31 octubre 2006

Joma (II)


La vida del nostre lector bibliòfag transcorre feliç. Llegeix a qualsevol lloc i en qualsevol posició. En un lavabo, en un menjador, al metro, en una sala d’espera. Un dia entra en una llibreria del seu barri i ja no en surt fins a la setmana següent, quan ha llegit tots els volums que tenen a les prestatgeries. El llibreter obre i tanca normalment el seu negoci, però el lector voraç roman a l’interior, nit i dia, devorant els llibres que no paren d’arribar en paquets de volum creixent. Al final ho aconsegueix i surt, satisfet, a passejar pels carrers de la seva infància.

Màrius Serra.
www.mariusserra.info
Fragment del pròleg a Joma: Obres completes i altres dibuixos, que recull dibuixos publicats al "Magazine" de La Vanguardia, publicat per l’editorial Mina.

(copyright dels dibuixos de Joma – Josep M. Rius; copyright del pròleg de Màrius Serra)

La vida de nuestro lector bibliófago transcurre feliz. Lee cualquier cosa y en cualquier posición. En un lavabo, en un comedor, en el metro, en una sala de espera. Un día entra en una librería de su barrio y ya no sale hasta la semana siguiente, cuando ha leído todos los volúmenes que tienen en las estanterías. El librero abre y cierra normalmente su negocio, pero el lector voraz permanece dentro, noche y día, devorando los libros que no paran de llegar en paquetes cada vez mayores. Al final lo consigue y sale, satisfecho, a pasear por las calles de su infancia.

Màrius Serra.
www.mariusserra.info
Fragmento del prólogo a Joma: Obres completes i altres dibuixos, que recoge dibujos publicados en el "Magazine" de La Vanguardia, publicado por la editorial Mina.

(copyright de los dibujos de Joma – Josep M. Rius; copyright del prólogo de Màrius Serra)

30 octubre 2006

Joma (I)


A mi, l’univers que teixeixen aquestes imatges em remet a un lector voraç que devora tots els textos que li cauen a les mans. Un lector voraç i veraç que podria protagonitzar la biobiblioiconografia que ara mateix teniu a les mans. El nostre lector anònim no és bibliòman ni bibliòfil ni bibliòfug. És bibliòfag. Un lletraferit salvatge que va començar llegint quaderns escolars i frases fetes amb guixos de colors a la pissarra de l’aula. De mica en mica el seu apetit bibliobulímic el mena a cruspir-se tots els contes que hi ha a la biblioteca de la seva aula infantil. Quan ja els ha llegit demana canviar de classe, i així successivament fins que devora tots els llibres de l’escola. Salta de cicle amb una rapidesa insòlita per poder continuar llegint. Després assalta l’institut. Allà aprèn a suspendre el temps vital per poder acabar-se tranquil·lament tots els llibres que l’envolten.

Màrius Serra.
www.mariusserra.info
Fragment del pròleg a Joma: Obres completes i altres dibuixos, que recull dibuixos publicats al "Magazine" de La Vanguardia, publicat per l’editorial Mina.

(copyright dels dibuixos de Joma – Josep M. Rius; copyright del pròleg de Màrius Serra)

A mí, el universo que tejen estas imágenes me remite a un lector voraz que devora todos los textos que caen en sus manos. Un lector voraz y veraz que podría protagonizar la biobiblioiconografía que ahora mismo tenéis en vuestras manos. Nuestro lector anónimo no es bibliómano ni bibliófilo ni bibliófugo. Es bibliófago. Un letra herido salvaje que empezó leyendo cuadernos escolares y frases hechas con tizas de colores en la pizarra del aula. Poco a poco su apetito bibliobulímico lo lleva a zamparse todos los cuentos que hay en la biblioteca de su aula infantil. Cuando ya los ha leído, pide cambiar de clase, y así sucesivamente hasta que devora todos los libros de la escuela. Salta de ciclo con una rapidez insólita para poder seguir leyendo. Después asalta el instituto. Allí aprende a suspender el tiempo vital para poder acabarse tranquilamente todos los libros que le rodean.

Màrius Serra.
www.mariusserra.info
Fragmento del prólogo a Joma: Obres completes i altres dibuixos, que recoge dibujos publicados en el "Magazine" de La Vanguardia, publicado por la editorial Mina.

(copyright de los dibujos de Joma – Josep M. Rius; copyright del prólogo de Màrius Serra)

28 octubre 2006

Novedades (octubre 2006)

Antes de que se termine el mes, por aquí os dejo las novedades que hemos recibido en la biblioteca y que, tarde o temprano, no pienso perderme.

- La pasión por los libros: un acercamiento a la bibliofilia, de Francisco Mendoza Díaz-Maroto [No es un libro nuevo - vio la luz en el 2002 - pero nos llega la tercera edición, corregida, de abril de 2006. Incluye, entre otras cosas, los
treinta preceptos de Harold Klett].
- Aforismes de Zürau, de Fanz Kafka.
- Locos de la historia: Rasputín, Luisa Isabel de Orléans, Mesalina y otros personajes egregios, de Alejandra Vallejo-Nágera [La
locura me atrae... ¿habrá algún escritor entre los personajes del libro?].
- Tokio es mi jardín, de
Benoît Peeters [No podía faltar un cómic].
- Demasiados sueños, del dueto
Dupuy-Berberian [Incluso DOS cómics].
-
En un bosque de hoja caduca, de Gonzalo Moure [Ni una novela infantil/juvenil...].
-
Ojo de nube, de Ricardo Gómez [... o dos].
- Y, por último, Obres completes i altres dibuixos, de
Joma [del que ya tengo preparada una selección de cinco para regalarles la semana que viene].

Hasta entonces, pasen ustedes un buen fin de semana.

27 octubre 2006

Tengo miedo...

Cuando de noche llaman a la puerta.
A estar solo cuando no quiero estar solo.
A estar entre mucha gente.
A quedarme solo en el mundo.
A no morir nunca.
A morir pronto.
A morir estúpidamente en una carretera.
A quedar inútil.
A enloquecer.
A que les pase algo a los mós.
A que los que quiero no me quieran.
A perder el gusto por las cosas que me gustan.
A tener que vivir siempre en una ciudad.
A que no haya flores.
A que no haya animales en libertad.
A no poder mirar las estrellas por las noches.
A no poder mirar el paisaje en otoño.
Al mar (desde el mar).
A mirar un día hacia el cielo y no ver pájaros.
A que no haya truchas en los ríos.
A tener que ir a la guerra.
A la guerra, aunque no tenga que ir.
A las almas miserables.
A los que siempre dicen la verdad.
A los que mienten siempre.
A pasar hambre.
A los cuentos de miedo.
A las películas de miedo.
A ir al dentista.
A no tener miedo a nada.
A tener mucho miedo.
Cuando pasa mucho tiempo sin que nadie llame a mi puerta.
A...

(Xabier P. Docampo, en Cuando de noche llaman a la puerta)

24 octubre 2006

K06 (I) - Intro

Como una exhalación pasó el Kosmopolis, ya que al final solo pude dedicarle el pasado domingo 22. Lo que más me pesa es que se me escapara Gaarder (snif), pero estuvo bien. La jornada transcurrió de la siguiente manera:

- Llegada al CCCB las 11.15 y posicionamiento en el Hall Proteo para la mesa redonda “Editing Editors II” (ver resumen).
- Comida en un turco (bueno y barato; no sé si higiénico, pero no es algo que me preocupe en exceso).
- Visita al espacio Kosmótica (ver sección de enlaces).
- Visita a la exposición “Seguir vivo” (ver foto/cita).
- Canal Alfa: Portrait of a bookstore as an old man, documental sobre Shakespeare & Co., la librería parisina propiedad de George Whitman (que, con 90 años, sigue dando guerra) por la que han pasado escritores de la talla de Allen Ginsberg, Anaïs Nin, Henry Miller, y un largo etcétera (Espero que el turco fuera más higiénico que la cocina de la librería: no sé qué planos predominaban, si los de comida o los de cucarachas campando a sus anchas).

Disfruten del material, y si les sabe a poco dense una vuelta por Tökland: han hecho una cobertura impresionante del evento, y su generosidad no tiene límites...

(sfer estuvo allí)
PS: Raciónense las siguientes cuatro entradas, porque es posible que no vuelva a aparecer por aquí en un par de días...

