Al final, todo puede resumirse con esta dicotomía: un acto de invitación frente a uno de invasión. Al principio del capítulo describíamos (no sin cierto ánimo de provocación) que un proyecto de activación sociocultural consistía, en cierta manera, en ir a casa de alguien y decirle que la cambie. Evidentemente, esta actitud nos provocaba serios interrogantes éticos, unidos a cierta urgencia de huir, puesto que la casa es un espacio de intimidad que, mayoritariamente, coincidiremos en que debemos respetar.
Sin embargo, pensar nuestra oferta como una invitación tiene efectos muy diferentes. Ante todo, porque la invitación nos sitúa, a los agentes de la educación, en una posición mucho más humilde que la del invasor, puesto que alguien que invita no fuerza, no obliga, debe estar dispuesto a aceptar un no por respuesta. El no también es una opción del/de la ciudadano/a, el derecho a no participar, por más que a los educadores y las educadoras sociales a veces nos cueste de entender y de admitir. Lanzamos la oferta, que evidentemente tendrá más posibilidades de ser aceptada cuanto más en consonancia con el interés de los potenciales sujetos haya sido pensada, pero también cuanto más nos interesae a nosotros, y también cuanto más y mejor tiempo se haya dedicado a cuidar y mimar el reconocimiento. Lanzamos la oferta, pues, a la plaza, con la voluntad de que no se convierta en un mero escaparate, sino en una plataforma, que los ciudadanos suban a ella y salten.
***
Ando estos días leyendo algunos ensayos que caen en mis manos, así como por azar, o por serendipia, o a la búsqueda de no-sé-qué, huyendo a veces de novelas-que-no-me-acaban-de, o qué-sé-yo. Así son las cosas...
El fragmento de ahí arriba proviene de un librito editado por la UOC titulado Territorios habitables. Un puñado de estudiantes de educación social pasaron unos días en Villena, Alicante*, en un proyecto de activación sociocultural de un barrio del centro de la ciudad, y de su experiencia allí han salido los artículos que forman este volumen. Concretamente, la autora del texto de ahí arriba es Lídia Puigdomènech y su artículo se titula "La incomodidad del acercamiento".
He encontrado algún fragmento que me ha hecho pensar en las jornadas del pasado viernes, sobre los espacios para niños y jóvenes en la biblioteca (y llegado el momento, esos fragmentos aparecerán en el blog de las jornadas), pero este lo dejo aquí porque me ha hecho pensar en las lecturas de los jóvenes. En las lecturas obligatorias y en las lecturas por placer y en el papel de los mediadores (bibliotecarios, profesores, libreros, adultos) que queremos facilitar/acercar/invitar y no imponer/invadir a los jóvenes con libros que les despierten el gusanillo.
Una dicotomía útil e interdisciplinaria. Ven por donde voy, ¿verdad?
*Gracias @Akheneiton por la corrección. Villena es Alicante, y no Murcia. Despiste...
04 febrero 2015
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario