24 febrero 2015
Un trocito de Montreuil en Barcelona
Nos reunimos hace un par de días en la librería Al·lots de Barcelona algunas personas que fueron el año pasado a la feria del libro infantil y juvenil de Montreuil y algunas personas que no fuimos, pero que sabemos de los tesoros que allí pueden encontrarse. Nos explicamos anécdotas y trucos para sobrevivir a la avalancha de la feria. Soñamos con fletar un bibliobús hasta allí para no sufrir las limitaciones de espacio y peso en las maletas. Soñamos más todavía con poder editar algunos de los libros que, tras años de espera, siguen sin aparecer por las editoriales españolas (sobre todo Wolves / Les loups, de Emily Gravett). Babeamos con las dedicatorias de los grandes. Tomamos nota de algún título que nos robó el corazón. Pero, sobre todo, nos contamos cuentos y todas esperamos poder ir por primera vez (o poder volver por tercera) al frío París de finales de noviembre.
[Más sobre algunos de estos libros en esta entrada de unchatbotte.]
19 febrero 2015
La utilidad de lo inútil
Voy a andar estos días leyendo esto y comentando algunas cosas en Twitter.
Si se animan, #Nuccioyyo.
Hostia, Marc, una chica invertida
Raquel es la chica para la que me reservo el futuro. La vimos por primera vez la primavera pasada. Habíamos vuelto de la Farga y estábamos sentados en una terraza. Hacía poco que conocíamos la cerveza. Pol estaba preocupado por cómo se conjugarían los verbos después de un viaje en el tiempo, o por si los ciegos sueñan, cuando de repente levantó la frente, apuntando al otro lado de la calle.
- Hostia, Marc, una chica invertida.
Ciertamente, era una chica invertida. Del revés como un calcetín, aclaró Pol, con la personalidad fuera y la apariencia dentro. Yo nunca había visto una chica invertida, por descontado. Di un trago a la cerveza y observé, perplejo, la gracia con que paseaba su manera de ser, ligerísima de ropa.
Debía de tener dieciocho años, uno más que nosotros. Se llamaba Raquel Mateu Armengol o Armengou, de perfil no se distinguía. Llevaba unos pantalones que dejaban al descubierto tres fracasos amorosos y uno personal, el de no haber entrado en medicina. Los tres fracasos amorosos eran muy visibles, pero tenía desperdigadas otras historias redondas y pequeñas, todas parecidas, como pecas. Eran muy misteriosas. Se le veía también un viaje de fin de curso y un proyecto de cooperación en el que nunca acabó de comprometerse, y se le marcaban algunas obsesiones domésticas que repasé humanamente, pero que sería un despropósito relatar. Enseguida supe que era la chica de mi vida, porque era bastante simple y tenía unos objetivos tan claros que los podías señalar con el dedo.
- Mira qué objetivos, Pol.
Poco a poco, Raquel fue empequeñeciéndose, o acortándose, al final de la calle. Miré a Pol y ambos apuramos la cerveza. Me habría gustado hablar con ella, tío, invitarla a una copa, gustarle y que me contase en confianza cómo era por dentro, si era alta o baja, gorda o flaca, rubia o morena.
***
Esta descripción de Raquel, uno de los personajes de Más o menos yo (novela de Miquel Duran traducida del catalán por Olga García Arrabal, ed. La Galera) se cuela en el top ten de mis descripciones favoritas de personajes, entre las que están la mujer con aire de ventana escandinava, el luthier Erasmus, la vecina de abajo de Abrazos, el Raffaele de Murgia, o Madame Snow.
Más o menos yo, que aunque sólo estemos a febrero se va a colar entre mis lecturas favoritas de este 2015, ya lo estoy viendo...
- Hostia, Marc, una chica invertida.
Ciertamente, era una chica invertida. Del revés como un calcetín, aclaró Pol, con la personalidad fuera y la apariencia dentro. Yo nunca había visto una chica invertida, por descontado. Di un trago a la cerveza y observé, perplejo, la gracia con que paseaba su manera de ser, ligerísima de ropa.
