15 mayo 2006

C'est la vie

No entiendo nada, hablar con usted es lo mismo que haber caído en un laberinto sin puertas, Ésa sí que es una excelente definición de la vida, Usted no es la vida, Soy mucho menos complicada que ella, Alguien escribió que cada uno de nosotros es por el momento la vida, Sí, por el momento, sólo por el momento. (Las intermitencias de la muerte, de José Saramago)

Hay personas que, cuando se hacen mayores, parecen estár más convencidos de su propia importancia. Y a otras les ocurre lo contrario. ¿Encierra esto alguna lección para mí? ¿No queda mi vida, tan corriente, resumida, incluida, convertida en algo inútil, por la vida un poco menos corriente de otra persona? No estoy diciendo que tengamos el deber de negarnos a nosotros mismos ante aquellos a quienes juzgamos más interesantes. Pero la vida, desde este punto de vista, es como la lectura. Y tal como ya he dicho antes: si todas las reacciones que yo he tenido ante un libro ya han sido experimentadas y analizadas por un crítico profesional, ¿qué sentido tiene mi lectura? El único sentido que tiene es que es la mía. Del mismo modo, ¿qué sentido tiene vivir mi propia vida? Tiene sentido, porque es la mía. Pero, ¿qué ocurre cuando esta respuesta empieza a ser cda día menos convincente? (El loro de Flaubert, de Julian Barnes)

Una máxima sobre las máximas. Se pueden enmarcar las verdades acerca de la literatura antes de haber publicado un solo libro; pero las verdades sobre la vida sólo pueden enmarcarse cuando ya es demasiado tarde y todo da igual. (El loro de Flaubert, de Julian Barnes)

La realidad no está hecha de héroes pudorosos que ocultan sus penas al menor cuestionamiento de su dignifad. Tampoco está hecha de estallidos espectaculares. No vivimos en una película, no hay escenas de histeria, o de cólera, con bofetadas, exhortaciones, exigencias. No hay crímenes visibles, ni homicidios, ni violaciones. Las cosas se desgarran en silencio, sin escenas y sin auténtico final. No somos actores de una tragedia sublime y nuestras penas no nos transfiguran en nada. Nuestras vidas son una sucesión de cansancios, de pequeñas renuncias, de pequeños encarnizamientos, de cobardías. Esto nos convierte en “unfinished business”, en trabajos sin terminar. Somos patéticos. Yo soy patético. (Diario (1), de Fabrice Neaud).

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