K06 (II) - Editing Editors II

EDITING EDITORS II

(En la foto, de izquierda a derecha: Luis Miguel Solano, Albert Sánchez Piñol, Sebastià Alzamora, Enrique Murillo, Philip Gwyn Jones y Julián Viñuales)

Domingo 22, 11.30 h
Hall Proteo
Catalán, castellano e inglés, con traducción simultánea.
Moderador: Enrique Murillo, editor de la editorial Leqtor y director del máster de la Universidad Autónoma de Barcelona La edición: oficio, arte y negocio.
Participantes:
- Philip Gwyn Jones, director de la editorial Portobello Books.
- Sebastià Alzamora, escritor (La pell i la princesa) y editor de Moll.
- Albert Sánchez Piñol, escritor (La pell freda y Pandora al Congo).
- Luis Miguel Solano, director de la editorial Libros del Asteroide.
- Julián Viñuales, director de la editorial Globalrhythm Press.

Resumen de la mesa redonda (según el programa de Kosmopolis)
Segundo encuentro de editores organizado en el marco de Kosmopolis para tratar las nuevas estrategias de las editoriales independientes nacidas con el nuevo siglo. En un contexto de mayor diversidad en los hábitos de lectura y en la adquisición de conocimiento por el creciente impacto de las nuevas tecnologías, las editoriales independientes reflexionan sobre su decisivo rol en la configuración y difusión de un pensamiento crítico, más allá de criterios exclusivamente mercantilistas.

Aportaciones

Philip Gwyn Jones: lo que una pequeña editorial debe desarrollar/potenciar/conseguir es: estabilidad financiera, una identidad propia, el factor “suerte”, y fe y optimismo en sus productos. Nos encontramos ante un buen momento para conseguir estos cuatro factores gracias, entre otras cosas, a las nuevas tecnologías y a la tendencia – al menos en el Reino Unido – de los grandes grupos editoriales a publicar menos.

Sebastià Alzamora: la edición independiente surge de un doble proceso. Por una parte, la alarma ante la homogeneización que supone la concentración editorial, y por otra, la amenaza que esta homogeneización supone a la diversidad y la pluralidad en la edición. Desde su punto de vista, uno de los efectos positivos de este “surgimiento” de la edición independiente a nivel catalán ha sido la descentralización de la edición: la aparición de editoriales en la periferia del ámbito lingüístico catalán (Tarragona, Lleida, Girona, País Valencià e Illes Balears). No era sostenible que, con el reducido número de lectores de que dispone el libro en catalán, este mercado estuviera fragmentado por comunidades autónomas (comenta la dificultad, que ahora se está superando, de encontrar productos editados en la “periferia” fuera de esa misma zona geográfica).

Albert Sánchez Piñol aporta el “punto graciosillo” al debate. No entiende a qué se refiere uno cuando habla de editores independientes (¿en contraposición a “editores dependientes”?) y sospecha que son términos equivalentes a “gran editorial” vs. “pequeña editorial”. Dice estar descubriendo en este debate otra cara de los editores, que para él eran personas de las que solo conocía dos hechos: que siempre se estaban quejando, y que vivían mejor que él. Como autor, lo que pide a un editor es sobre todo que se ilusione por el libro que va a editar, porque lo que un libro necesita encontrar, antes que lectores, es amigos: debe encontrar un amigo en el editor, en el traductor, y en el librero. Y los buenos amigos son aquellos que dan más “la tabarra”, como la peor de las suegras. Porque cuanto más molestan, quiere decir que más les importa el texto con el que están trabajando. Para él, entender la maquinaria editorial será siempre imposible: él se dedica a las letras, y las editoriales a los números.

Luis Miguel Solano: una editorial independiente intenta conjugar dos factores: la viabilidad del proyecto y la calidad literaria, según el criterio del editor. Pero la ambición, tanto de la editorial independiente como de la gran editorial es la misma: llegar a tantos lectores como sea posible. La palabra “independiente” del binomio “editorial independiente” se refiere, según él, a independencia económica, ya que las editoriales independientes reducen al mínimo su estructura (no es lo mismo una editorial que debe dar de comer a 100 personas que una que debe dar de comer a 10; no es lo mismo una editorial que se gestiona desde un local en Paseo de Gracia que una que se gestiona desde el domicilio del editor) y, por lo tanto, sus necesidades: no necesitan facturar x millones de euros, ni conseguir x best-sellers al año, ni sacar x novedades al mes. Un gran editor quiere vender. Un pequeño editor quiere que se lean sus libros (y por eso están más cercanos a las bibliotecas que los grandes editores).

Enrique Murillo: algo importante en las editoriales independientes es que los editores tienen realmente tiempo para leer, algo que no pasa en las grandes editoriales. Una mayor estructura quiere decir más reuniones, que a su vez quiere decir menos tiempo para dedicar a la lectura. Cuenta la anécdota de que él sea, probablemente, la persona que más páginas leyó (unas 60) del manuscrito de La Sombra del Viento. Las editoriales son arte, negocio, entusiasmo, venta, pero tienen que ser sobre todo pasión por la lectura. Y las grandes organizaciones son máquinas muy bien engrasadas, pero donde esa pasión queda en un segundo plano.

Philip Gwyn Jones: el entusiasmo y el optimismo es lo que marca la diferencia entre un gran grupo editorial y una editorial independiente.

Luis Miguel Solano: lo que le ha llevado a ser editor es precisamente su frustración como lector. Encontraba que le resultaba muy difícil encontrar en el mercado libros que, para su criterio, merecieran la pena. Esos son los libros que él quiere editar desde Libros del Asteroide. Una norma escrita de esta editorial es no publicar nada con menos de diez años de antigüedad, precisamente por la frustración que sentía al leer novedades que le “vendían” como auténticas joyas y la imposibilidad de encontrar traducciones en el mercado de obras de ficción que han sido un gran éxito de crítica y ventas en los últimos 50 años.

Albert Sánchez Piñol explica que encuentra que el mercado editorial es irracional y aleatorio. Comenta un ejemplo: le dieron a leer un manuscrito para que diera su opinión. Él encontró que era un texto muy bien escrito, con una estructura muy correcta, y que lo recomendó, pero que no podía decir si iba a vender mucho o no. Se trataba de Tor, tretze cases i tres morts. ¿Quién iba a pensar que un libro que habla de un pueblucho del Pirineo donde hubo tres muertos a lo largo de tres años iba a resultar un éxito de ventas? Pues así ha sido. Para él, un editor es como una pequeña barca en medio del mar en plena tempestad: debe lidiar con innumerables factores que no se pueden controlar.

Sebastià Alzamora habla ahora como autor, y en concreto como autor de poesía: dice que es como tener la lepra, porque en cuanto le dice a un editor que está escribiendo poesía, el editor se aleja disimuladamente. Es un prejuicio como tantos otros que existen en el mundo de la edición. ¿Otro ejemplo? Que la literatura catalana no vende. Bien, a su derecha está Sánchez Piñol, que ha vendido unos pocos ejemplares de sus dos novelas.

Julián Viñuales quiere crear un poco de polémica (aunque no lo consigue) hablando de la excesiva idealización del editor independiente. Dice que al fin y al cabo la diferencia no es tan grande entre un editor independiente y un editor que trabaje para un gran grupo editorial. Lo que garantiza la independencia es la lealtad a uno mismo y a sus criterios e intereses literarios, sin que importe para qué empresa se realiza el trabajo. Más tarde Enrique Murillo le contestará, a colación de una pregunta del público que a nivel de personas no hay ni buenos ni malos, pero sí los hay a nivel de organizaciones. Las grandes editoriales son esclavas de la necesidad de facturar, como ya había comentado Luis Miguel Solano. Ahí reside la perversidad de las grandes editoriales, y menciona el caso de Lumen, que al ser adquirida se encontró con un gran grupo que les requería, para mantener un libro en catálogo, que este vendiera un mínimo de 500 ejemplares por año.

K06 (III) - Kosmótica

KOSMÓTICA
(según el programa oficial de Kosmopolis)

Hiperiment y Lector Mundi son los antecedentes naturales de este nuevo espacio de Kosmopolis. La historia y evolución del hipertexto. Las mutaciones que están teniendo lugar en los hábitos de lectura y el creciente impacto de las nuevas tecnologías en los modos de concebir, crear, difundir, intercambiar y almacenar literatura conforman un singular proceso en fase expansiva.