Debía de tener dieciocho años, uno más que nosotros. Se llamaba Raquel Mateu Armengol o Armengou, de perfil no se distinguía. Llevaba unos pantalones que dejaban al descubierto tres fracasos amorosos y uno personal, el de no haber entrado en medicina. Los tres fracasos amorosos eran muy visibles, pero tenía desperdigadas otras historias redondas y pequeñas, todas parecidas, como pecas. Eran muy misteriosas. Se le veía también un viaje de fin de curso y un proyecto de cooperación en el que nunca acabó de comprometerse, y se le marcaban algunas obsesiones domésticas que repasé humanamente, pero que sería un despropósito relatar. Enseguida supe que era la chica de mi vida, porque era bastante simple y tenía unos objetivos tan claros que los podías señalar con el dedo.
- Mira qué objetivos, Pol.
Poco a poco, Raquel fue empequeñeciéndose, o acortándose, al final de la calle. Miré a Pol y ambos apuramos la cerveza. Me habría gustado hablar con ella, tío, invitarla a una copa, gustarle y que me contase en confianza cómo era por dentro, si era alta o baja, gorda o flaca, rubia o morena.
***
Esta descripción de Raquel, uno de los personajes de Más o menos yo (novela de Miquel Duran traducida del catalán por Olga García Arrabal, ed. La Galera) se cuela en el top ten de mis descripciones favoritas de personajes, entre las que están la mujer con aire de ventana escandinava, el luthier Erasmus, la vecina de abajo de Abrazos, el Raffaele de Murgia, o Madame Snow.
Más o menos yo, que aunque sólo estemos a febrero se va a colar entre mis lecturas favoritas de este 2015, ya lo estoy viendo...
17 febrero 2015
Una pregunta...
Lo anda preguntando por ahí, vía correo postal, Laía Argüelles.
Esperemos que un día de estos comparta los resultados de su estudio.
Me interesa.
06 febrero 2015
y son y me acompañan y me ayudan
Meditación abstrusa
Es extraño. Si trato
de recordar el fuego de las noches sagradas,
un verano violento - como cualquier verano -,
con su luna de sangre y crepitar de brasas,
recuerdo esa violencia y la felicidad,
recuerdo el fuego, pero aquí no está el fuego,
aunque yo sé que ardía en esas noches.
Resulta sorprendente. Si vuelvo atrás la vista,
hacia nuestras reuniones, sé lo que confesamos,
rememoro el ingenio de los viejos amigos,
puedo escuchar la risa,
y esa desesperanza
de la que se alimenta cualquier joven,
porque se sabe fuerte, invulnerable.
Y, sin embargo, aquí, en la presente noche,
nadie se ríe ya, y la desesperanza
no es siempre un alimento adolescente.
Es curioso. Si miro
las páginas de un libro, o esos rostros
que hablan en la pantalla y nos conmueven,
yo sé que nunca fueron, como sí sé que fueron
mi fuego y mis amigos,
son palabras que nadie ha pronunciado
al margen de esos libros, son los rostros
de quien prestó su rostro a quien no existe,
y sin embargo están en esta misma noche,
y son y me acompañan y me ayudan.
Lo que parece eterno en la memoria
ha dejado de serlo, y lo que nunca
vivió en nosotros mismos es nuestra eternidad.
Es extraño, es curioso, es sorprendente:
no estoy del todo en mí, y cuando acudo
a lo que debí ser, todo ha cambiado.
Estoy donde no estoy, y en lo que no soy yo,
y hasta en no importa dónde,
y hasta en no importa cuándo.
-
Carlos Marzal
Los países nocturnos
Es extraño. Si trato
de recordar el fuego de las noches sagradas,
un verano violento - como cualquier verano -,
con su luna de sangre y crepitar de brasas,
recuerdo esa violencia y la felicidad,
recuerdo el fuego, pero aquí no está el fuego,
aunque yo sé que ardía en esas noches.
