19 junio 2006

Una infinita sucesión de anomalías

El antiguo doctorando y erudito se aclaró la garganta y me pidió licencia para expresar su desacuerdo. No había normas en lo que se refería a escribir, afirmó. Cuando se consideraba la vida de poetas y novelistas, se acababa frente a un absoluto caos, una infinita sucesión de anomalías. Eso se debía al hecho de que escribir era una enfermedad, prosiguió Tom, algo así como una infección o gripe del espíritu que podía atacar a cualquiera en el momento más insospechado. Al joven y al viejo, al fuerte y al débil, al borracho y al sobrio, al cuerdo y al loco. Echa un vistazo a la lista de los gigantes y semigigantes, y descubrirás a escritores que siguieron todo tipo de tendencias sexuales, que asumieron todas las posiciones políticas, que mostraron todas las facetas del espíritu humano: del idealismo más noble a la corrupción más insidiosa. Eran criminales y abogados, espías y médicos, soldados y solteronas, viajeros y enclaustrados. Si no cabía excluir a nadie, ¿qué impedimento había para que un antiguo agente de seguros de vida casi sesentón pasara a engrosar sus filas? ¿Qué ley declaraba que Nathan Glass no se había contagiado de la enfermedad?
Me encogí de hombros.
- Joyce fue autor de tres novelas - explicó Tom -. Balzac escribió noventa. ¿Supone eso una gran diferencia para nosotros?
- Para mí no.
- Kafka escribió su primer relato en una noche. Stendhal escribió La cartuja de Parma en cuarenta y cinco días. Melville escribió Moby Dick en dieciséis meses. Flaubert dedicó cinco años a Madame Bovary. Musil trabajó dieciocho años en El hombre sin atributos y murió antes de acabarlo. ¿Nos importa algo de eso ahora?
La pregunta no parecía exigir respuesta.
- Milton era ciego. Cervantes sólo tenía un brazo. A Christopher Marlowe lo mataron de una puñalada en una reyerta de taberna antes de que cumpliera los treinta. Al parecer, el puñal le atravesó limpiamente un ojo. ¿Qué debemos pensar de eso?
- No sé, Tom. Dímelo tú.
- Nada. Abolutamente nada.
- Me inclino a compartir tu opinión.

(Brooklyn Follies, de Paul Auster)

2 comentarios:

Anónimo dijo...

mira qué he llegit:
(ho escriu una noia que signa Helena)
Precisamente estoy haciendo ahora un estudio sobre Marlowe para poesía inglesa(estoy en último año de filología inglesa). Marlowe no murió en una raberna, sino en una casa particular. La dueña de la casa era la prima del ama de Isabel I. Frizer era empleado de Southamptom, lord y mecenas de Marlowe y Shakespeare..Los otros dos presentes eran espías, como el propio Marlowe, y ambos estuvieron en Rheims,sofocando el intento de atentado de los Jesuítas católicos contra la reina Isabel I...Hay muchos claroscuros en su muerte...y en la súbita aparición de Shakespeare, q sólo era un oscuro actor sin estudios antes de la muerte de Marlowe,y q publicó su prmera obra mes y medio después de su "muerte"...

Mayo 14, 2005 12:29 PM #

què hem de pensar d'això?

sfer dijo...

Que potser el Tom Stoppard (guionista de Shakespeare in Love) no pixava tan fora de test com tothom va pensar en veure la peli XD.