Kosmótica es un espacio de conocimiento y participación en este proceso; una interzona donde se explora esta vertiginosa democratización de la creatividad cultural. También puede entenderse como la emergencia de una disciplina experimental donde convergen hipertextos, blogs, videjuegos, audio books, programas de net radio, una nueva oralidad telemática y una nueva textualidad electrónica.

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ENLACES KOSMÓTICA
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TEORÍA

Artículos de referencia donde se discute la relevancia cultural del hipertexto y la web 2.0, así como textos básicos para entender en qué consiste este nuevo paradigma de entender Internet.

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Charla de Bruce Sterling sobre la web 2.0
Sterling, mitad escritor de ciencia-ficción mitad periodista de nuevas tecnologías, nos ofrece una interesante y divertida conferencia donde revisa de forma inteligente las posibilidades, ventajas y problemas de las web 2.0.

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Rethinking Community Documentation
En este texto, Andy Oram, colaborador de Tim O’Reilly, analiza como el trabajo de redactar documentación se está transformando notablemente gracias a la web 2.0, potenciándose gracias al proceso de la “sabiduría de las multitudes.”

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What is Web 2.0
El texto fundacional donde Tim O’Reilly – el reputado editor de libros sobre tecnología digital – define qué es la web 2.0.

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Digital Maoism
El experto en realidad virtual y cultura digital Jaron Lanier analiza la idea de la sabiduría de las multitudes y la revisa críticamente, indicando que no siempre este principio del web 2.0 funciona como esperamos.

-
Hipertexto en la literatura
Una correcta introducción, actualizada y con muchos enlaces al tratamiento literario del hipertexto.

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L’hipertext i les obres obertes
Un buen artículo que analiza las posibilidades y limitaciones del hipertexto en un contexto literario.

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Literary Hypertext: the Passing of the Golden Age
Interesante y controvertido artículo de Robert Coover donde se plantea la significatividad del hipertexto en la época actual, argumentando la dificultad de seguir innovando en la literatura hipertextual al haber matado la World Wide Web la “edad de oro” del hipertexto.

RECURSOS WEB 2.0

Presentamos en esta sección toda una serie de recursos y herramientas desarrollados desde la filosofía web 2.0 que facilitan el desarrollo de la literatura en red basándose en premisas como la creación colectiva el etiquetado social, y herramientas como el blog o el podcast.

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Odeo
Odeo hace que resulte muy fácil almacenar y distribuir nuestros propios podcasts. Una vez tenemos nuestro archivo de sonido listo, en unos pocos clicks podremos subir nuestro podcast a la red y darlo a conocer.

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Del.icio.us
El más famoso sistema de etiquetado social, que permite localizar webs en función de una serie de palabras clave, descubrir las webs más populares, tener acceso a las secciones de los diferentes usuarios, etc.

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Blinklist
Una alternativa a del.icio.us, con un sistema de visualización un poco menos espartano y con alguna función extra, como la posibilidad de crear áreas de trabajo donde compartir enlaces, etc.

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Diigo
Sistema de etiquetado social similar a del.icio.us o Blinklist, pero que además permite escribir comentarios sobre las páginas que visitamos y leer los comentarios que han dejado otros usuarios.

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Bloglines
Uno de los “agregadores de blogs” más utilizados, que permite reunir todos los blogs que nos resultan interesantes y estar suscritos de manera que sabemos cuando aparece una nueva entrada, sin necesidad de irlos visitando todos cada vez.

LITERATURA HIPERTEXTUAL

Diversos ejemplos de experimentación literaria tomando Internet como medio desde el que plantear otras posibilidades como la navegación no lineal, la posibilidad de ofrecer finales alternativos, etc.

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Directorio de Hiperficción en español
Uno de los repositorios más exhaustivos de hiperficción en español.

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253
Esta hipernovela, en inglés se inspira en el metro de Londes y su estructura para jugar con las perspectivas narrativas, la forma en que se presenta la historia, etc.

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Gabriella Infinita
Un ejemplo de hipernarrativa en castellano, que va mudando de forma y estructura a partir de la forma en que el lector o lectora interactúa con ella.

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Nick Monfort
En esta web podemos encontrar toda una serie de trabajos de este autor en relación a la hiperliteratura, tanto ensayos de corte teórico como experimentos literarios.

-
Hipertexto en la literatura
Análisis y estudio de la narrativa hipertextual

LITERATURA COLECTIVA

Cuántas veces hemos querido cambiar el final de una historia, incorporar a un personaje en la acción o probar que hubiera pasado si dos personajes no se hubieran encontrado... La literatura colectiva parte de la idea de establecer un nuevo diálogo con el texto.

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Sagasnet
Un colectivo que organiza seminarios, proyectos, concursos etc. para desarrollar y potenciar la narración interactiva, transformando el ejercicio de la literatura gracias a las TIC.

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Storytron
Esta compañía comercializa una serie de aplicaciones de software para facilitar la creación de narraciones interativas.

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El Boomeran(g)
Blog literario latinoamericano que además de ofrecer noticias sobre novedades editoriales, entrevistas en vídeo, etc. ofrece secciones a autores de primer nivel como Félix de Azúa, Vicente Verdú o Santiago Roncagliolo.

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Grand Text Auto
Un blog de grupo dedicado a la hipernarrativa, la generación automática de textos, la relación entre literatura y juego, o la evolución de la poesía desde las TIC.

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Cut Up Machine
Un ejemplo de cómo los experimentos literarios con las TIC se inspiran en modelos anteriores de la vanguardia, esta aplicación permite crear texto siguiendo el sistema de cut-up desarrollado por William Burroughs.

-
Inform 7
Un lenguaje de programación muy similar al lenguaje humano, diseñado para crear aventuras textuales que pueden explorarse de forma colectiva.

-
StripGenerator
Un programa para generar cómics de forma interactiva y semiautomática.

ENLACES UTOPÍAS A LA CARTA
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BOOKCROSSING

-
BookCrossing
- BookCrossing Spain
-
Geocatching
-
CDCrossing
- PhotoTag

CREATIVE COMMONS

-
Creative Commons
-
Icommons
-
Proyecto Gutenberg
-
Platoniq. Licencia Aire Incondicional
-
Adaptación al castellano de la licencia

MAIL-ART

-
P. O Box
- Enlaces mail art
-
Mail-Art links
-
2067
-
P22 Mail-Art

MASHUPS

-
2 Many Djs
-
Soundhog
-
Concurso de MashUps de David Bowie
-
Beck: Güero: El álbum abierto
- SoulWax

GLITCH

-
Beflix (Glitch Art)
- Ircam
- Mille Plateaux
- JODI
- Festival Glitch

CYPHERPUNKS

-
Manifiesto cypherpunk
- HavenCo
- Cryptonomicon
- Mondo2000
- Cyberpunk resources

MUDS

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Dragonmud
- MudConnect
- Balzhur
- Everquest
- Kmud

HACKERS

-
Barrapunto
- Hackmeeting
- Kernel Panic
-
2600
- Chaos Computer Club

BLOGGERS

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Blogalia
- Ecuaderno
- Technorati
- Wordpress
- La Cárcel de Papel
- Timbuktu Chronicles

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PS: Si encuentran algún enlace roto, háganmelo saber e intentaré corregirlo lo más rápidamente posible. Me sorprendería que funcionaran todos...

K06 (y IV) - Seguir Vivo

Tal día como hoy...

(Ilustración de Inés Vilpi)

23 octubre 2006

¿Importa tanto el "cuántos"?

Catalunya, una escena de debate cultural
(Notas de cultura)
La creación de públicos
Xavier Antich


Con una puntualidad más deseable para mejores objetivos, tenemos regularmente información de los visitantes en los diferentes centros de producción cultural, especialmente en museos y centros de arte. La importancia que se concede, entre la administración, a este aspecto cuantitativo de la circulación de las producciones culturales (también aplicable a las ediciones de textos y a los ejemplares vendidos), puede valer como termómetro de un determinado síntoma, especialmente nocivo en el ámbito de la cultura: la obsesión, a veces enfermiza, por lo cuantitativo. Y es que, en el fondo, la auténtica circulación de las producciones culturales, y su eventual impacto, tiene poco que ver con lo cuantitativo. Así lo han entendido quienes, de forma decidida, han empezado a apostar no por atraer cuantas más cantidades de público mejor, sino por diversificar la atención a públicos heterogéneos con la intención, no sólo de promover y estimular la diferencia en el ámbito de la recepción, sino, también, y sobre todo, por estimular las estrategias de una mayor participación. Pero esto, parece, todavía no cuenta para nada en las orientaciones de los responsables políticos de la cultura, dominados por una concepción paternalista de la cultura.

