En las tres casas, unidas por pasadizos y estrechas escaleras, había cerca de un millón de objetos, entre los que cabe destacar: 7200 sombreros de alas flexibles para que no se los llevara el viento; 160 ruedas de timón de barcos mareados a fuerza de dar vueltas al mundo; 245 fanales de embarcaciones que desafiaron las más espesas nieblas; 12 telégrafos de mandos aporreados por las manos de iracundos capitanes; 256 brújulas que jamás perdieron el norte; 6 elefantes de madera de tamaño natural; 2 jirafas disecadas en actitud de contemplar la sabana; 1 oso polar disecado en cuyo vientre yacía la mano derecha, también disecada, de un explorador noruego; 700 ventiladores cuyas aspas al girar recordaban las frescas brisas de los atardeceres en el Trópico; 1200 hamacas de yute que garantizaban los mejores sueños; 1300 marionetas de Sumatra que sólo habían interpretado historias de amor; 123 proyectores de diapositivas que mostraban paisajes en los que siempre se podía ser feliz; 54.000 novelas en cuarenta y siete idiomas; 2 reproducciones de la Torre Eiffel, construida la primera con medio millón de alfileres de sastre, y con trescientos mil mondadientes la segunda; 3 cañones de barcos corsarios ingleses; 17 anclas encontradas en el fondo del mar del Norte; 2000 cuadros de puestas de sol; 17 máquinas de escribir que habían pertenecido a famosos escritores; 128 calzoncillos largos de franela para hombres de más de dos metros de estatura; 7 fracs para enanos; 500 pipas de espuma de mar; 1 astrolabio obstinado en señalar la Cruz del Sur; 7 caracolas gigantes de las que provenían lejanas resonancias de míticos naufragios; 12 kilómetros de seda roja; 2 escotillas de submarinos; y muchas otras cosas que sería largo de nombrar.
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[El hogar de Sabelotodo sólo puede visitarse leyendo Historia de una gaviota y del gato que le enseñó a volar, de Luis Sepúlveda. Lástima...]
19 noviembre 2009
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