31 julio 2006
28 julio 2006
Tokio Blues
De esta manera, y hasta cierto punto, los libros han pasado para mí a posicionarse en la escala de grises que hay entre dos polos: las historias que consiguen transmitirme algo, o las que, por razones x, o me dejan indiferente o directamente me irritan. Muchas veces no me paro a analizar por qué cada historia ocupa el lugar que ocupa dentro de ese espectro, pero voy a hacer una excepción (de la que sólo vosotros sois los culpables, así que apechugad con el post...)
Si fuera Watanabe y Midori me preguntara ¿qué te ha parecido Tokio Blues? quizá respondiera que ha sido como vaciar todo el hielo del polo norte en una bañera y sumergirse en ella. O quizá todo lo contrario. Y es que es una historia de extremos. De soledad extrema, de total incomprensión, de alienación absoluta. Todo ello tan abrumador, tan sobrecogedor, que ha de ser uno muy fuerte para que no se le lleve la corriente.
Imagen de Hana and Alice
Tiene Tokio Blues un aroma que también emana de ciertas películas asiáticas que tienen como protagonistas a jóvenes o a adolescentes (especialmente las películas de Shunji Iwai: April Story, All about Lily Chou Chou, Hana and Alice). Todas ellas comparten con Tokio Blues, además de elementos argumentales que resuenan a Murakami (y que una vez leído el libro, y sabiendo el impacto que tuvo en Japón en su día, me hacen preguntarme sino estarán directamente inspirados en él), una... ¿cómo llamarlo? estética quizá... un tempo, una introspección, una serie de sensaciones muy parecidas. Es posible que lo que las hace tan similares a Tokio Blues sea la tendencia a la melancolía, a la nostalgia, en unos personajes que pese a su juventud (o quizá a causa de ella) han vivido una serie de experiencias que les han separado de la corriente que arrastra a su generación y que por tanto las convierte en diferentes, en especiales, y las marca con ese aire de “adultez” y de añoranza por una vida que en su caso no es pasada, sino fuera de su alcance.
En fin, no sé si todo esto tiene algún sentido o no, si estáis de acuerdo o pensáis que no estoy diciendo más que memeces. Alguien dijo que esperaba mis comentarios sobre el tema y espero haber cumplido.
Ah... y como era de esperar, no he encontrado los “al menos dos anacronismos” de la novela. Así que hay alguien que nos debe un comentario aclarador al respecto.
Que pasen ustedes un buen fin de semana (o vacaciones, lo que se tercie). A los que se quedan, nos leemos la semana que viene :-)
27 julio 2006
Libros falsos
26 julio 2006
L'illa del tresor
Un programa que no describe la realidad; la apalabra. No entrevista a los invitados; los desmaquilla. Un oasis semanal que cartografía la infancia, pone voz a la memoria y música al olvido, confiesa buenos propósitos y origina dudas. Un territorio dadá, la sala de juegos de dos niños aburridos que rompen el juguete para ver que hay dentro. [traducción casera del catalán]
Vamos... la miel en los labios, viendo cómo está el panorama televisivo. Lástima que una tenga unos horarios bastante poco flexibles y esté durmiendo cada noche, como muy tarde, a las once; supongo que no hace falta que os diga que "L'illa del tresor" no estaba programada precisamente en horario de prime time, así que no he podido seguirlo.
Anoche, sin embargo, haciendo el último zapping (el que viene immediatamente después del telediario de la 2 e immediatamente antes de irme a dormir), tropecé con la extraña pareja de jotas en la pantalla, en un especial del programa titulado "Biblioteca (llibres i literatura)". Una es débil, y faltaba todavía media hora para mi límite de las once, así que me quedé a verlo.
En realidad, no duró mucho más de media hora. Era una selección de episodios, de entrevistas que han venido realizando estos meses, relacionados con los libros y la literatura. Vargas Llosa, John Irving, Vila-Matas, Carme Riera, Isabel Coixet, y otros muchos, hablando sobre libros y literatura. Pero, lo mejor de todo, para cerrar el programa, Joan Barril y Joan Ollé en un mano a mano, mostrando fotos de la actualidad mundial y asignándoles títulos de libros.
La conjura de los necios
Mucho ruido y pocas nueces
Las uvas de la ira
Y más. El hombre sin atributos (la detención de Hussein), Opiniones de un payaso (las memorias de Aznar), Paraíso perdido (Banda Aceh después del Tsunami), El principito (Don Felipe), Don Juan (una foto del propio Barril)...