[Suplemento "Culturas" de La Vanguardia, número 226, miércoles 18 de octubre de 2006]

No parece que Antich haya escrito esto pensando en las bibliotecas públicas, pero hay que ver lo cierto que es también en este ámbito... Cuántos visitantes, cuántas actividades, cuántos préstamos, cuántas consultas, cuántos niños en la hora del cuento, cuántos asistentes a la última conferencia, cuántas visitas escolares al año... Estadísticas, estadísticas, estadísticas...

20 octubre 2006

Conjugando el verbo leer (4 de 4)

¿Cuánto tiempo ha de pasar desde un hecho para que sus protagonistas adquieran la objetividad suficiente para poder juzgarlo? Sea cual sea la respuesta, supongo que debería haber terminado este pequeño relato autobiográfico en el episodio anterior, ya que este último no forma parte del pasado, sino del presente, y todavía estoy demasiado inmersa en él como para poder verlo con perspectiva. Aun así, no me resisto a intentarlo. Al fin y al cabo no hago esto por vosotros, sino por mí (por si alguien lo dudaba).

Si hay una frase que puede describir mi yo lector ahora mismo es esta: me he convertido en una devoralibros, para bien y para mal. Para bien porque... bueno, porque cuando un día de estos me paren para hacerme una encuesta sobre hábitos de lectura podré subir un poco la media del país, entre otras cosas. No leo porque esté convencida de los beneficios de la lectura. Lo estoy (convencida, me refiero), pero leo por otras razones que yo calificaría dentro del “para bien”. Disfruto leyendo. Siento que no estoy perdiendo el tiempo, algo que me pasa cada vez más a menudo cuando veo la televisión. Supongo que también se debe a que he tenido suerte en mi selección de lecturas y me he topado con muy pocas verdaderas “pérdidas de tiempo” en estos cuatro años. Crucemos los dedos. Respecto al para mal... no sé si hay maneras de leer que sean mejores que otras, pero desde luego si las hay la mía no creo que se encuentre entre las primeras. Soy una lectora compulsiva. Me falta pausa y reflexión. Sí, a veces me fuerzo a mí misma a detenerme y cuestionarme lo que estoy leyendo, pero no es algo que salga de mí con naturalidad. Lo natural en mí es consumir el texto, exprimirlo y engullirlo. Y después de uno, otro, y después, otro. Casi sin digestión. A veces tengo que controlarme incluso para no terminar un libro y empezar el siguiente el mismo día. Dejar pasar una noche, al menos. Entonces me entretengo con una revista, un suplemento literario...

Haciendo cálculos, llevo un ritmo de unos 40 libros por año. Empecé a llevar un diario de lecturas en enero de 2003, encabezado por la frase que cierra este blog, la que veréis si hacéis un scroll hasta el final. Ahí está: “We read to know we are not alone”. La dice Anthony Hopkins interpretando a C. S. Lewis en Tierras de penumbra. Y no creo que, como razón para leer, sea más cierta que otras, pero sí es una de ellas, y seguramente una de las importantes. Leemos para saber que no estamos solos, para conocernos, para acompañarnos, para estar con los que ya no están. Y también para divertirnos, para reflexionar, para imaginar, para vivir otras vidas (o eso dijo Unamuno...), para alimentar nuestras ideas, para comprender. Leemos por las razones más prosaicas y al mismo tiempo por las más sublimes que nos podamos imaginar...

40 libros por año... aunque las proporciones dentro de esos cuarenta no son las que hubiera imaginado hace cuatro años. Al principio intenté que fueran la mitad en español y la mitad en inglés. El catalán, a pesar de que debería ser el segundo idioma que mejor conozco (aunque no estoy muy segura de ello), no ha sido nunca santo de mi devoción a la hora de escoger una lectura. Siempre he preferido, a ser posible, leer un libro en español a hacerlo en catalán. El primer año que llevé este registro (2003) leí unos 25 libros en español y unos 15 en inglés, aproximadamente. Es lo más cerca que he estado del fifty-fifty entre los dos idiomas, porque cada vez leo menos en inglés y más en español. Es difícil encontrar lo que quiero leer en inglés, y muchas veces me conformo con lo que encuentro en la biblioteca, pero por cada libro que leo en inglés leo cuatro o cinco en español, porque unos me llevan a otros con una lógica aplastante y demoledora, y no puedo romper la cadena para acomodar un libro en inglés que “no viene a cuento”. Todavía no sé cómo acabarán mis intenciones, pero todo apunta a que el inglés se convertirá en algo anecdótico. Yacerá ahí, en mi subconsciente, y de vez en cuando lo sacaré a flote, pero será poco más que un bonito recuerdo. Quizá me equivoque, no lo sé. Como decía al principio todavía no hay perspectiva...

Tampoco imaginé que entre mis lecturas se colarían con tanta fuerza las novelas juveniles y los cómics. De las primeras es culpable el trabajo. Al organizar el personal de la biblioteca en áreas de trabajo especializadas, cuando hizo falta que un par de personas se encargaran del tema infantil-juvenil me ofrecí voluntaria. Hice un curso de narración oral de cuentos y otro de valoración de libros infantiles y juveniles y me lancé al agua. Y ahí estoy, nadando. Poco a poco voy tachando libros del “debe” y anotándolos en el “haber”, pero la primera lista sigue siendo mucho más larga que la segunda. Intento organizarme de manera que durante unos meses al año me dedique exclusivamente a leer novela juvenil, especialmente de cara a hacer la selección de libros que leeremos en el club de lectura juvenil que llevo en la biblioteca. También los cuentos han entrado de la mano de la biblioteca, y con ellos la afición por leer la revista CLIJ y por aprender a valorar la literatura infantil y juvenil. Todavía me queda mucho camino que recorrer en ese sentido, y lo espero ansiosa. Sé que va a depararme muchas y gratas sorpresas.


Con respecto a los comics, el culpable es indudablemente nh, mi “media langosta”, aunque reconozco que quizá soy un poco más rebelde de lo que a él le gustaría, ya que no siempre hago caso de sus recomendaciones lectoras y, la mayoría de veces, tardo demasiado para su gusto en seguir su camino. Pero reconozco que si no fuera por él, quién sabe si hoy en día habría oído hablar de Lewis Trondheim o de Fermín Solís, de Jiro Taniguchi o de Jason Lutes. A muchos de ellos los hemos descubierto juntos, o incluso nos los han descubierto otras personas (gracias desde aquí a los que trajeron a Jose Carlos Fernandes o a Seth a esta casa; ellos saben quienes son), pero sin nh aquí no sé si me hubiera abierto siquiera a la posibilidad del cómic.

Lo que más sigo devorando, sin ninguna duda, son novelas. He ido pululando de aquí para allá, leyendo sobre todo a contemporáneos, algunos españoles, la mayoría extranjeros, sin ningún orden especial. Los dos más destacables sería Alessandro Baricco y José Saramago, pero también habría que mencionar a Paul Auster, a Toni Morrison, a Maxence Fermine... Todavía tengo que descubrir a muchísimos autores. La lista es sobrecogedora, ni siquiera sé por donde empezar... Martin Amis, Carver, MacEwan, Barnes, Amos Oz, Kenzaburo Oé, Dorothy Parker, Umberto Eco, Richard Ford, Zadie Smith, Safran Foer, Vila-Matas... de todos ellos he leído poco o nada y son solo una ínfima parte de los autores a los que quiero probar.

El ensayo, la poesía y el teatro son, a día de hoy, mis grandes suspensos, que no sé si llegaré a aprobar algún día. El primero me atrae mucho, y tengo una lista de títulos que estoy segura deben de ser fascinantes y tengo muchas ganas de leer... algún día. Y ahí está el problema, que ese día nunca llega. No soy capaz de desengancharme de la ficción. Quizá debiera aprender a ser de corriente alterna para poder compaginar un libro de ficción y un ensayo y así darles una oportunidad. En cuanto a los otros dos (poesía y teatro), sinceramente no sabría analizar por qué no se encuentran entre mis lecturas. Quizá pueda hacerlo dentro de unos años.