Resulta sorprendente. Si vuelvo atrás la vista,
hacia nuestras reuniones, sé lo que confesamos,
rememoro el ingenio de los viejos amigos,
puedo escuchar la risa,
y esa desesperanza
de la que se alimenta cualquier joven,
porque se sabe fuerte, invulnerable.
Y, sin embargo, aquí, en la presente noche,
nadie se ríe ya, y la desesperanza
no es siempre un alimento adolescente.
Es curioso. Si miro
las páginas de un libro, o esos rostros
que hablan en la pantalla y nos conmueven,
yo sé que nunca fueron, como sí sé que fueron
mi fuego y mis amigos,
son palabras que nadie ha pronunciado
al margen de esos libros, son los rostros
de quien prestó su rostro a quien no existe,
y sin embargo están en esta misma noche,
y son y me acompañan y me ayudan.
Lo que parece eterno en la memoria
ha dejado de serlo, y lo que nunca
vivió en nosotros mismos es nuestra eternidad.
Es extraño, es curioso, es sorprendente:
no estoy del todo en mí, y cuando acudo
a lo que debí ser, todo ha cambiado.
Estoy donde no estoy, y en lo que no soy yo,
y hasta en no importa dónde,
y hasta en no importa cuándo.
-
Carlos Marzal
Los países nocturnos
04 febrero 2015
Invitamos o invadimos?
Al final, todo puede resumirse con esta dicotomía: un acto de invitación frente a uno de invasión. Al principio del capítulo describíamos (no sin cierto ánimo de provocación) que un proyecto de activación sociocultural consistía, en cierta manera, en ir a casa de alguien y decirle que la cambie. Evidentemente, esta actitud nos provocaba serios interrogantes éticos, unidos a cierta urgencia de huir, puesto que la casa es un espacio de intimidad que, mayoritariamente, coincidiremos en que debemos respetar.
Sin embargo, pensar nuestra oferta como una invitación tiene efectos muy diferentes. Ante todo, porque la invitación nos sitúa, a los agentes de la educación, en una posición mucho más humilde que la del invasor, puesto que alguien que invita no fuerza, no obliga, debe estar dispuesto a aceptar un no por respuesta. El no también es una opción del/de la ciudadano/a, el derecho a no participar, por más que a los educadores y las educadoras sociales a veces nos cueste de entender y de admitir. Lanzamos la oferta, que evidentemente tendrá más posibilidades de ser aceptada cuanto más en consonancia con el interés de los potenciales sujetos haya sido pensada, pero también cuanto más nos interesae a nosotros, y también cuanto más y mejor tiempo se haya dedicado a cuidar y mimar el reconocimiento. Lanzamos la oferta, pues, a la plaza, con la voluntad de que no se convierta en un mero escaparate, sino en una plataforma, que los ciudadanos suban a ella y salten.
***
Ando estos días leyendo algunos ensayos que caen en mis manos, así como por azar, o por serendipia, o a la búsqueda de no-sé-qué, huyendo a veces de novelas-que-no-me-acaban-de, o qué-sé-yo. Así son las cosas...
El fragmento de ahí arriba proviene de un librito editado por la UOC titulado Territorios habitables. Un puñado de estudiantes de educación social pasaron unos días en Villena, Alicante*, en un proyecto de activación sociocultural de un barrio del centro de la ciudad, y de su experiencia allí han salido los artículos que forman este volumen. Concretamente, la autora del texto de ahí arriba es Lídia Puigdomènech y su artículo se titula "La incomodidad del acercamiento".
He encontrado algún fragmento que me ha hecho pensar en las jornadas del pasado viernes, sobre los espacios para niños y jóvenes en la biblioteca (y llegado el momento, esos fragmentos aparecerán en el blog de las jornadas), pero este lo dejo aquí porque me ha hecho pensar en las lecturas de los jóvenes. En las lecturas obligatorias y en las lecturas por placer y en el papel de los mediadores (bibliotecarios, profesores, libreros, adultos) que queremos facilitar/acercar/invitar y no imponer/invadir a los jóvenes con libros que les despierten el gusanillo.