Desde aquí, mis más sinceras felicitaciones al equipo del programa. Valiente, divertido y diferente. No me atrevería a pedir más...
PS: El programa puede verse a través del servicio de pago 3alacarta de Televisió de Catalunya. En youtube encontraréis fragmentos del programa en el que estuvo invitado Vila-Matas buscando "Illa del tresor".
25 julio 2006
¡Peligro! Gente leyendo...
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Los peligros de la lectura literaria
"¿Por qué la soledad del lector o de la lectora frente al texto inspiró temor en todas las épocas? Por supuesto, existen miedos relativos al contenido de los libros, del que todo tipo de 'iniciadores' pretenden 'proteger' al lector. Subsiste hoy todavía, más a menudo de lo que suponemos, el temor de que el libro instale en nosotros algo pernicioso, algo sedicioso. O que sea recibido de manera extraviada, incontrolable, que alguien encuentre en él algo distinto de lo conveniente. Pero más aún que el contenido de los libros, lo que da miedo, me parece, es el gesto mismo de la lectura, que constituye un desapego, una forma de desviarse. Los lectores y las lectoras irritan porque no se puede ejercer mucho ascendiente sobre ellos, porque se escapan. Son como traidores o desertores…" (*)
La literatura es ambigua, y lo es también, y sobre todo, desde el punto de vista moral. Como lo dice el "Prefacio" de Oscar Wilde, quien sufrió en carne propia los efectos de la censura moral de su época: la literatura escapa a la moral, la literatura es amoral. De allí que toda lectura, o control moral sobre la literatura supone una forma de censura. Desde la censura brutal, como la quema de libros durante los regímenes dictatoriales, a la censura "doméstica" en la selección de textos bajo criterios morales, o en la coerción lectora para la búsqueda del mensaje de turno.
Si la literatura nos habla del mundo y nos transforma, no lo hace transmitiéndonos formas ya digeridas de cómo ver el mundo y cómo actuar en él. No es su función decirnos cómo debemos pensar y actuar según formas canonizadas, instituidas, oficiales de pensamiento y acción. Para la literatura el mundo no es algo de lo que ya todo se sabe, y por lo tanto nada más se necesita que repetir lo ya dicho. Los textos literarios, y su lectura libre, como sucede con la recepción del arte en general, nos movilizan para la búsqueda de personales, impredecibles recorridos para la comprensión del mundo y de nosotros mismos. Si leemos en libertad los textos, complejos, ambiguos, inabarcables de la literatura, nos preparamos para al mismo tiempo leer en libertad la realidad compleja, ambigua, inabarcable, ¿absurda, incompresible? que nos rodea.
La literatura, y en esto se parece mucho a los niños, es peligrosa porque perturba las formas cristalizadas que nos damos (que nos dan) para interpretar la realidad.
"El poeta es un restaurador de la infancia en el proceso mismo en que, convertido en niño, renueva la mirada y abre lo que ha sido suprimido y olvidado como posibilidad de experiencia." (**)
La literatura es peligrosa porque actúa sobre los lectores justamente en sentido contrario que cualquier modalidad de transmisión de un "deber ser" consensuado socialmente. La literatura es búsqueda y descubrimiento de significados, y no reproducción pasiva de verdades digeridas por otros. Como el juego, como el arte en general, la literatura es gratuita, inútil, indomesticable. [La negrita es mía... no he podido resistirlo]
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(*) Petit, Michèle. "Lectura literaria y construcción de sí mismo". En Lecturas: del espacio íntimo al espacio público. México, Fondo de Cultura Económica, 2001; Colección Espacios para la lectura; pág. 53.
(**) Larrosa, Jorge. "Venenos y antídotos". En La experiencia de la lectura. Estudios sobre literatura y formación. Barcelona, Laertes, 1998; pág.79. De este mismo libro hay una nueva edición revisada y aumentada, publicada por el Fondo de Cultura Económica (México, 2003; Colección Espacios para la lectura).
24 julio 2006
Treinta años
- No es que no crea en la literatura contemporánea, pero no quiero perder un tiempo precioso leyendo libros que no hayan sido bautizados por el paso del tiempo. ¿Sabes?, la vida es corta.
(Tokio Blues, de Haruki Murakami)
[Foto de borabora]
Alicia Martín (y II)
Infinitas gracias desde aquí a Kafkaprocesado por tomarse mi llamamiento del viernes al pie de la letra y haberme hecho llegar varias fotos de la fuente de Alicia, instalada delante del IVAM.