¡Y este año ha aparecido esto! No es que forme parte de mi yo lector del mismo modo que un libro, pero sí que empieza a ser parte indisociable de mí, igual que mi diario de lecturas. He encontrado un rincón/cajón de sastre donde verter todo lo relacionado con los libros que merece ser recordado, lo cual para algunos será demasiado y para otros demasiado poco, pero para mí está bien tal y como está. Ni sobra ni falta. Mi desmemoria a veces me asombra, y ahora mismo no recuerdo cómo se me ocurrió esto, de dónde saqué la idea, cómo di con blogger, cómo empecé a descubrir otros rincones, cómo llegó aquí la primera persona que se hizo visible... de hecho, acabo de revisar los primeros posts para recordar quién fue que dejó el primer comentario.


Ni siquiera recuerdo exactamente qué pretendía cuando empecé. Desde entonces, he leído múltiples reflexiones sobre el tema en otros rincones. Gente entusiasta con este nuevo medio y gente que se ha ido apagando con los meses y han acabado por cerrar o por no actualizar sus espacios en meses. Muchos son los que opinan que esto se hace por afán de fama, de ser leído... Sinceramente no creo que sea mi caso, aunque tampoco creo que sea incompatible con el gozo que produce el saber que hay personas que pasean por aquí esperando algo nuevo que leer. Me produciría más pena que todos los lugares por los que paso desaparecieran que no que desaparecieran todos los comentarios que hay en este rincón mío. Me dolería más no poder leeros que no que dejárais de leerme. Y es que, al fin y al cabo, de eso va este blog. De leer. No de escribir. O sí de escribir, pero de escribir sobre leer y sólo porque la escritura es el único medio que sé utilizar para comunicarme a través de la red.

¿Por qué lo hago, entonces? Al principio fue simplemente puro egoísmo. Me gusta cargar esta página, pensar que son trozos de mi existencia, ver juntas imágenes y textos que me han... despertado. Poder releerlos y tenerlos todos juntos. Igual que quien lleva un diario, solo que es éste un diario temático, donde aparco todo lo demás y puedo centrarme en algo que realmente me gusta. Hace años que dejé de tener uno pero siempre soñé con volver a retomar la práctica, y aquí está el sueño cumplido, y la satisfacción personal de verlo hecho realidad, de verlo crecer y ganar peso. Luego vino el placer, inesperado, de ponerme en contacto con algunas de las personas que habían creado aquellos fragmentos, aquellas imágenes. Todavía recuerdo el vuelco que me dio el corazón al ver el comentario de Soizick Meister. ¡La emoción! Aunque fuera a través de una simple frase, de un correo electrónico, de un comentario, algo que no haya ido más allá, como los comentarios de Mireia o de Fabián. Y, por último, y también de manera totalmente inesperada, me he encontrado rodeada de una serie de personas que recogen las migas que voy dejando caer por aquí y las disfrutan casi tanto como yo. Es... alucinante.

¿Seguiría con esto si no lo leyera nadie? Sí. Lo hago para mí. De hecho, mientras escribo no sé si alguien va a considerar que valga la pena pararse a leer una parrafada como esta. Si considero que con esta ya van cuatro, todavía dudo más. No me importaría demasiado que nadie lo leyera. La satisfacción, para mí, reside simplemente en haberlo escrito.

Pero ¿habéis hecho que esto valga muchísimo más la pena de lo que jamás imaginé cuando me hice mi propósito de año nuevo? Definitivamente. Aunque más que daros las gracias por leerme, os doy las gracias por vuestros propios blogs. Y a los que no tenéis, no puedo ni empezar a enumerar la multitud de razones para que empecéis uno. Yo, mientras tanto, seguiré leyendo. Y quizá algún día en un futuro muy muy lejano haya un quinto acto a esta “especie de” autobiografía de libros...

SMS matutino

El libro es como un hacha que corta el mar congelado que todos llevamos dentro - Auster cita a Kafka, en radio3.

19 octubre 2006

x 2

A este blog le ha salido un competidor directo. Al menos, competidor directo en la lucha por ver a cuál de los dos le dedica una servidora más tiempo...
Se trata de un blog de reseñas de literatura infantil y juvenil. En concreto, el rincón donde expondremos las reseñas escritas por los participantes de las tertulias organizadas por la librería Al·lots.
De momento las reseñas que hay son bastante antiguas (con excepción de la última docena, que están recién sacadas del horno), pero poco a poco, y con la colaboración de los participantes en la tertulia (abierta a todo el mundo interesado en la LIJ), espero que el blog vaya creciendo y se convierta en una herramienta más para conocer un poquito mejor la literatura infantil y juvenil.
Ni que decir tiene, que quedan ustedes invitados a visitarlo, a dejar comentarios y a hacer sugerencias.

Un parque de papel en abril



Il·lustracions d'Eva Garcés pel llibre Un parc de paper a l'abril (text de Júlia Villaescusa), editat per Tàndem Edicions. Una delicia...

16 octubre 2006

Las dudas de Don Miguel


¡Leer, leer, leer, vivir la vida
que otros soñaron!
Leer, leer, leer, ¿seré lectura
mañana también yo?

(Miguel de Unamuno)

13 octubre 2006

Nobel 2006

A estas alturas (y con un título que no deja lugar a dudas) seguro que no hace falta que les explique quien es el dueño de los ojos que vigilan esta entrada. Para uso y disfrute de todos ustedes, aquí les presto una colección de enlaces para saber y leer más sobre el flamante Nobel de literatura.

- No dejen de visitar su página web oficial, recién añadida a la sección "De la A a la Z" de la columna de la derecha.
- Biografías en El poder de la palabra y Wikipedia.
- Colección de textos (entrevistas, noticias) sobre Pamuk publicados por El País, aquí (se puede incluso acceder al primer capítulo de su última novela).
- Y más todavía en el
El Cultural.

Esto es lo que comentan por la blogosfera...

... apostillas literarias.
... la senda de los libros.
... el rincón de alvy singer.
... ¡esto es brooklyn!
... tökland.
... periodistas 21.
... territorio enemigo.
... letras enredadas.
... la fraternidad de babel [Añadido el 17/10/2006]

Y, por último, los que se atrevan con el inglés, vayan pasando por The Literary Saloon, que nos han preparado una recopilación de enlaces que quita el hipo.

¡Que pasen ustedes un feliz Nobel!

PS: Retiro lo de "por último". Lean también lo que tiene que decir al respecto Juan José Millás, aquí. No tiene desperdicio. Adoro a ese hombre... [Añadido el 18/10/2006]

Conjugando el verbo leer (3 de 4)

Lo primero que hice tras aprobar la selectividad fue leer Crónica de una muerte anunciada de una sentada, a la sombra de los árboles de la piscina municipal, oyendo a mi sobrina retozar en el agua. Qué pocas veces a lo largo de la vida puede uno disfrutar de la sensación de disponer de todo el tiempo del mundo para dedicarlo al ocio, al placer. Qué pronto se desvanece... Qué pronto aparecen las nuevas obligaciones, la nueva rutina, las nuevas metas...

Más adelante ese verano pasé un mes en Inglaterra con una beca. A través de una serie de tres grados de separación (una amiga de la excanguro de mis sobrinos) había conseguido una lista de las lecturas obligatorias de algunas de las asignaturas que haría al año siguiente, mi primer curso en la universidad, así que aprovechaba las pocas excursiones libres que nos permitían para entrar en las librerías a buscar alguno de aquellos títulos. Sir Gawain and the Green Knight, The Canterbury Tales, The School for Scandal, The Importance of Being Earnest, A Midsummer Night’s Dream, The Scarlett Letter, Leaves of Grass... Los que compré aquel verano inglés se confunden ahora en las estanterías con los que compré a la vuelta en la Cooperativa Universitaria, en Herder, en Come In, en Bosch, y en un puñado de librerías más de Barcelona.


De todos ellos, el primer libro de lectura obligatoria tuvo que ser precisamente el más difícil de toda la carrera: Sir Gawain and the Green Knight.

