Sobre la famosa crueldad de los cuentos de hadas – que, por cierto, no fueron escritos para niños, sino que obedecen a una tradición oral, afortunadamente recogida por los hermanos Grimm, Perrault y Andersen, y en España, donde tanta falta hacía, por el gran Antonio Almodóvar, llamado “el tercer hermano Grimm” –, me estremece pensar y saber que se mutilan, bajo pretextos inanes de corrección política más o menos oportunos, y que unas manos depredadoras, imaginando tal vez que ser niño significa ser idiota, convierten verdaderas joyas literarias en relatos no sólo mortalmente aburridos, sino, además, necios. ¿Y aún nos preguntamos por qué los niños leen poco? Yo recuerdo aquellos días en Sitges, hace años, cuando algunas tardes de otoño venía a mi casa un tropel de niños y, junto al fuego – como está mandado –, oían embelesados repetir por enésima vez las palabras mágicas “Érase una vez...” Y habían dejado la televisión para escucharlas.
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Del discurso de Ana María Matute en la ceremonia de entrega del Premio Cervantes.
31 agosto 2011
29 agosto 2011
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