28 agosto 2006

Words, words, words

Cuando Hamlet se paseaba anunciando lo que leía: "Palabras, palabras, palabras", se refería probablemente a alguna protonovela de ésas que le secaron el cerebro a Don Quijote. Pero el género ha progresado mucho desde entonces y sin duda Hamlet repetiría hoy simplemente: "Publicidad, publicidad, publicidad".

(Julián Ríos en "La lata el tambor", artículo publicado en El País el sábado 26 de agosto de 2006).

PS: Os he cambiado el enlace para que podáis leer el texto completo. Una se acostumbra a las suscripciones de prensa de las bibliotecas y se olvida del resto de mortales. Gracias por el aviso.

4 comentarios:

Alicia Liddell dijo...

Vaya, es sólo para suscriptores :(

Fer dijo...

Leí el artículo el sábado y, al igual que Sfer, me quedé con ese nuevo grito de guerra: "publicidad, publicidad, publicidad".
Alicia, el artículo analizaba la perplejidad de la confesión de Günter Grass acerca de su pertenencia a las Waffen SS. Más que escandalizar por su pertenencia, lo que enoja al respetable es que se haga público ahora, justo cuando se editan sus memorias. En mi opinión, es una deleznable estrategia de mercado que no empaña la obra del autor, pero sí su compromiso social con la sociedad germana. Que sea Nobel no le exime de las críticas. No caben justificaciones, a mi entender: es hipócrita participar en ese salvaje grupo y ocultarlo para después erigirse en el faro moral de Alemania.
Por otra parte, si mal no recuerdo, Sfer ya lanzó tiempo atrás el debate sobre si los libros terminarían incluyendo publidad. Prudentemente, me abstengo de votar, más que nada porque me temo lo peor.
Hagamos apuestas, entonces, por la próxima sorpresa que nos deparará la pléyade de escritores endiosados. Yo propongo a Vargas Llosa, tan enfermo de veletismo que terminará por descubrir cualquier trapo sucio.

Alicia Liddell dijo...

No he podido descargarlo, supongo que es cosa de los permisos del ordenador, así que lo intentaré desde casa.

Pero por el comentario de Fer me hago una idea.

Pues sí, parece que hasta airear lo peor a estas alturas de la vida es conveniente para tratar de conseguir más ventas.

Ya no se trata de publicidad, sino de la "tombolización" de cualquier manifestación social. Parece que ya no se trata de que se hable de uno aunque sea mal. Se trata de que hablen mal porque eso da más relevancia.

Sí, es lamentable que hasta los gurús de la cultura se presten a estos manejos.

pies diminutos dijo...

"Luego del encuentro crucial con el fantasma de su padre, Hamlet, entra con un libro en la mano.(...)
Desde luego uno se pregunta si está realmente leyendo o está fingiendo que lee. La cuestión es que se hace ver con un libro. ¿Qué quiere decir leer en ese contexto, en la corte? ¿Qué tipo de situación supone el hecho de que alguien se haga ver leyendo un libro en el marco de las luchas de poder?
No sabemos qué libro lee, y tampoco interesa. Más adelante, Hamlet descarta la importancia del contenido. Polonio le pregunta qué está leyendo. "Palabras, palabras, palabras", contesta Hamlet. El libro está vacío; lo que importa es el acto mismo de leer, la función que tiene en la tragedia.

Esta acción une los dos mundos que se juegan en la obra. Por un lado, el vínculo con la tradición de la tragedia, la transformación con la figura clásica del oráculo, la relación con el espectro, con la voz de los muertos, la obligación de venganza que le viene de esa suerte de orden trascendente. Por otro lado, el momento antitrágico del hombre que lee, o hace que lee. La lectura, ya lo dijimos, está asimilada con el aislamiento y la soledad, con otro tipo de subjetividad. En ese sentido, Hamlet, "porque" es un lector es un héroe de la conciencia moderna. La interioridad está en juego."

RICARDO PIGLIA, "El último lector"

Ayer mismo leí este fragmento. Y hoy veo en tu blog a Hamlet y su libro-propaganda. No me he podido resistir a copiártelo.