The siege and the assault being ceased at Troy,
The battlements broken down and burnt to brands and ashes,
The treacherous trickster whose treasons there flourished
Was famed for his falsehood, the foulest on earth.


De este párrafo, marqué las siguientes palabras para buscarlas en el diccionario: siege, assault, battlements, brands, treacherous, trickster, treasons, falsehood y foulest. A día de hoy todavía me pregunto cómo llegué a leer el texto COMPLETO de Sir Gawain, cien páginas de versos (todos marcados igual que el primero). Todavía diría más... ¿con qué nivel de inglés llegué yo a estudiar filología, y cómo conseguí salir de aquel embrollo tan bien parada? Fue una dura prueba, Sir Gawain. Quizá puesta ahí a propósito: solo los que sean capaces de superarla podrán continuar adelante. Gracias a dios todas las demás (con notables excepciones... no voy a alardear de que The Sound and the Fury me resultara un plácido paseo por el campo) fueron notablemente más llevaderas.

Durante esos cinco años me empapé de inglés. Vivía por, para, y casi diría que “en” la universidad. Quizá no tanto los dos primeros años, cuando por las mañanas hacía de canguro de parte de mi prole de sobrinos (en pleno apogeo por aquella época), pero definitivamente sí los tres últimos: además de ir a clase y estudiar allí, también trabajaba, con lo cual solo pisaba mi casa, como quien dice, para cenar, dormir, y pasar los fines de semana. Visto desde la distancia, quizá en aquella época sí que fui una rata de biblioteca. Allí pasaba casi todas las horas que no estaba en clase, ya fuera porque durante dos años trabajé en la biblioteca (otra beca) o porque, al salir de clase o del trabajo, me quedaba por allí para leer o para buscar información sobre algún tema que me hubiese llamado la atención durante las clases.

Fue en aquella biblioteca donde supe qué quería hacer cuando terminara la carrera. Los dos últimos años ya había tenido experiencia en la docencia del inglés y, por mucho que me gustara el idioma (que lo adoraba), o por muy bien que se me diera la enseñanza (modestia aparte), sabía que no quería ganarme la vida con ello. La idea de acabar la carrera y entrar directamente a prepararme unas oposiciones para secundaria me resultaba la menos atrayente de todas las opciones que cabían en mi cabeza. Ya entonces empecé a fijarme en las bibliotecas públicas de Barcelona...

Y eso que el trabajo de los becarios en la biblioteca no era nada del otro mundo. Por supuesto, éramos los últimos monos de la jerarquía, y nos encargábamos de los trabajos más mecánicos y tediosos. Cambiar los tejuelos deteriorados de los libros, ordenar, ordenar y ordenar los libros de las estanterías, llevar y traer los volúmenes solicitados del depósito. Pero tenía suficiente. No sé cómo, ni cuándo, ni de dónde vino el amor por los libros (no, no se me ocurre otra manera menos cursi de calificarlo), pero ahí estaba, y pensaba hacer todo cuanto estuviera en mis manos por dedicarme a algo que estuviera, ni que fuese remotamente, relacionado con los libros.

Pero no adelantemos acontecimientos. Estudiaba inglés; abandoné en cuanto pude las matemáticas del idioma – gramática, sintaxis, lingüística – para centrarme en la literatura. No tenía tiempo libre (o no quería tenerlo), así que a duras penas leía algo que no estuviera directamente relacionado con los estudios. Igual que en el instituto, lectura obligatoria y lectura por placer convergían, y leí algunos de los textos obligatorios con verdadera afición. Otros resultaban más tediosos, pero todos interesantes de una u otra manera. Algunas de las novelas las leía dos veces, una durante el curso y otra antes de los exámenes, para refrescar la memoria. Algunos textos iban más allá, y los leía tres, cuatro o hasta cinco veces. Las obras de Shakespeare ocupaban el ranking de relecturas. Antes de los exámenes mis compañeras y yo nos poníamos a prueba recitando versos de Shakespeare y adivinando lo más rápido posible a qué obra pertenecía y qué personaje lo decía. Curiosamente, la frase del Hamlet que más recuerdo no es el celebérrimo “To be or not to be”, sino el dolorido “Thou hast cleft my heart in twain” de la pobre Gertrude.

Shakespeare ocupaba el primer puesto no sólo como autor más releído, sino también como autor del que más obras se leían. Hamlet, Othello, King Lear y Henry V para el curso monográfico sobre Shakespeare (el único que podía alardear de tener una asignatura para él solito, con Pilar Zozaya como profesora, una auténtica experta en la materia; corrieron rumores de que pretendían dedicarle un curso al Ulysses de Joyce, aunque creo que jamás se atrevieron a llevar a cabo semejante amenaza), pero en otras asignaturas The Tempest, Much Ado about Nothing y A Midsummer Night’s Dream. Macbeth no: decían las malas lenguas que traía mala suerte enseñar Macbeth. Después de Shakespeare venían Austen en segundo lugar y Dickens en tercero. La santísima trinidad. Luego estaban los demás: Wilde, las Brontë, Joyce, Hawthorne, Defoe, Twain, Shelley, Faulkner, Forster...

Más adelante empezaron a asomar algunos contemporáneos. Autores que “todavía” estaban vivos, algunos de ellos incluso poco conocidos, recién salidos del horno. No era el caso de Paul Auster, de Toni Morrison o de David Malouf, los tres autores consagrados (Morrison incluso galardonada ya por entonces con el Nobel), pero sí de Jeanette Winterson, de Alexis Wright o de Michael Ondaatje. Eran las asignaturas de literatura postcolonial o de literatura y género las que se atrevían a innovar más en su curriculum, y en las que encontré a autores a los que todavía hoy sigo la pista. Los tres arriba mencionados son algunos de ellos. Los que sois habituales por aquí ya sabéis de mi debilidad por Winterson. Angela Carter también debería incluirse en la lista de mis fetiches anglófilos, y a pesar de haber leído solo dos novelas de Coetzee (Foe y La edad de hierro, que leí en español), quizá también debiera incluirlo. Pero son sobre todo Auster-Morrison-Malouf los que, tras cinco años de lecturas, se han quedado conmigo. Siento cariño también por algunos de los clásicos (Austen y Dickinson sobre todo, y algunas novelas individuales como My Ántonia de Willa Cather o Wuthering Heights de Emily Brontë), pero no es lo mismo. Las siento más lejanas, me es más difícil dejarme llevar por ellas, las veo como artefactos y puedo disfrutarlas como tales, pero no me resulta tan fácil sumergirme en ellas como lo es con textos contemporáneos.

Me movía por la literatura como pez en el agua, aunque no creo estar especialmente dotada para ello. Creo que si hubiera elegido cualquier otra carrera humanística, hubiera corrido la misma suerte. Pero me alegro de haber ido a parar a filología inglesa y, a pesar de acontecimientos posteriores, no lo cambiaría (no, ni siquiera por biblioteconomía). Si no hubiera sido por esos años quién sabe si habría dado con pensadores o con ideologías que siento tan cercanas, con las que me he identificado tanto y que forman parte de mí, a pesar de que el espíritu reivindicativo y beligerante de “aquellos maravillosos años” haya dejado paso a alguien bastante más reservado, quizás escéptico sobre la utilidad de la reivindicación y la beligerancia, pero convencido desde entonces de una serie de principios que considero pilares fundamentales de lo que soy.

Con todo eso a cuestas, y creo poder afirmar que siendo definitivamente yo (el yo que soy ahora, el yo que escribe y habla y lee y se mueve por la vida ahora mismo), me fui a Estados Unidos, con la mala pata (o la buena suerte) de vivir de cerca el 11/S. Mala pata porque creo que el mundo ha empeorado desde entonces. Buena suerte porque estar allí entonces fue una experiencia sumamente interesante. Desde aquí la mayoría de la gente sólo ha podido vivirlo a través de los medios de comunicación. Allí pude vivir la contradicción en primera persona. Y siempre me han interesado las contradicciones...

