pato y la muerte" a un grupo de niños de seis años. A muchos de ellos, esos álbumes les ha permitido descubrir el verdadero mundo de la infancia. Nada más que por eso merecen la pena. Me alegra, Sfer, que hables de ellos.
Recuerdo una actividad que hicimos el verano pasado en la biblioteca. Vino mi sobrina para tocar el violín para unos niños, y al final ella tocó una pieza y les pedimos a los niños que cerraran los ojos y luego dibujaran lo que la música les había sugerido. Era una melodía bastante melancólica. Os sorprendería ver la cantidad de niños que dibujaron algo relacionado con la muerte: calaveras, tumbas, cementerios... Evitar esos temas es una actitud adulta, un tabú impuesto por nosotros.
Aunque no quiero dejar de decir que, a pesar de que estos álbumes son, sin ningún género de dudas, muy recomendables para mirar con niños, son también una fuente de literatura para los adultos. Ese es el espíritu de estas entradas: acercar el álbum también a todos aquellos que no tienen niños, no trabajan con niños o no se relacionan con niños, pero aman la literatura.
Comparto plenamente tu proselitismo. Los amantes de la literatura lo agradecerán.
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