19 enero 2016

[ANONYMOUS] Lo de las librerías

[El siguiente mensaje ha llegado a mi buzón, y creo que vale la pena dejarlo por aquí, a ver qué pasa...]

Uf, lo de las librerías, pequeñas, grandes; lo de los editores. Es como la eterna "crisis del teatro". En cierto modo, el tema me provoca cierto asqueo, en el sentido de que, en el fondo, muy poca gente defiende la lectura como un acto que, simplemente, te ayuda a sobrellevar mejor las cosas feas de la vida –y también las bellas–. Es algo que ni te hace mejor ni peor, ni más culto ni más bueno ni más nada. En mi opinión, te acompaña, que ya es mucho, que una buena compañía es difícil de encontrar.

Cuando librerías y editoriales hablan de fomentar la lectura, en general solo leo: DINERO, DINERO, COMPRAS, VENTAS, DINERO. Las librerías pequeñas quieren vender, lo mismo que las grandes, y no trabajan por amor al arte (como es lógico, por otro lado, porque todos, por desgracia, necesitamos dinero). Y en general casi todas –como casi todo el resto de negocios– se prestan a la porquería del consumismo, como nosotros, como la Navidad y como todo esto. Y las editoriales, en general –repito, no todas, luego concreto–, tres cuartos de lo mismo.

Ya sé que todos trabajamos por dinero, porque lo necesitamos, porque todo cuesta dinero. Pero, pues eso, invertir la cesta entera en E. L. James porque es E. L. James –o en quien sea porque se haya hecho un nombre, al margen de si es bueno o malo, y con ello no juzgo a E. L. James, es solo un ejemplo– es estar vendido al dinero. Si los editores optan por editar libros de Belén Esteban que ni siquiera ha escrito Belén Esteban, eso es lo que fomentan y hechos son amores. En ese sentido, muchos pequeños editores se salvan y están haciendo las cosas bien, que eso también hay que decirlo.

Pfff, no sé, puede que me equivoque. Vaya, seguro que me equivoco, pero me parece todo tan hipócrita, tan sucio. La ley del precio fijo, por ejemplo, naturalmente sirve para proteger al librero pequeño, al editor pequeño, pero obviamente perjudica al lector empedernido pequeño, porque muchos lectores empedernidos pequeños no tienen para comprarlo todo. De hecho, muchos lectores empedernidos pequeños usan las bibliotecas, verdaderas fomentadoras de la lectura. Porque –¿en serio hay que decirlo?– comprar no equivale a leer. ¿Quién protege el bolsillo del lector pequeño? ¿Quién fomenta su bienestar y su sueldo? ¿No sería solidario hacerle una rebajita?

Creo que llevamos demasiado tiempo confundidos: las librerías son un negocio, ya sean pequeñas o grandes, y su objetivo principal no es fomentar la lectura, es fomentar sus ventas. La confusión vendría a ser la misma que afirmar, por ejemplo, que la principal motivación de los bares es fomentar la nutrición o luchar contra el hambre, o que las farmacias fomentan la salud. O puede que yo haya caído en el abismo del cinismo porque el mundo me ha hecho así.

No sé, a ver, y esto hay que cogerlo con pinzas, pero: si Amazon vende los mismos libros más baratos, ¿no está fomentando más la lectura? He oído alguna vez comentarios despreciativos hacia las Re-Read por parte de libreros pequeños que dicen que "eso no son librerías; son supermercados de libros". Vale, pero igual resulta que fomentan más la lectura porque ofrecen libros contemporáneos en muy buen estado a un precio muy asequible para el consumidor pequeño. Además, a mi modo de ver, son otro tipo de negocio complementario, no sustitutivo. ¿Por qué atacarlas así?

Por supuesto que hay negocios más sostenibles que otros y negocios que hacen el menor daño posible, no como Amazon, que ahora mismo seguro que está evadiendo impuestos en alguna parte o amargando a algún librero. Pero el sistema entero está envilecido por el dinero, que es la primera motivación en (casi) todo y el primer impedimento también.

Cuando se habla de "fomentar la lectura" a todo el mundo se le llena la boca, pero, a ver, se puede leer mucho y bien en bibliotecas, y desde luego no creo que la principal motivación de los bares sea luchar contra el hambre, por mucha comida que sirvan.