Fui a enseñar español y a estudiar algo que no fuese literatura, aunque acabé realizando el trabajo que más satisfacción me dio sobre un texto literario (el cuento “I Stand Here Ironing” de la escritora americana Tillie Olsen; leo ahora el ensayo que escribí y apenas lo reconozco como mío). A pesar de eso, leí, y durante un año, quizá el primero de mi vida, casi no leí nada que fuera ficción. Escogí asignaturas no literarias porque durante la carrera no pude cursar materias de otras disciplinas (historia, sociología, periodismo, psicología) que me hubiera gustado probar, y era ahora o nunca. Y las lecturas que acompañaron fueron estudios, ensayos, teorías y contrateorías. Ariadne’s Thread, Soul of a Citizen, A Different Mirror, Of Woman Born...

A todos ellos debo añadir la docena de libros que compré aprovechando que Amazon no cobra gastos de envío dentro de Estados Unidos. Era el momento de hacerme con libros que eran demasiado difíciles de encontrar en su versión original a un precio asequible en Barcelona, casi todos ellos sobre género y feminismo. Desde A Room of One’s Own (Woolf) y The Second Sex (de Beauvoir) hasta The Feminine Mystique (Friedan) y Sexual Politics (Millet). God bless Amazon...


A duras penas cupieron todos en la maleta de vuelta a casa, y por aquí siguen, en las estanterías. De hecho, la mayoría todavía esperan una segunda oportunidad. Los leí y consulté en la biblioteca de la facultad, los fotocopié y subrayé y cité en exámenes y trabajos, pero sus versiones íntegras, pagadas con lo que ganaba en las clases de español para los estudiantes de primero en el college de Maryland que fue mi casa durante un año... esos siguen esperando.

De mis seis años universitarios (1996-2002), conservo casi todos los libros. Entre cien y ciento cincuenta volúmenes. Algunos los presté y no me los han devuelto (Heart of Darkness, por ejemplo), pero la mayoría siguen aquí, la mayoría de ellos todos juntos en una estantaría, salvo Shakespeare y Austen, que he tenido que desplazarlos para dar cabida a otras novelas en inglés que he ido comprando con los años y los viajes (míos y ajenos).

Lo más cerca que he estado de deshacerme de algunos de ellos fue hará un año o poco más, cuando pensé en vender unos cuantos tomos, ya leídos, para financiar la compra de otros y, sobre todo, para dejarles espacio. Hay una librería inglesa de segunda mano en el barrio de Gràcia (Hybernian books, se llama) que los compra. Fui una vez con cuatro o cinco libros míos, decidida a venderlos, y fui incapaz de dejarlos allí por los miserables dos euros (¡el que más!) que me daban por cada uno. Me traje los cuatro o cinco que había llevado más un par que compré allí y busqué una solución (temporal, siempre es temporal) a los problemas de espacio.

11 octubre 2006

Un libro es...

Recojo el testigo dejado por pies diminutos en esta entrada, y hoy dedicamos el día a Ramón Gómez de la Serna y sus greguerías... por supuesto, únicamente las librosféricas.

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Dejar con señales a los libros es ponerles orejas de desmemoriados.

Muchas personas tienen biblioteca porque eso es lo que más abriga en los despachos.

Esos que esperan que en una novela salte la liebre es que toman la lectura por una cacería.

Pinocho abre los libros con la nariz.

Llevar un libro forrado con papel de periódico es acabar con la importancia del libro.

Poner notas a los libros es un atrevimiento como lo sería el retocar los cuadros de una exposición.

A veces el abrelibros no marcha porque ha tropezado con el nudo de la novela.

Después de haber abierto un libro con la plegadera nos sentimos como barberos que acaban de afeitar a un cliente.

El lector – como la mujer – ama más a quien le ha engañado más.

La mosca se posa sobre lo escrito, lo lee y se va como despreciando lo que ha leído. ¡Es el más exigente crítico literario!

Decir tenedor de libros es como decir estantería humana.

Las librerías en que todos los libros están flojos y medio tumbados son librerías borrachas.

Un hueco entre los libros de la estantaría es como si hubiera un nicho vacío.

Bibliómano es una especie de cleptómano de los libros.

La postura más incómoda para un libro es la de quedar abierto y de bruces en el brazo de un sillón.

Ese guarda que vigila los adoquines de la calle levantada es como un bibliotecario de la Edad de Piedra.

Biblioteca pública es el sitio en que se comienzan todos los libros y no se acaba ninguno.

En los libros está ahorrado el polvo del pasado.

Incunable es el libro que no se puede leer en la cuna.

La crítica suele ser un impuesto que falsos agentes de la autoridad imponen al libro.

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Disfrútenlas, y nos vemos el viernes, con Nobel (o sin él) y algo más.

PS: Los fans de Ramón, no dejen de visitar esta web y su blog asociado.

07 octubre 2006

Desafío en la ciudad

Gracias a esta foto, del palacio de cristal del Retiro de Madrid, mi alter ego fotosfera ha podido proponer el próximo desafío en la ciudad (concretamente, el número 34). Ya sé que el I Verano Tökland de fotografía de animación a la lectura ha terminado (si todavía no han visto la fotografía ganadora, una verdadera delicia, hagan click aquí), pero no he podido resistirlo... He aquí el texto de presentación del desafío, en el que ya hay al menos dos fotografías participantes:

"Este es mi primer desafío, así que aprovecho para combinar dos de mis pasiones: fotografía y lectura. Libros, librerías, bibliotecas, gente leyendo... En el transporte público, en un parque, en un banco; dentro o fuera... Todas serán bienvenidas :-) "

Con permiso del autor, reproduciremos aquí la fotografía ganadora del desafío.

06 octubre 2006

Conjugando el verbo leer (2 de 4)

No fui ninguna lectora precoz. No leí a Tolstoi con 15 años (de hecho, no le hecho ni siquiera con 25, shame on me), y sólo sucumbí a los grandes textos casi por obligación. Estaba en la edad del pavo, qué queréis que os diga. Seguía a mi ritmo y a pesar de tener una hermana que podría haberme llevado en una determinada dirección (como ha hecho estos últimos años con mi madre, regalándole Anna Karenina para su cumpleaños y, lo que es más, consiguiendo que lo leyera), yo seguía mi camino. Y mi camino estaba en el sótano de Els Nou Rals.

Els Nou Rals era LA librería de mi ciudad. A los quince o dieciséis años, Barcelona estaba a años luz. Había que coger un autobús que te dejaba en la Plaza de España, y luego coger el metro hasta el centro, La Rambla era un lugar peligroso para una pipiola como yo (que era bastante miedica, para qué engañarnos), y desconocía de los tesoros que se escondían en Documenta, en Catalonia, o en los grandes templos del libro de la capital. Con Els Nou Rals me sobraba. Y en el sótano estaba la sección de literatura juvenil, y en ella, la colección que marcó mis primeros años de adolescencia: espacio abierto, de anaya. De ahí salió el primer libro del que recuerdo haberme enamorado: Zoa, una misteriosa historia de amor, de Pep Albanell. Una historia romántica y mágica que no me atrevo a releer por miedo a que pierda el encanto de aquellos años. Regalé mi ejemplar a uno de mis primeros amores de verano. Vampiro a mi pesar, El cartero siempre llama mil veces, El ídolo de Aruba, Impostor S.A., Hermanos como amigos, Plaga 999, Como un espejismo... todos son títulos de la misma colección que compré en Els Nou Rals, cada uno por unas 700 ptas. Había todo tipo de historias: románticas, de aventuras, de ciencia ficción, realistas... Me deshice de casi todos ellos el año pasado, regalándolos a los chicos que forman parte del Club de Lectura Juvenil de la biblioteca. Me puse un poco sentimentaloide al explicarles que eran libros que había leído cuando tenía su edad y que quería que siguieran viviendo en otros lectores. No sé si los han leído, supongo que algunos de ellos sí y otros no.

De aquellas primeras lecturas adolescentes guardo todavía algún ejemplar, pero ninguno de aquella colección. Guardo, por ejemplo, Rebeldes, de S.E. Hinton (que me regaló mi hermana A), y La familia animal, de Randall Jarrell, que me lo llegué a comprar con el paso de los años también en inglés, aunque no recuerdo el motivo y no he vuelto a releerlo, pero me alegro de haberlo hecho porque la edición es un pequeño tesoro.