21 julio 2006
Alicia Martín
Una de las fuentes que han instalado delante del IVAM es obra suya, pero no he conseguido encontrar ninguna foto por Internet... Si alguno de los visitantes valencianos de este rincón pasa por allí y lleva una cámara encima, que no dude en hacer una foto y enviármela :-)
20 julio 2006
De Bath a Santiago (pasando por Shangai y Tokio)
"Quizá eso que dice Berger, que los libros llevan de unos a otros, sea lo más bonito de la afición por la lectura."
Lo decía solodelibros aquí, y me hizo gracia porque precisamente así es como me muevo por los libros: uno me lleva a otro. A veces es una vez lo he terminado de leer que pienso "después de A, debería leer B" (a pesar de que quizá luego se demuestre que estaba equivocada y A y B eran libros que no tenían absolutamente nada que ver el uno con el otro), pero la mayoría de las veces tengo el itinerario creado con libros y libros de antelación.
Otra de mis manías es que tiendo a leer varios libros relacionados entre sí de un tirón y no me gusta cambiar de género o de autor sin buscar un enlace, un puente, un eslabón que me lleve suavemente de un libro a otro. Son libros que tienen algo que ver con los que me he leído previamente y con los que seguirán. Libros que me ayudan a cambiar de rumbo...
Este verano, en concreto, el itinerario llega a tener ocho grados de separación, con dos cambios de rumbo. Volviendo un par de libros atrás, este ha sido y será el recorrido:
- La niña del faro, de Jeanette Winterson
- Casada con Buda, de Wei Hui (cambio de rumbo: de Europa nos vamos a Asia)
- Tokio Blues, de Haruki Murakami (podéis leer opiniones aquí y aquí).
- Sueño profundo, de Banana Yoshimoto
- Sopa de miso, de Ryu Murakami (podéis leer un texto suyo titulado "Japan's lost generation" aquí)
- The Ring, de Koji Suzuki (cambio de rumbo: de Asia nos vamos a la novela de terror)
- Trece campanadas, de Suso de Toro (de la que, buscando enlaces, acabo de enterarme que también han hecho una película.)
A partir de ahí, el itinerario no está nada claro (se aceptan más sugerencias terroríficas: va a ser prácticamente mi primera incursión en el género, a pesar de convivir con un fanático de Lovecraft), ni tampoco cuál será el cambio de rumbo que me saque de la novela de terror, ni hacia dónde me llevará.
Como habréis podido comprobar, no es que me guste demasiado improvisar...
18 julio 2006
Intro. Jeanette Winterson y La niña del faro
Todavía no he conocido a nadie que hubiera leído a Winterson antes, y creo que es una lástima, así que voy a seguir poniendo granitos de arena para cambiar el rumbo de las cosas.
Además... hay cosas que una siente el deber de compartir.
I. La niña del faro y la vida
Mejor pensar en mi vida así: parte milagro, parte locura. Mejor aceptar que no puedo controlar nada de lo que realmente importa. Mi vida es una estela de naufragios y de partidas a toda vela. No hay llegadas ni destinos. Sólo bancos de arena y naufragio. Luego, otro barco, otra marea.
No acepto que la vida tenga una forma ordinaria, ni que la vida tenga nada de ordinaria. La hacemos ordinaria, pero no lo es.
Estamos aquí, allí, aquí no, allí no, nos arremolinamos como motas de polvo, reclamamos para nosotros los derechos del universo. Somos importantes, somos nada, quedamos atrapados en vidas que son obra nuestra y que nunca quisimos. Escapamos, lo intentamos de nuevo, nos preguntamos por qué el pasado viene con nosotros, nos preguntamos cómo hablar del pasado.
II. La niña del faro y Paul Auster
Hay muy poca vida, y está preñada de casualidades. Nos encontramos, no nos encontramos, giramos por donde no debemos y, aun así, tropezamos uno con el otro. Conscientemente elegimos el “camino correcto”, y no lleva a ninguna parte. (La niña del faro, de Jeanette Winterson)
III. La niña del faro y las historias
- ¿Por qué no puedes simplemente contarme la historia sin tener que empezar por otra historia?
- Porque no hay historia que empiece en sí misma, del mismo modo que no hay niño que venga al mundo sin padres.
Cuéntame un cuento, Pew.
¿Qué clase de cuento, pequeña?
Uno con final feliz.
En el mundo eso no existe.
¿Un final feliz?No, un final.