Supongo que lo que me asquea es ese hacer ver que no, ese simular que un negocio pequeño, es en realidad una ONG o algo por el estilo por el mero hecho de ser pequeño. Claro que, OJO, la solución debe venir de otro lado: para fomentar el consumo justo primero hay que tener sueldos justos. Amazon y colosos similares sacan más provecho de la precariedad de nuestros sueldos –permitida por gobiernos sin ningún afán de promover la lectura– que de las limitaciones de las pequeñas librerías. Lo mismo que IKEA. ¿Qué mejor que comprarle los muebles al fabricante artesanal de al lado? Pero es que resulta que hay que amueblar TODA la casa y un paragüero no da tanto de sí. Además, cuando hablamos de libros, hablamos –en su inmensa mayoría– de productos que vienen todos del mismo sitio: de un editor y hechos en serie, no de productos artesanales ni de cultivo ecológico, etc. Así que, ¿por qué tenemos que pagar más por lo mismo? Sí, naturalmente, para que los impuestos se queden aquí y para que el librero pueda seguir con su negocio, lo cual no tiene nada que ver con el fomento de la lectura y en cambio sí mucho que ver con el sueldo del librero y con el sueldo del consumidor. Estoy más que a favor del consumo responsable, pero con tanta responsabilidad me consumo el sueldo en tres días, con mucho dolor de estómago. De hecho, el consumo responsable lo que pide ahora mismo es PARAR, no editar más, compartir lo que tenemos, usar las bibliotecas, no talar más árboles y todo eso. El consumo responsable es el anticonsumismo.

No estoy en contra de los negocios pequeños. Muy al contrario. Se me parte lo de dentro cuando muere un bar Manolo, cuando cierra una librería de librero. Da gusto hablar con el señor de Documenta porque sabe de qué habla. Qué maravilla lo que hace Impedimenta. Qué buenas las croquetas caseras. Me encantan. Yo lo que estoy es a favor de fomentar sueldos dignos para todos. En cuanto a leer, que cada cual haga lo que guste. Leer es un vicio y una necesidad para los que leemos, un placer que nos da pena pensar que otro se pierda, y, como amante incondicional de la lectura, en el fondo creo que todo el mundo se entendería mejor si todo el mundo leyera, aunque al mismo tiempo sepa que probablemente no sería así. Pero tampoco estoy por el paternalismo de ir diciéndole a la gente lo que tiene que hacer. El que no quiera leer, que no lea. Eso sí, no confundamos fomentar con endilgar, que sin enfermedades no hay farmacias.

Mira, esto es como lo de las adaptaciones de clásicos, que si son fundamentales para inoculárselos a los niños, que si son un pinopuente y blablablá. No, son un negocio, un lucrativo negocio editorial: de un libro que podía salir gratis o muy barato y servir "para siempre, para todas las edades y para toda la familia" hacen veinticuatro para dieciocho niveles. Pero ¿qué sentido tiene que un chaval lea El Quijote si no es el de Cervantes? ¿Acaso la literatura no era forma y fondo? ¿No era un arte? ¿Podemos trapichear con el arte, quitarle el pelo a las meninas para ponerles nuestro peluquín? No es solo lo que se dice, sino cómo se dice, ¿no? Eso es lo que hace de un libro un clásico, una obra de arte. ¿No era eso? ¿Te imaginas la infamia de enseñarle a los chavales un garabato del Guernica hecho por mí porque aún no están preparados para saborear el de Picasso? Luego a los veinte creerán que ya lo han visto. Y oye, mira, en matemáticas empecemos diciéndoles que dos y dos son veintidós, que ya tendrán tiempo luego de saber que son cuatro. Ah, eso no. Pero con la literatura vale todo. ¿En qué momento se nos ocurrió que era buena idea recortar y pegar una obra de Dickens? En mi opinión, eso no es fomentar la lectura, es fomentar las ventas. Y sin embargo, sí, también yo he pecado, porque eso es lo que hacemos por dinero. Soy una contradicción.

O no.

Yo qué sé.

El tema es muy largo y muy complejo. Y es muy probable que me equivoque en todo. De hecho, puede que mañana no piense lo mismo. Ni siquiera sé para qué sirve nada, y menos hablar. Ahora, hala, que me tiren piedras. Yo me voy a leer.

3 comentarios:

J. L. dijo...

Deja bien plasmado el problema. Sólo falta mencionar el disparate de las "novedades": más nos valdría releer muchas veces que leer lo último del marketing editorial.

Anónimo dijo...

Todo depende de que librerías visites. Hay que elegirlas bien.
Carmen

Anónimo dijo...

Es un asunto complejo por los intereses que hay detrás, no hay que perder de vista que hay una cosa que se llama INDUSTRIA editorial con la que están íntimamente relacionadas las librerias. Como toda industria su principal interés es vender, y yo opino que salvo honrosas excepciones tanto da lo que se publica mientras se aseguren unas buenas ventas. ¿Hay que escandalizarse por ello? Personalmente creo que no. Sin embargo veo una diferencia con otras industrias en que normalmente los productos masivos de poca calidad tienen un precio más bajo que los de mayor calidad (p.ej. zara vs ropa de calidad). Los libros mediáticos valen igual o más que los libros 'interesantes'. Así pues, en mi opinión, hay un problema de falta de educación y formación que nos permita discriminar lo culturalmente valioso de lo prescindible. Y esta discriminación debería ser individual y personal. Este me temo es otro problema...

juan