Como la mayoría de los jóvenes, leía mucho menos que en los años anteriores. Personalmente, no creo que sea algo excesivamente preocupante, a no ser que el o la joven muestren una particular aversión por la lectura, lo cual no era mi caso. La verdad es que recuerdo los años de instituto como años de mucho trabajo. No he vuelto a estudiar tanto como entonces, con la excepción de los meses de estudio para las oposiciones. Tras las seis horas de clase, seguían de entre cuatro a seis horas para hacer todas las tareas, cumplir con las lecturas obligatorias y estudiar para controles y exámenes. Cuando tenía algo de tiempo libre en lo último que pensaba era en coger un libro y leer. ¿Realmente es eso tan raro? Desconocía la existencia de los prehistóricos videojuegos, así que o veía la televisión (por aquel entonces empecé a engancharme a las teleseries americanas: Roseanne, Loco por ti, Parker Lewis nunca pierde) o salía con amigos, del instituto y del grupo de teatro amateur en el que participaba.

Pero leía, claro que leía. Para algo estaban las asignaturas de literatura castellana y catalana del instituto. Como con los ejercicios y el resto de las tareas, siempre leía lo que nos mandaban. Pasé por el instituto siendo tan modélica estudiante como en el colegio (creo que hice “novillos” una sola vez, y encima me pillaron porque fue con otros diez o doce compañeros de clase, así que se me quitaron las ganas de volver a intentarlo), así que jamás se me ocurrió no leer lo que decían que debía leer. Llegué a odiar algunas de las lecturas que hice en aquellos años, pero también hubo otras que sigo contando entre mis lecturas favoritas. Odié Tuareg, de Alberto Vázquez-Figueroa, al que no he vuelto a dar otra oportunidad; todavía me estremezco cuando paso por delante de la estantería llena de sus libros en la biblioteca. Odié El Quijote, pero por cansino, por lo largo que se hizo, y por el sistema de controlar que lo habíamos leído que utilizaba la profesora. Cada semana teníamos que leer una serie de capítulos, y nos hacían una prueba sobre los mismos. Hacía la lectura el día antes del control, porque si no me resultaba imposible recordar qué personaje hacía qué cosas y cómo se resolvían los conflictos. Tumbada en el sofá del comedor, se me cerraban los ojos irremediablemente, igual que en las clases de historia en las que el profesor apagaba la luz y nos ponía documentales sobre el franquismo los viernes a las dos de la tarde, la última clase antes del fin de semana, y arrastrando el cansancio desde el lunes. Fueron los únicos momentos en los que llegué a cabecear en todo el instituto. Pero también descubrí a Bécquer y, sobre todo, a Salinas, y mi yo “rosa” (no tengo remedio: las historias de amor siempre me han cautivado) tuvo su recompensa. Otras de las lecturas románticas que todavía guardo con cariño fueron el Werther de Goethe y El diablo en el cuerpo, de Raymond Radiguet, que hace tiempo tengo ganas de releer con la seguridad de que éste sí que habrá soportado el paso del tiempo.

La adolescencia fue también el momento de descubrir a mis primeros autores fetiche, aquellos de los que he ido siguiendo la trayectoria y a los que hoy en día todavía leo. Jostein Gaarder y Quim Monzó fueron dos de los primeros. Por alguna razón me regalaron El mundo de Sofía (se habló mucho del libro en su día y supongo que mi padre me lo regaló por eso), que cayó en mis manos en el momento perfecto, ya que filosofía era por aquel entonces mi asignatura preferida por mucho que después escogiera el inglés como carrera. Después he continuado siguiendo a Gaarder, y aunque ninguna de sus novelas posteriores (de las que he leído, ya que alguna tiene que se me ha escapado) ha estado a la altura de aquella primera, ha vuelto a sorprenderme recientemente con El vendedor de cuentos. En cuanto a Monzó, no me explico como llegó a caer en mis manos. Leer a Monzó tenía algo de prohibido, de adulto, sobre todo por los cuentos de El perquè de tot plegat. Supongo que después lo descubriría en “Persones humanes”, un programa de la autonómica catalana con un sentido del humor que sentía muy afín al mío y a raíz de eso leí casi todos sus volúmenes de cuentos. A pesar de haberle perdido un poco el rastro cuando empezó con las recopilaciones de artículos de opinión y los recopilatorios de recopilatorios y remezclas de mezclas de libros anteriores, sigo guardando con cariño el recuerdo de su lectura. Además, fue el primer “autógrafo” de escritor que conseguí. Me topé con él un día andando por la calle, en Barcelona, en una salida con los compañeros de instituto para ver una obra de teatro (“No fotis!” fue lo que dijo cuando le pedí si podía estampar su firma en mi libreta de colegiala).

También fueron los tiempos de compartir lecturas con compañeros y amigos. Mi ejemplar de Historias del Kronen pasó por una docena de manos como mínimo, y lo mismo sucedió con Lo peor de todo, de Ray Loriga. También, por supuesto, intenté el salto de la lectura a la escritura. ¿Qué adolescente no lo intenta? Quedó en poco más que eso, un intento, con un par de premios por Sant Jordi en el instituto y poco más. Tenía un compañero de clase del que me gustaría saber qué ha sido, porque él sí parecía tener madera. Ojalá recordara su nombre y pudiera rastrear si se ha dedicado a la escritura.

El inglés acabó por perfilarse como la opción más sensata. Aun recuerdo a ML, la compañera que optó por biblioteconomía. Había nacido, además, el mismo día del mismo mes del mismo año que yo y en el mismo hospital de Barcelona. Quizá sea ella la que haya acabado dando clases de inglés, quién sabe. Recuerdo el primer libro que leí íntegro en inglés, sin que fuera una lectura adaptada para estudiantes ni una versión reducida: The hound of the Baskervilles, la lectura obligatoria para hacer el examen oral del First Certificate of English aquel año. Si alguien me hubiera dicho entonces la lista de libros que iban a seguirle, no sé si me lo hubiera creído...

05 octubre 2006

En el clavo

Me llega a través de Bibcat (otra lista de distribución bibliotecaria) un artículo de Albert Sánchez Piñol del que, a pesar de que podéis leer a texto completo aquí, no puedo resistir la tentación de reproducir estos tres párrafos.

"Los amantes de la literatura generan tanto ruido que al final sus debates tienden a olvidar lo importante. ¿Cuál es la finalidad de un buen libro? Contarnos la verdad. Una verdad que puede ser sintetizada en una frase. Cervantes: en la sinrazón está la razón. Kafka, aún más inquietante: cualquier día puedes despertar convertido en un escarabajo."
[...]
"Los políticos opinan de política y los economistas de economía. Sin embargo, un novelista es alguien a quien, por arte de birlibirloque, se le supone capacitado para pontificar sobre la crisis de Oriente Medio o el auge de la zapatería china."
[...]
"Yo estoy con Vázquez Montalbán: "No hay libros de género; sólo los hay buenos y malos". Ya lo decía el filósofo: "Esto de las razas no es cosa de hombres, sino de perros y caballos". Parafraseándolo, se deduce que esto de los géneros no es cosa de libros, sino de mercerías y ultramarinos."

¿Se puede dar más en el clavo?

04 octubre 2006

Novedades (septiembre 2006)

El mes de septiembre ha dejado una estela de libros infantiles que no quiero perderme, y de los que dejo aquí una pequeña referencia.

- Con el dedo en la nariz, de
Daniela Kulot-Frisch.
- El vestit de torero, de Didier Lévy (ilustraciones de Anna Laura Cantonne).
- Memòria d'elefant, de Corine Jamar (ilustraciones de
Karim Maaloul).
- La bella Mandarina, de Laura Pons Vega (ilustraciones de Elena Odriozola).
- La creación, de
Bart Moeyaert (ilustraciones de Wolf Erlbruch).
- Consells per a nenes bones, de
Mark Twain (ilustraciones de Montse Ginesta). [El texto puede leerse en inglés aquí, aunque la experiencia no puede compararse a tener entre las manos el tomo que ha editado Libros del Zorro Rojo...]
- Cuéntame un cuento, de
Lewis Trondheim (dibujo y color de José Parrondo - no confundir con el cantaor de flamenco). [Que llega a nuestras manos después de Cuéntame un montón de historias, es decir, al revés a como lo publicaron originalmente en Francia, orden que todo sea dicho tiene mucho más sentido...]

Y, de regalo, unas ilustraciones de la autora de Con el dedo en la nariz.













PS: Juro por Saramago que si un día consigo poner más de una imagen en una entrada, en el orden que yo quiero y a la primera, les invitaré a todos ustedes al mejor cava catalán...