01 septiembre 2010

¡Sabía leer!

Son mágicos los instantes en que un niño se entera de que puede leer las palabras impresas.
Durante un tiempo, Francie sólo sabía pronunciar las letras una a una, para luego juntar los sonidos y formar una palabra. Pero un día, mientras hojeaba un libro, la palabra "ratón" le apareció entera y de inmediato adquirió sentido. Miró la palabra y la imagen de un ratón gris se estampó en su cabeza. Siguió leyendo y cuando entrevió la palabra "caballo", oyó los golpes de sus cascos en el suelo y vio el sol resplandecer en sus crines. La palabra "corriendo" la golpeó de repente, y ella empezó a jadear, como si de verdad hubiese estado corriendo. La barrera entre el sonido de cada letra y el sentido de una palabra entera se había caído. Ahora, con un simple vistazo, la palabra impresa le revelaba su sentido. Leyó rápidamente unas páginas y estuvo a punto de desmayarse por la emoción. Quería gritarlo al mundo entero: ¡sabía leer! ¡Sabía leer!
A partir de entonces el mundo se hizo suyo a través de la lectura. Nunca más se sentiría sola, nunca más añoraría la compañía de un amigo querido. Los libros se volvieron sus únicos aliados. Había uno para cada momento: los de poesía eran compañeros tranquilos, los de aventura eran bienvenidos cuando se aburría, y las biografías cuando deseaba conocer a alguien. Ya adolescente, llegarían las historias de amor. La tarde que descubrió que podía leer, se prometió leer un libro al día durante el resto de su vida.


***
Otro fragmento de Un árbol crece en Brooklyn, de Betty Smith.

9 comentarios:

Daniela Carolina Cañete dijo...

Me encantó éste fragmento, mi niño mayor está en 1º grado y está muy cerquita de leer, está muy entusiasmado, deseo que continúe su amor por los libros.

Jo Grass dijo...

¡Qué entrañable resulta este libro!

U-topia dijo...

Sólo puedo añadir que esa emoción la llevo sintiendo toda mi vida. Leer es una de las pocas cosas que considero vital para mi y nunca me decepciona.
Admiro a las maestras (y lo digo en femenino porque casi todas son mujeres) de parvulario por lograr ese momento de magia... deberían ser las enseñantes más valoradas, obviamente no es así. Eso sí, cuentan con el inmenso cariño de sus alumnos/as.
No conocía el libro y lo apunto... Merci.

Cristina dijo...

Gracias por compartir tanta maravilla!

Anónimo dijo...

Hay un libro de Vicente Muñoz Puelles titulado Óscar y el río Amazonas, la continuación de Óscar y el león de correos, en el que el protagonista explica la transición de no saber leer a poder terminar él solito un libro de "mayores". Es tierno sin ser ñoño y hace que se te encoja un poquito el corazón. Lo recomiendo. Es de la editorial Anaya, Sopa de Libros.

sfer dijo...

Y las ilustraciones... ¡qué delicia!

Jo Grass dijo...

Tomo nota sobre la recomendación de los libros de Vicente Muñoz Puelles!

Fernando Bolaños dijo...

Creo que describe uno de los momentos sublimes en el desarrollo de cada niño o niña... Gracias por compartirlo con nosotros...

Fernando

Alejandra Darriulat dijo...

Hermoso fragmento! Me conmovió recordar mi infancia y los primeros pasos en el inagotable mundo de las letras; aquel genuino descubrimiento de las cosas, a través de las primeras palabras que levantaban sobre un papel imágenes, sonidos, sabores, y que todavía me sacuden, me acarician, me golpean o me sorprenden.
Me encanta leer, escribir, y aún lo hago con pasión.

Muchas gracias por ofrecernos esta otra ventana al mundo de los libros; tu blog.

Saludos, Alejandra