IV. La niña del faro y El Dios de las pequeñas cosas
Hay gente que dice que las mejores historias no tienen palabras. No les criaron para ser fareros. Es cierto que las palabras se desvanecen y a menudo las cosas realmente importantes no se dicen. Las cosas importantes se aprenden en los rostros, en los gestos, no en nuestras lenguas encarceladas. Las cosas auténticas son demasiado pequeñas o demasiado grandes, o en cualquier caso nunca tienen el tamaño adecuado para encajar en el templo llamado lenguaje.Eso ya lo sé. Pero también sé otra cosa, porque me criaron para ser farera. Apagad el bullicio del día a día, y al principio sentiréis el alivio del silencio. Luego, muy quedo, tan quedo como la luz, regresa el significado. Las palabras son la parte del silencio que puede ser hablada. (La niña del faro, de Jeanette Winterson)
y V. La niña del faro y el amor
Mi pequeña órbita de vida gira en torno al amor. No me atrevo a acercarme más. No soy un místico en busca de la comunión final. No salgo sin mi protector solar 15. Me protejo.
Pero hoy, ahora que el sol está en todas partes y todo lo sólido no es más que su propia sombra, sé que las cosas auténticas de la vida, las cosas que recuerdo, las cosas que hago girar en las manos, no son cosas, cuentas bancarias, premios ni ascensos. Lo que recuerdo es el amor, todo el amor, el amor por este camino de tierra, por este amanecer, por un día junto al río, por el desconocido que conocí en un café. Incluso por mí misma, que es lo que más cuesta amar, porque el amor y el egoísmo no son lo mismo. Es fácil ser egoísta. Es duro amar al ser humano que soy. No me extrña que me sorprenda que tú lo hagas.
Pero es el amor el que triunfa. En este camino abrasador, rodeado de alambradas para impedir que se escapen las cabras, durante un minuto descubro para qué he venido hasta aquí, lo cual sin duda es una clara señal de que lo olvidaré al instante.
Me sentí plena.
17 julio 2006
14 julio 2006
Llevadme a casa...
Escrito en el cuerpo hay un código secreto, sólo visible bajo ciertas luces; los posos de toda una vida se acumulan en él. En algunos sitios, el palimpsesto está tan trabajado que las letras, al tacto, parecen braille. Me gusta guardar mi cuerpo enrollado, lejos de las miradas curiosas. Sin llegar nunca a desplegarme demasiado, a contar toda la historia. (Escrito en el cuerpo, de Jeanette Winterson)
Pero, al fin y al cabo, somos libres. No nos limitan las leyes de nuestra naturalez, sino las maneras en que podemos imaginarnos librándonos de esas leyes sin violentar con ello nuestro ser esencial. Somos libres para trascendernos, si tenemos la suficiente imaginación para hacerlo. (Una vida imaginaria, de David Malouf)
Pero no sucedió nada, porque a la vida siempre le falta alguna cosa para ser perfecta. (Sin sangre, de Alessandro Baricco)
Aquella noche, mientras caminaba por el desierto, Aurélien tuvo la intuición de eso que sólo acude en el momento de morir: la vida depende sólo de la solidez de un hilo. Un hilo de oro tejido por los días en que uno comprende que la necesidad de calmar la sed será cada vez más fuerte que el placer de beber. Que la necesidad de permanecer con vida será cada vez más bella que el placer de vivir. (El apicultor, de Maxence Fermine)
[¿Qué es esto?]
13 julio 2006
Cero
Hemos solicitado a los servicios centrales una lista con todas ellas para darles la oportunidad de su vida: conseguir pasar de 0 a 1 préstamo. ¿Cómo? Sacándolas de la marabunta de los estantes y dedicándoles un lugar privilegiado donde podrán exhibir sus portadas para intentar atraer al usuario que, picado por la curiosidad en su mayor parte, se las lleve a casa.
Entre ellas, pobres, he encontrado algunos de mis libros preferidos... No me lo explico, pero así ha sido. Los apadrinaría yo, si no fuera porque la mayoría ya tienen su rincón en mis estanterías.
- Sense sang, de Alessandro Baricco.
- Una vida imaginaria, de David Malouf.
- L'apicultor, de Maxence Fermine.
- Ciutadella, de Antoine de Saint-Exupéry (y puedo asegurar que es uno de mis libros favoritos a pesar de no haberlo leído todavía).
- Escrito en el cuerpo, de Jeanette Winterson (pronto, más sobre ella, pues estoy terminando La niña del faro).
En su honor, mañana vendré con una cita de cada uno de ellos.