Una dicotomía útil e interdisciplinaria. Ven por donde voy, ¿verdad?
*Gracias @Akheneiton por la corrección. Villena es Alicante, y no Murcia. Despiste...
Sin embargo, pensar nuestra oferta como una invitación tiene efectos muy diferentes. Ante todo, porque la invitación nos sitúa, a los agentes de la educación, en una posición mucho más humilde que la del invasor, puesto que alguien que invita no fuerza, no obliga, debe estar dispuesto a aceptar un no por respuesta. El no también es una opción del/de la ciudadano/a, el derecho a no participar, por más que a los educadores y las educadoras sociales a veces nos cueste de entender y de admitir. Lanzamos la oferta, que evidentemente tendrá más posibilidades de ser aceptada cuanto más en consonancia con el interés de los potenciales sujetos haya sido pensada, pero también cuanto más nos interesae a nosotros, y también cuanto más y mejor tiempo se haya dedicado a cuidar y mimar el reconocimiento. Lanzamos la oferta, pues, a la plaza, con la voluntad de que no se convierta en un mero escaparate, sino en una plataforma, que los ciudadanos suban a ella y salten.
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Ando estos días leyendo algunos ensayos que caen en mis manos, así como por azar, o por serendipia, o a la búsqueda de no-sé-qué, huyendo a veces de novelas-que-no-me-acaban-de, o qué-sé-yo. Así son las cosas...
El fragmento de ahí arriba proviene de un librito editado por la UOC titulado Territorios habitables. Un puñado de estudiantes de educación social pasaron unos días en Villena, Alicante*, en un proyecto de activación sociocultural de un barrio del centro de la ciudad, y de su experiencia allí han salido los artículos que forman este volumen. Concretamente, la autora del texto de ahí arriba es Lídia Puigdomènech y su artículo se titula "La incomodidad del acercamiento".
He encontrado algún fragmento que me ha hecho pensar en las jornadas del pasado viernes, sobre los espacios para niños y jóvenes en la biblioteca (y llegado el momento, esos fragmentos aparecerán en el blog de las jornadas), pero este lo dejo aquí porque me ha hecho pensar en las lecturas de los jóvenes. En las lecturas obligatorias y en las lecturas por placer y en el papel de los mediadores (bibliotecarios, profesores, libreros, adultos) que queremos facilitar/acercar/invitar y no imponer/invadir a los jóvenes con libros que les despierten el gusanillo.
Una dicotomía útil e interdisciplinaria. Ven por donde voy, ¿verdad?
*Gracias @Akheneiton por la corrección. Villena es Alicante, y no Murcia. Despiste...
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Bibliotecas,
Lecturas,
Leer es...,
Lídia Puigdomènech,
LIJ
03 febrero 2015
Googlear
Llevo unos días dando la tabarra a todos a mi alrededor con lo buenísimas que siguen siendo las historias de Cuttlas, que el año pasado cumplió 30 años. Hay un buen puñado de libros que recopilan sus aventuras, además de seguir publicándose cada semana en el espacio reservado de 20 minutos.
Le preguntaba a Calpurnio hace un par de días vía Twitter que a cuántos idiomas está traducido Cuttlas, y me decía que tan solo algunas historias en prensa al japonés y al portugués de Brasil. Estoy convencida de que si Cuttlas hubiera nacido en Estados Unidos, ahora se lo consideraría mundialmente una obra maestra a la altura de otros grandes clásicos contemporáneos de las tiras de humor como Zits o Mutts.
Bueno. Pues el resto del mundo se lo pierde. Es una lástima, pero al mismo tiempo me alegro de que este vaquero, amante de Kraftwerk, autónomo, filósofo y ávido usuario de las redes sociales, haya nacido a este lado de los Pirineos. Más fácil para nosotros de encontrar y de disfrutar, así que no desaprovechen la oportunidad.
PS: Ah. Y si no saben quién es el "¡Maestro!", googleen, googleen...
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