Buena suerte, amigos...
[Leer las citas]
12 julio 2006
Bibliotecarios dementes
"Pasen y vean al bibliotecario del siglo XXI: radicales obsesionados con Bush, buenos con los libros y estúpidos en el mundo real. Esperemos que el servicio de seguridad de la Primera Dama venga preparado. Nunca se sabe lo que pueden tirarle tan tolerantes individuos."
Eso, eso... que vaya Laura con cuidado, no vaya a encontrarse con un individuo como el de la izquierda, dispuesto a lanzarle una copia de El Capital...
11 julio 2006
Tom Schamp
10 julio 2006
Aquí nos vemos... en los libros
Me gustaban los libros que me llevaban a otra vida. Por eso leía los libros que leía. Muchos. Todos trataban de una vida real, pero no de lo que me pasaba a mí cuando volvía a abrirlo por donde lo había dejado la última vez. Cuando leía perdía el sentido del tiempo. Las mujeres siempre sienten curiosidad por las vidas de los otros; la mayoría de los hombres son demasiado ambiciosos para entenderlo. Unas vidas que has vivido antes o que podrías haber vivido. Y esperaba que tus libros trataran de otra vida que yo sólo quería imaginarme, no vivir; imaginarla por mí misma, sola, sin palabras. Así que fue mejor que no los leyera. Los veía en la estantería, al otro lado del cristal. Con eso me bastaba.
Hoy corro el riesgo de escribir tonterías.
Escribes algo y no sabes inmediatamente qué has escrito. Siempre ha sido así, dice. Lo único que tienes que saber es si mientes o si tratas de decir la verdad, ya no te puedes permitir equivocarte en esta distinción.
Si la ocasión lo permitía, siempre prefería los gestos a las palabras. Tal vez debido a su respeto por las silenciosas palabras escritas. Debió de estudiar en las bibliotecas, pero para él el mejor lugar para un libro era el bolsillo de la gabardina. ¡Y los libros que sacaba de ese bolsillo!
No me los daba directamente. Me decía el nombre del autor, pronunciaba el título y lo dejaba en la repisa de la chimenea de su habitación. A veces había varios apilados, para que yo escogiera. George Orwell. Sin blanca en París y Londres. Marcel Proust. Por el camino de Swann. Katherine Mansfield. El Garden Party. Laurence Sterne. Vida y opiniones de Tristam Shandy. Henry Miller. Trópico de Cáncer. Por distintas razones, ninguno de los dos creíamos en explicaciones literarias. Nunca le hacía preguntas sobre lo que no entendía. Ni él se refirió nunca a lo que podría resultarme difícil captar en todos aquellos libros dada mi edad y mi escasa experiencia. Sir Frederick Treves. El hombre elefante y otros recuerdos. James Joyce. Ulises (una edición en inglés publicada en París). Compartíamos tácitamente la idea de que, en parte, uno aprende o trata de aprender a vivir en los libros. El aprendizaje empieza mirando el primer abecedario ilustrado y no acaba hasta el día que morimos. Oscar Wilde. De Profundis. San Juan de la Cruz.
Cuando le devolvía los libros me sentía más cerca de él, porque sabía un poco más de lo que él había leído durante su larga vida. Los libros nos acercaban. Muchas veces un libro llevaba a otro. Después de leer Sin blanca en París y Londres, quise leer Homenaje a Cataluña.
(Ambos fragmentos de Aquí nos vemos, de John Berger)
07 julio 2006
05 julio 2006
Los últimos diez años
(Javier Cercas en el número 111 de Qué Leer - junio 2006. La caricatura es de Loredano.)
04 julio 2006
03 julio 2006
Libros olvidados
01 julio 2006
La Ilusión de Overlain
"Cerca de los cráteres extintos del monte Elgon hay un anciano Kaya que vive solo, alejado de las tribus. Unos dicen que por su boca sólo salen mentiras peligrosas y otros que es bondadoso y que de sus labios sólo oirás salir grandes verdades. Un joven guerrero se acercó hasta su humilde cabaña de paja pues sentía curiosidad y viendo al anciano en la puerta le preguntó:
- Dime, anciano, cuando hablan de ti, ¿quiénes dicen la verdad?
- Ni unos ni otros - contestó el anciano - ya que todo hombre es como una danza de luz y sombra ante una hoguera; las llamas te elevan,p ero al mismo tiempo crean sombras terribles."
(Fragmentos de La Ilusión de Overlain, de Luis Durán. Podéis ver algunas viñetas aquí.)